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El atardecer cayó sobre la ciudad como un manto de sombras doradas. Los edificios de acero y cristal reflejaban el último resplandor del sol, mientras que las luces de las calles y las ventanas comenzaban a encenderse como estrellas en la oscuridad.

El aire crujía con el frío, y la niebla se arrastraba por las calles como una serpiente gris.

Jungkook, envuelto en su abrigo negro, caminaba con paso decidido por el pasillo de la empresa de Taehyung. Sus manos estaban hundidas en los bolsillos de su abrigo, y su mirada se mantenía fija en algún punto delante de él.

Eran casi las seis de la tarde y había ido por su alfa para ir juntos a cenar como habían quedado por la mañana, así que saludó a unos cuantos empleados de allí que se cruzó por el camino y se movió hacia el piso más alto del edificio.

Cuando estuvo frente a la oficina de Taehyung, se le hizo raro no ver a la Sra. Park en su cubículo como siempre, sin embargo, le restó importancia y caminó directamente hacia el frente para abrir la puerta principal.

Como era bien sabido en la empresa, Taehyung había otorgado a Jungkook acceso libre a todas las instalaciones. Por lo tanto, no necesitaba anunciarse ni esperar permiso. Con un suave giro de la manija, empujó la puerta y entró en la oficina de su alfa.

Sin embargo, hubo algo allí que no permitió que Jungkook avanzara ni un solo paso, su mano aún sosteniendo la manija de la puerta.

Su mirada se fijó en la escena que se desplegaba ante él, y su corazón se detuvo por un instante.

Ahí, en medio de la oficina, frente al escritorio de su alfa, estaba el omega de cabellos verdes que, recordaba, era el mismo de la noche en que se inauguró Zafiro.

La luz de la oficina resaltaba su silueta esbelta, y Jungkook pudo apreciar la delicadeza de sus facciones. El omega estaba dejando una bolsa de papel sobre el roble negro del escritorio de Taehyung, su movimiento lento y deliberado.

Jungkook se quedó inmóvil, su mano aún sosteniendo la manija de la puerta, su corazón latiendo con una mezcla de intriga y desconfianza.

Cuando se recompuso finalmente, cerró la puerta con un suave clic, y el sonido llamó la atención del otro omega. Este se giró hacia él, sus ojos verdes encontrando los de Jungkook con una mirada interrogativa.

Tomó una respiración profunda e inevitablemente inhaló el aroma de su alfa, envuelto por la dulzura de la miel y el perfume intenso de las peonías. El olor era familiar, íntimo, y Jungkook sintió una punzada de posesividad.

Apretó la mandíbula, su expresión endureciéndose mientras mantenía la mirada fija en el omega de cabellos verdes.

La tensión en la habitación se palpaba, y el silencio se convirtió en una presencia casi tangible.

"Disculpe, señor. No puede estar aquí" Yoongi le dijo, con una voz suave pero firme, como si estuviera acostumbrado a dar órdenes.

Cuando Jungkook escuchó al omega decir aquello, alzó una ceja, sorprendido por la audacia del omega, no obstante, guardó silencio y solo avanzó hacia el frente con las manos en sus bolsillos, deteniéndose a un solo metro del contrario, procurando no invadir su espacio pese a la cercanía.

Miró levemente hacia abajo puesto que él era mucho más alto que el otro y lo miró sin decir algo en concreto, más bien, lo que buscó al acercarse así, fue inhalar de su aroma con discreción y verificar si el de su alfa estaba directamente impregnado en el omega.

Min Yoongi en cambio no pudo percibir el aroma del alfa pese a la distancia, por lo que aludió que estaba usando supresores y dio un paso atrás, con las mejillas rosadas.

LIBRE ALBEDRÍO |Taekook|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora