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TN se despertó una mañana con la luz del sol colándose por las cortinas. Estiró el brazo buscando el calor familiar de Dan, su Omega, pero solo encontró el vacío. Frunció el ceño y abrió los ojos completamente, notando que el lado de la cama de Dan estaba frío. Se sentó en la cama, frotándose los ojos y mirando alrededor del cuarto.
No había señales de Dan.
Un escalofrío recorrió su espalda. Tal vez estaba en la cocina o en el baño. Decidió no darle demasiada importancia y se levantó, estirando sus músculos adormecidos. Caminó hasta la cocina, pero no había ruido, no olía a café recién hecho ni a los usuales huevos que Dan solía preparar. Abrió la puerta del baño, pero también estaba vacío.
Algo no estaba bien.
Fue entonces cuando su corazón comenzó a latir más rápido. Regresó al dormitorio y abrió el armario. Lo que vio lo dejó helado: la mitad del armario estaba vacío. Toda la ropa de Dan había desaparecido. La maleta que siempre dejaban en la esquina para viajes rápidos también se había ido.
TN. ¿Dan? —llamó, su voz resonando en el silencio de la casa. Se dirigió a todas las habitaciones, desesperado, abriendo cajones, revisando cada rincón. Dan se había ido.
Finalmente, TN regresó al dormitorio y se sentó en la cama, la cabeza entre las manos. ¿Cómo había pasado esto? No había ninguna señal de que algo estuviera mal entre ellos. Ayer habían cenado juntos, habían reído, hablado de cosas sin importancia. ¿Qué había cambiado en cuestión de horas?
Su mente intentaba procesar la realidad mientras se levantaba y revisaba el resto de la casa en busca de una nota, una señal, algo que le explicara qué había pasado. Pero no había nada. Dan se había marchado sin decir una palabra, sin despedirse.
TN se dejó caer en el sofá, el silencio de la casa parecía gritar a su alrededor. Recordó cada momento que habían compartido, desde que se conocieron hasta cuando se mudaron juntos. No podía evitar preguntarse si había hecho algo mal, si había dicho algo que lo hubiera alejado. Dan siempre había sido el más tranquilo de los dos, el que prefería resolver los conflictos con calma, así que el hecho de que se hubiera marchado sin decir nada lo confundía y dolía más.
