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Luciano es dueño de una de las cadenas de bancos más grandes del continente americano

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Luciano es dueño de una de las cadenas de bancos más grandes del continente americano. Y estoy atravesando el último piso de la central en Manhattan. Es extraño no ver a nadie en un lugar como este, solo se escuchan unos ruidos de lo que deduzco es su oficina. Miro mi reflejo en uno de los ventanales, la vista de Manhattan es increíble. Mi chofer y seguridad intenta pasarme. Agarro su antebrazo, deteniéndolo. Este enfrentamiento es entre Luciano y mi persona, no quiero testigos presenciando lo que Luciano podría llamar una falta de respeto.

. -Quédate aquí, no quiero interrupciones.

-Sí, señora.

No me molesto en llevarle la contraria a su término, es como seré llamada y deberé acostumbrarme a escucharlo más seguido. Se escucha un ruido fuerte desde esa zona que parece ser la oficina. Me encamino hacia el lugar. La puerta está abierta. No debería solo caminar dentro, lo sé. Me arrepiento al segundo, cuando veo la escena frente a mí.

La oficina es enorme, la pared de fondo es de cristal desde el suelo al techo, aun en esta altura se ve un atardecer espectacular. Un escritorio de madera oscura está al centro, en este, una cabellera negra es empujada por su cuello. Una chica está doblada con su culo al aire, detrás, está mi futuro esposo tomándola como una bestia.

Empujándose en ella como un animal, sigue vestido de la cintura hacia arriba y sus ojos cerrados. Su mandíbula dura en un anguloso gesto, sus cejas fruncidas. Ninguno de ellos está mirándome. Momentáneamente estoy a punto de gritar, pero las palabras de Medusa calan dentro. Ella sabe de qué habla, aunque no hizo alusión a ello, sé qué quizás fue entregada a Andrés sin amarlo.

Si ella hizo frente a un made man, yo intentaré hacerlo también.

Mi nombre es dicho en un gruñido varonil, es solo una exhalación. Por unos segundos creo me ha visto, pero no es de ese modo.

La chica continúa recibiendo sin hacer un solo ruido debajo. Luciano abre los ojos, sus azules mirándome intensos, impenetrables, observando mi presencia.

Pestañea, no creyendo tenerme delante de sus narices. Se detiene abriendo la boca y frunce sus cejas. Un tic aparece en su mentón. La máscara de frialdad adueñándose de ese rostro capaz de representar la portada masculina en alguna revista de modelos.

-Continúa -ordeno, ondeando mi mano como si fuera una petición sin importancia para mí. El Capo de la mafia, el Don... Luciano Salvatore parece desconcertado. La chica levanta sus ojos marrones buscando al intruso.

-Val...

-He dicho, continúa.

Mi insolencia merece castigo de muerte, así debería ser cobrado en su mundo. Yo, una mujer, ordenándole al capo. Mi padre moriría en este instante si viera o escuchara algo semejante. Camino al pequeño bar en la derecha . Está repleto de licor, me sirvo dos dedos de tequila mirando sobre mi hombro.

Una Mujer En La Mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora