Epílogo.

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El cielo se reflejaba en la superficie de la laguna, donde el agua parecía inmóvil, una extensión de espejo en la que el mundo se duplicaba. El aire estaba fresco, pero no lo suficiente como para ser incómodo, y el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies marcaba el único compás en un ambiente cargado de quietud. Aquino y Duxo caminaban en silencio, siguiendo el sendero que bordeaba la laguna. El lugar, escondido entre colinas y árboles antiguos, era uno que ambos habían encontrado semanas antes, un rincón de paz donde Duxo parecía encontrar un respiro de las tormentas internas que tanto lo habían agobiado, un pequeño descanso para este mismo.

Aquino miró de reojo a su amigo, quien caminaba a su lado, con las manos en los bolsillos y los hombros relajados. Duxo se veía diferente ahora. No tanto en su apariencia física, su pelo aún caía sobre su frente de la misma manera, y su ropa seguía siendo discreta, como siempre, sino en la manera en que se movía. Había en él una calma contenida, una serenidad que Aquino no había visto en mucho tiempo, quizás nunca antes. Era como si, tras meses de luchar contra su propio dolor, Duxo finalmente había hecho las paces con una parte de sí mismo. No del todo, pero lo suficiente como para dejar de hundirse.

Los últimos meses habían sido un proceso lento y arduo, un vaivén de emociones en el que Aquino había visto cómo Duxo se desmoronaba, se levantaba, y volvía a caer, solo para volver a intentarlo una y otra vez. Pero lo más importante era que seguía aquí. Aquino no había dejado de estar a su lado, nunca, aunque a veces el peso de lo que no se decían les aplastaba el pecho. El silencio entre ellos, aunque amigable, siempre estaba cargado de algo más, algo que Aquino había decidido ya no ignorar.

Sabía que hoy era el día. De algún modo, el entorno lo hacía más fácil. Habían caminado juntos hasta llegar a un pequeño claro donde la laguna, en su inmensidad, se encontraba con el bosque. Las hojas caídas formaban una alfombra suave bajo sus pies, y la luz del atardecer pintaba el agua con tonos dorados y naranjas. A lo lejos, las montañas se alzaban imponentes, pero tranquilas, guardando un silencio respetuoso. Era un lugar donde las palabras, por más profundas que fueran, podrían encontrar un refugio seguro. Y Aquino sabía que las suyas estaban a punto de escapar de su pecho.

Se detuvieron al borde del agua, ambos observando el reflejo de las nubes que, lentamente, se transformaban mientras el sol descendía.

— Si me dieran la opción de vivir por este lugar, sin duda la tomaría... Es relajante ver tu reflejo y lo mucho que has cambiado. —dijo Duxo en voz baja, como si temiera romper la magia del paisaje.

Aquino asintió, pero su mente ya no estaba en el paisaje, sino en la conversación que había estado ensayando durante tanto tiempo. Sabía que las palabras no saldrían perfectas, pero necesitaba decir algo. Miró a Duxo de nuevo, esta vez sin apartar la vista.

— Es que lo hiciste. —respondió Aquino— Has cambiado demasiado, pero sigues teniendo la chispa que me hace entender que sigues siendo tu.

Duxo giró su cabeza hacia él, curioso, aunque con esa serenidad que parecía haber aprendido a usar como escudo. Sus ojos, aunque tranquilos, mantenían una profundidad que Aquino siempre encontraba desarmante.

— ¿Sigo siendo yo? —repitió Duxo, su voz tranquila, pero con un matiz de duda.

Aquino respiró hondo. El peso de las palabras que llevaba dentro se sentía inmenso, pero sabía que ya no podía seguir callando. No era justo para ninguno de los dos. Lentamente, se inclinó hacia la orilla de la laguna, levantando una piedra plana y lanzándola sobre la superficie del agua. La piedra rebotó una, dos, tres veces antes de hundirse, las ondas expandiéndose suavemente, distorsionando por un momento el reflejo del cielo.

— Veamos, tantos sentimientos encontrados en tan poco tiempo, tu risa, tu inteligencia, tu forma de expresarte... Sigue siendo la misma, pero tú mentalidad no va cambiando, va sanando de poco a poco.  —dijo finalmente Aquino, su voz más baja de lo que había anticipado — Estoy orgulloso de todo el trabajo que lograste hacer y que seguirás haciendo, aún hay mucho porque luchar y sanar.

𝙉𝙖𝙢𝙚 𝙊𝙛 𝙇𝙤𝙫𝙚 - Duxino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora