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Un segundo, eso toma a tu vida cambiar

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Un segundo, eso toma a tu vida cambiar. Morir en un segundo, nacer en un segundo. Una pequeña línea de tiempo tan delgada y frágil. A mi vida le tomó un segundo, quizás dos, en cambiar. El primero fue cuando conocí a los hermanos Carther. En ese momento debí correr tan lejos como me fuera posible, el segundo fue en la fiesta de Andrea . Preparo una bolsa con mi ropa, mientras Ethan repite instrucciones en mi oído. Necesitaba irme con Luciano , rápido, en ese momento, ¡de inmediato! Todas y cada una de sus palabras un torrente de incoherencias no explicadas.

Yo estaba en peligro, ¿en peligro de qué? ¿De cortarme un dedo con el cuchillo de cortar los vegetales? ¿De caer en la tina mientras me bañaba? ¿De tropezar en las escaleras? ¿De tener un accidente automovilístico? Esas son las razones de peligro a las cuales las personas normales se enfrentan. Peligro común y cotidiano. Esas no son mis razones.

Luciano nos escoltó fuera de mi edificio, ordenando en italiano una serie de palabras incomprensibles. Aletargada, fui empujada de copiloto en un vehículo oscuro. Trataba de despertarme de la pesadilla, porque debía ser una pesadilla. Las palabras de Ethan no eran normales, no eran comunes y yo estaba bien con lo normal y común. Debía ser una mentira, un sueño o broma de mal gusto. Luciano controló el vehículo entre el tráfico de New York, dos camionetas se nos unieron sirviendo de protección. El camino fue tenso, Luciano vigilaba constantemente mi rostro, buscando algún tipo de signo de vida. Intentó alagar su mano y retrocedí, volviéndome pequeña en mi asiento. Quería ser invisible.

-Está en shock -señala al hombre que nos recibe en un estacionamiento subterráneo. Es enorme, ojos negros, completamente negros sin nada dentro más que un brillo travieso.

Piel clara , un poco bronceada, nariz perfilada, cejas bastantes pobladas con una pequeña cicatriz en una de ellas o quizás era una perforación de joven. No lo sabría decir. Pelo de color chocolate oscuro como la noche. Es muy apuesto, mucho. La roca de hombre, quien no es más alto que Luciano , pero sí más ancho a los lados, como un tipo de esos que se dedican horas y horas al gimnasio, solo inclina su cabeza hacia mí en un saludo silencioso. Me es vagamente familiar, «¿Petrov?».

-Mi mano derecha, Adrián Petrova. -La voz de Luciano me hace mirarlo.

-¿Qué harás conmigo?

Su ceño se frunce en confusión, luego algo lo golpea. Reconocimiento, es capaz de mirar el miedo en mis ojos, es capaz de sentir mis temblores. «Ahora sé quién es, de lo que es capaz». Estoy contaminada, llena de todo cuanto Luciano representa.

Ninguna palabra es dicha cuando lanza mi bolso sobre mi pecho y se abre paso entre una serie de coches y camionetas de lujo.

El chico de ojos negros,Adrián, indica el camino a seguir. No dice una sola palabra, pero su postura es amenazante. Los tres ingresamos a una caja de acero la cual nos lleva a un ático. Muebles diseñados a medida con cojines tapizados profesionalmente y pan de oro aplicado a los muebles. Mirando hacia el techo de dos pisos, hay una gran cúpula diseñada artísticamente con aplicación de oro que alberga una lámpara de araña majestuosa.

Una Mujer En La Mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora