𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐭𝐫𝐞𝐬

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Gabrielle

Cuando el rubio se marcha, cerrando la puerta, me quedo mirando el lugar por dónde se ha ido inconscientemente.

Pienso por un momento en lo que acaba de suceder.

La verdad nunca soy de averiguar sobre la vida personal de mis socios a menos que sea necesario, normalmente esa es una información que se quedan mis hombres y me lo dicen si necesito saberlo.

Claramente no sabía que Cameron tenía un hijo. O tal vez si lo sabía, es obvio que una persona como el debe tener una buena imagen familiar.

Y ese chico es la viva imagen de su padre. Compartiendo varios de sus rasgos como el cabello rubio y los ojos color miel, pero con unos rasgos mucho más delicados que los del político, más armónicos.

Vuelvo a dar unos pasos hacia atrás y me siento, esta vez sobre el escritorio, sin preocuparme por tirar algunos de los papeles que hay encima.

Mis hombres se mantienen en sus posiciones, alerta pero manteniéndose al margen.

Pasan unos cuantos minutos hasta que la puerta vuelve a abrirse. Esta vez más bruscamente y por ella no entra un niño de cara bonita, sino un hombre cuyo rostro me dan ganas de desfigurar a puñetazos.

Mark Cameron.

Apenas cruzar el umbral observa a mis hombres y luego a mí. Su rostro está pálido y puedo ver la preocupación en el. Finalmente parece esforzarse por sonar despreocupado cuando habla.

— ¿Se puede saber... Que carajos haces aquí?

— ¡Cameron!— le muestro una sonrisa creciente de gracia.— ¿Que pasa, no te da alegría verme?— pregunto sarcástico.

El se me queda mirando, mientras veo que su rostro se pone rojo de la furia, pero su voz trata de sonar serena. Se apresura a cerrar la puerta, no sin antes dar una mirada, asegurándose de que nadie nos esté escuchando.

— Gabrielle.— habla lentamente.— sabes que no puedes estar aquí, es muy peligroso, no me pueden ver contigo.

— Auch eso dolió.— me burlo mientras voy hacia una de sus repisas y sin permiso tomo una botella de vodka que tenía media escondida.— ¿Te avergüenza que te vean conmigo Cameron?

— hablo enserio, si alguien se llega a enterar de esto estoy perdido Gabrielle.

Vuelvo a clavar mis ojos en su insignificante figura. Esta vez ya no me muestro sarcástico, mi cara se torna completamente seria.

— no estaría aquí si hubieras contestado cuando intenté contactarte por las buenas. Tu me obligarte a viajar así que ahora no te quejes como si tuvieras el derecho de hacerlo. Sabes bien que tenemos un tema pendiente.

El rubio cierra los ojos y suelta aire lentamente.

— no tengo tiempo para eso ahora Gabrielle, estoy con muchos temas con lo de mi campaña y...

— me importa poco si tienes o no tiempo.— lo corto bruscamente acercándome unos pasos a el de manera amenazante.— yo lo que no tengo es paciencia, y no voy a permitir que me tomes por idiota. El idiota eres tú si crees que puedes engañarme.

— yo no...

— los números en las cuentas de la entrega.— le aclaro aunque sé muy bien que sabe que por eso he venido.— los revisé el otro día y resulta que hay... Un pequeño hueco, unos billetes que no llegaron y sorprendentemente son justo los que me correspondían a mi. ¿Tienes alguna explicación para eso Cameron?

Cuando me acerco más a el, da unos pasos atrás y levanta las manos en forma protectora.

— Gabrielle no es lo que piensas.

— ¿Ah no?

— no.— niega.— si hubo un error en las cuentas, creí que el dinero que nos daría esa entrega sería mucho mayor, tuve que tomar un poco de tu parte porque la necesitaba pero pensaba devolvertela, no te he robado, te lo juro.

Una pequeña sonrisa vuelve a mi rostro mientras no dejo de mirarlo.

— permíteme durar se eso Mark.— aprieto los labios.— es que se me hace muy difícil creer en los corruptos como tú, ya sabes, tienen fama por ser unos putos mentirosos.

Esto parece ofender al idiota pues su mirada demuestra molestia.

— eres igual de mierda que yo Gabrielle.

— no te confundas, tu y yo no somos iguales.— le aclaro enseguida.— yo soy un mafioso, la gente me conoce como tal, me temen y me respetan, saben lo que hago y no me escondo por ello. Sin embargo tú... Tu te cubres en ese muro de mentiras, fingiendo ser un ciudadano de bien, un hombre de familia que no mata a una mosca y solo quiere el bien de las personas. Eso sí es ser un mediocre.

Esto solo lo hace enojar más, pero es tan cobarde que jamás sería capaz de responderme, simplemente aparta la mirada y se mueve para alejarse de mi.

— puedes irte tranquilo.— informa.— en cuando me ponga en campaña para enviar la próxima carga te daré tu dinero, puedes quedarte tranquilo.

Suelto una risa ante sus palabras y el me mira confundido.

— creo que no has entendido muy bien Mark.— niego.— no voy a esperar tanto tiempo, vas a devolverme mi dinero ahora mismo si no quieres una bala metida en tu culo y en el de cada uno de tu puta familia.

Sus ojos se agrandan ante mis palabras, parece desesperarse.

— ahora no tengo el dinero.— explica.— estoy mal, los tráficos no han ido como esperaba, pero te doy mi palabra de que voy a pagarte lo que te debo. Solo necesito algo de tiempo para conseguir el dinero.

— asi que no tienes mi dinero eh.— elevo las cejas con claro descontento.— pues... Yo no estoy dispuesto a tener paciencia. Pero como estoy de buen humor y no me vendría nada mal conocer un poco la cuidad... Te voy a dar una semana para que me pagues mi dinero. Una— remarco.— si en ese plazo no lo consigues y me lo entregas tendrás que enfrentar las consecuencias.

La idea no parece agradarle por completo pero sabe que es lo único que va a obtener de mi parte, lo cual es bastante generoso viniendo de mi, ya que no soy de dar segundas oportunidades, pero no me desagrada la idea de quedarme aquí una semana más, solo para jugar con el y tenerlo presionado.

Al final asiente.

— está bien, conseguiré tu dinero y te pagaré.

— eso espero Mark, por tu propio bien.— le sonrío.

— muy bien, ahora vete de aquí antes de que alguien te reconozca.

— uf, que grosero, hechando a las visitas.— bromeo pero a el no le hace nada de gracia, aunque poco me importa.

Le hago una seña a mis hombres y finalmente salgo de la oficina. Bajo las escaleras a paso tranquilo, la verdad a mí no me afecta en nada que me reconozcan así que no me preocupo por eso.

Llegamos al primer piso y empiezo a caminar por el pasillo que lleva a la salida, pero cuando estoy por llegar lo veo nuevamente.

Ahora está junto a una mujer de cabello más oscuro, la cual parece decirle algo.

Me lo quedo mirando con descaro mientras sigo caminando, ahora a paso aún más lento.

Está distraído pero en un momento sus ojos se encuentran con los míos y su rostro se vuelve tenso. Me observa seriamente, yo también lo hago, exepto que cuando estoy por llegar a la salida, le dedico una pequeña sonrisa de dientes.

Una vez fuera camino hasta el coche y me subo. Antes de que el chófer arranque bajo la ventanilla y le hablo a Leonel.

— quiero que me averigues todo sobre la familia de Mark.— ordeno.— quiero toda la información sobre cada uno de ellos.

— está bien señor.— asiente.

Vuelvo a subir la ventanilla y ahora si me marcho del lugar.

Dulce Debilidad (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora