En el Cuerpo de Bellatrix Lestrange

Capítulo 4

Tortura

🛑 Advertencia 🛑
Este capítulo contiene la maldición Cruciatus, por lo cual, se le considera Tortura.
Leer bajo sus propios términos.

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Todo era un caos horrible, no podía pretender dejar huir cuando tenía a mi alrededor a los verdaderos seguidores fieles del señor oscuro.

Tener que participar en las redadas, tener que pretender el mismo gusto, deber alzar mi varita y usar mi magia para atacar a otros muy al contrario de mi vida pasada. Había sido más llevadero haber hecho todos los cursos de Hogwarts pero aquí, sintiendo que para sobrevivir tenía que abandonar gran parte de mis principios.

Yo no quería hacer daño, yo no quería esta marca en mi piel, no quería estar al lado de estos compañeros y menos deseaba estar cerca al señor oscuro.

Era horrible tener que aguantar su mirada, su acercamiento, el tacto frío y su aliento que patético o no me causaba muchos nervios, y el infeliz de mi esposo no le podía importar menos que se así.

No me gustaba nada la situación, mi escape era mi hermana y Lucius, el muy oxigenado estaba felizmente cuerdo y sabía proteger a Narcissa. Tal vez no sería una vida fácil, pero protegería a mi familia, no dejaría que nadie muriera en nombre mía o del señor oscuro.

Y mi mundo cambió, cuando volví a ver a Severus.

Tan joven… la edad a la cual me había separado como Lily. Y ahí estaba él, entregándose a una vida que iría a arrepentirse siempre.

Lo sabía, lo recordaba.

Oh, Merlín… te suplico, déjame ayudarlo…

Nunca lo culparia… nunca…

Él era mi primavera, no dejaría que eso se marchitara.

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Gritos y gritos.

Gritos, jadeos, más gritos.

Gritos, llantos, nombres, jadeos.

Gritos, lloriqueos, súplicas, ayuda, nombres.

Gritos y más gritos, y más y más y más.

Eran gritos, y más gritos,

Gritos incesantes, torturosos, horribles, escalofriantes.

El sudor frío me recorría la espalda, cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos como un martillo golpeando una campana. Mis manos temblaban, pero no por el frío. Era la culpa, una serpiente fría que se enroscaba en mi estómago, apretando con fuerza, estrangulándome.

No quería hacerlo. No quería ser parte de esto. Pero me habían obligado, amenazado, manipulado. No tenía elección. Y ahora, las consecuencias se cernían sobre mí como una tormenta inminente.

Reía de los nervios y lloraba de la culpa, deseaba vomitar, exprimir mi estómago y votar todo.

Veía sus rostros, sus ojos llenos de miedo y dolor. Las palabras que les había dicho, las acciones que había realizado, se repetían en mi mente como un disco rayado. Cada vez que lo hacía, la serpiente se apretaba más, el dolor se intensificaba.

Quería gritar, quería vomitar, quería desaparecer. Quería borrar todo, volver atrás en el tiempo y cambiar las cosas. Pero sabía que era imposible. Ya estaba hecho.

No había forma de reparar el daño que había causado. No había forma de aliviar el dolor que había infligido. Y yo, atrapado en esta espiral de culpa y desesperación, solo podía esperar a que la tormenta me engullera.

Verlos, era morboso no quitar la mirada de primera fila y en carne propia en como dos seres humanos se retorcían y gritaban del dolor más grande de su vida sin poder librarse.

Sabía en carne propia lo que era, y ellos, con una vida por delante y un hijo, ahí, desgarrando sus gargantas, con expresiones del dolor máximo y sus cuerpos retorcidos de formas inconseguibles.

Al final, sí voté todo, exprimiendo mi estómago hasta vomitar sangre.

Era imposible, no ver nuevamente, no quería escuchar, no quería estar ahí.

Me sentía tan culpable, tan ansiosa, mi respiración se aceleraba y los nervios a flor de piel me hacían reír, estar loca por la inmensidad que nunca podría olvidar.

Quería estar en casa, quería…

¿Que quería?

Deseaba a mi familia, a quienes me amaron en mis vidas pasadas.

Pero en esta vida… era tan imposible…

Yo…

No sabía recordar

No quería recordar

No, ya no

Por favor

Quiero parar todo, retroceder

Y los gritos sesaron…

Pero sabía que seguían vivos…

Realmente… quería pedirle perdón al hijo que necesitaría de ellos…

A Neville…

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