Capítulo 3: Los que trabajan

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Estaba frio y lloviendo en las calles totalmente oscuras por la noche, que las había consumido.

Cierta neblina inundaba aquellos caminos de concreto, cierta sensación de opresión se extendía por aquel lugar lúgubre y carente de vida...

Una chica delgada caminaba a toda prisa, sin importar si su playera se mojara, debido a la brisa que la acompañaba.

Mientras se acercaba a su destino, el frio se iba incrementando, tal que las gotas poco a poco se fueron transformando en pequeños copos de nieve que empezaban a cambiar el color oscuro por uno más blanquecino.

Luego de caminar por diez minutos, llego a un parque a las afueras de la ciudad. No estaba totalmente a oscuras puesto que las farolas del lugar todavía funcionaban, aunque no iluminaban todo el lugar, era muy tenebroso al verlo de esa manera.

Se acercó a una de las bancas donde estaba una mujer que... aunque sentada se miraba alta, tanto como para sacarle una cabeza a la chica. Su pelo rubio y unos rasgos finos denotaban lo anormal que era ella. Su belleza no era humana.

Aquella expresión que tenía en su rostro solo acompañaba aquella atmosfera de película.

Sin interés...

En nada ni nadie. Podrías apuntarle con un arma y simplemente pasaría de ti.

De mí.

De todos en este mundo...

Aquella chica se acercó a esta persona y con un tono despreocupado y desprovisto de todo aquel miedo o curiosidad que cualquier persona tendría al ver tal escena, y empezó la charla anticlimática.

-Me ha llamado y yo he venido. Dijo la chica sin importarle si le respondían o no, ella sabía que no era necesario, porque ya sabía para que la habían llamado.

Una asignación. O mejor dicho un trabajo.

-oh... así que eres uno de ellos. Su voz toco los tímpanos de la chica y aunque tuvo un efecto de adormecer sus sentidos, no le presto mucha importancia, no era la primera vez que se encontraba con personas capas de eso, había tenido demasiados encuentros de este tipo como para sorprenderse cada vez que pasaba.

- ¿qué puedo hacer por usted?

-Llévame a una iglesia.

Rápidamente si ninguna pizca de interés en ella, le dijo su pedido.

-está bien.

Sin mucho más que hablar la mujer se levantó y empezaron a caminar, con aquella chica a un paso delante de aquella mujer.

La mujer y la chica estuvieron por unos veinte minutos caminando.

Mientras caminaban por las calles la extraña mujer que actuaba como cliente veía las construcciones, las casas y las calles con la misma expresión, no cambiaba hasta que su mirada se dirigió a cierto cartel pegada en un poste eléctrico en una intersección.

Su texto "el camino a la salvación está en nuestra congregación ven y camina por el sendero predicho por dios" esbozo sonrisa en ella, seguida por una risa corta se esbozó en aquella mujer. Pero rápidamente volvió a su expresión neutra, acto seguido se disculpó.

-oh... lo siento.

Su guía solo le dirigió la mirada con una cara exasperada. Pocos sabían de lo que era capaz alguien como ella, podría crear una zona bendecida con solo lo que había hecho. Por así decirlo...

¿Cuál es el problema?

Podrían pensar.

Aunque muchos digan que x o y parte del mundo es una zona bendecida, en realidad no existía ninguna, ya que, de ser así, gente moriría y se crearía conflictos por ella, ya que sus pecados podrían ser expiados con su vida o podría dar la sensación de felicidad que pocas personas han sentido en sus existencias, mucho peor que cualquier droga creada y cultivada por la humanidad. Sacerdotes... arderían por sus pecados, personas estarían tan felices que morirían, literalmente.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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