Un "¡AAAHGH!" agudo que brotó desde el fondo de su ser, acompañado por el sordo estruendo de su cuerpo al impactar contra el suelo.
El golpe la dejó aturdida. Entre parpadeos pesados, Bernadette logró entreabrir los ojos.
⸺ "Mm-mm..."
Apoyó sus manos contra el suelo frío y áspero, luchando contra el mareo que la embargaba, logró apoyarse hasta quedar de pie.
Su cabello plomizo, revuelto y polvoriento, le caía sobre el rostro. Lentamente, lo apartó con sus manos y giró la cabeza, lo suficiente como para ver cómo el portal que la había traído aquí se desvanecía, dejándola sola.
⸺ ¿Dónde...? -musitó con voz tenue, mientras sacudía el polvo acumulado en su traje.
Alzó la vista y sus ojos recorrieron el paisaje que se extendía frente a ella: un paraje desolado.
Todo era opaco, monótono, un horizonte sin vida ni color.
A lo lejos, apenas visible entre la bruma que se cernía sobre el lugar, distinguió la silueta imponente y fría del sector industrial perteneciente a Carmilla Carmine.
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<< ¿El sector industrial?... >> -amerito, pensativa.- <<Debo de estar cerca, la cripta no puede estar tan lejos>>
Tras los primeros pasos vacilantes, Bernadette avanzó sin rumbo fijo, guiada tan solo por una corazonada. ㅤ ㅤ
Después de lo que parecieron horas interminables, su mirada captó algo en el horizonte: una pequeña capilla, solitaria y olvidada.
Bernadette se acercó con cautela, notando que el acceso a la capilla estaba bloqueado por una enorme cadena, gruesa y oxidada, que rodeaba el cancel principal.
La estructura, aunque humilde, irradiaba una presencia inquietante. Sus paredes desmoronadas y cubiertas de grietas parecían a punto de ceder, pero seguían en pie.
Sin pensarlo demasiado, Bernadette extendió una mano hacia ella, como si quisiera comprobar su resistencia, pero antes de que sus dedos siquiera rozaran el metal, un destello carmesí brotó de la cadena
Una energía oscura, vibrante y densa, se alzó como una advertencia, haciéndola retroceder.
Sus ojos se entrecerraron. Reconocía esa energía.
<< Magia negra... >>
Poderosa y corrupta, del mismo tipo que sus antiguos compañeros de la Doctrina del Sombrero solían usar.
Con un movimiento decidido, su mano derecha comenzó a brillar con una luz blanquecina, pura y serena, el contraste perfecto con la oscuridad que emanaba de la cadena.
