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El suave murmullo del arroyo cercano y el viento acariciando las hojas de los arboles daba la bienvenida a un nuevo día. Los primeros rayos del sol apenas se asomaban por el horizonte, iluminando suavemente la tienda de acampar.

Jennie abrió los ojos con un suave jadeo escapando de sus labios, despertándose no por el sonido de la naturaleza, sino por algo muchas más intenso y delicioso. Sentía una corriente de placer recorrer su cuerpo, y al bajar su mirada soñolienta, se dio cuenta que Lisa era la culpable de eso. Estaba entre sus piernas, sus labios y lengua comiendo su coño con una devoción inquebrantable.

—L-Lisa... —murmuró Jennie, su voz rota por los gemidos que intentaba contener, mientras su cuerpo se arqueaba ligeramente por el placer que la recorría.

La vaquera levantó la mirada, sus ojos oscuros trasmitiendo mucho deseo. Lisa solo le sonrió antes de volver a concentrarse en su objetivo, agregando sus dedos largos los cuales se deslizaban con facilidad dentro de Jennie, provocando que la empresaria temblara con su toque.

Lisa se había despertado hace solos unos minutos, estaba tan acostumbrada a madrugar todos los días que no se le hizo raro ser la primera en recibir la mañana. Cuando su mirada capturo a una castaña profundamente dormida a su lado, con sus labios rojos entreabiertos y su piel desnuda apenas cubierta por la sábana, que dejaba a la vista sus pezones, fue sumamente tentador. Tanto que se le hizo agua la boca volver a probarla.

Y vaya que regalito le estaba dando a la morena.

Los gemidos suaves que al principio eran apenas susurros se convirtieron en sonidos más intensos. Jennie sentía cómo el calor se acumulaba dentro de ella.

—Dios... —susurró Jennie, con las manos hundidas en el cabello de Lisa, como si temiera que en cualquier momento pudiera detenerse.

Lisa intensificó el ritmo, jugando con cada parte sensible de Jennie, explorando cada rincón de su cuerpo que ya comenzaba a temblar. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, cómo tocarla, cómo leer cada reacción. Jennie podía sentir su clímax acercándose, y cuando llegó, lo hizo con una intensidad abrumadora, su cuerpo convulsionándose mientras un grito ahogado escapaba de sus labios.

Lisa ascendió por el cuerpo de Jennie con besos suaves, hasta que sus labios se encontraron en un beso profundo, lento, lleno de la pasión que las consumía.

—Buenos días.... —susurró Lisa contra sus labios, con una sonrisa juguetona.

Jennie, aún respirando entrecortadamente, no pudo evitar reír suavemente. —Definitivamente, la mejor manera de despertarse.

Lisa la miró, sus ojos aún brillando de deseo.—No pude resistirme...Soy adicta a ti—dijo mientras se inclinaba para besarla de nuevo.

Jennie atrapó el rostro de Lisa entre sus manos, obligándola a mirarla profundamente a los ojos. —Nunca dejes de desearme, Lisa —susurró con un tono lleno de ternura y lujuria al mismo tiempo—Porque yo tampoco dejo de hacerlo...

Las confesiones y palabras llenas de promesas que se daban provocaban que el corazón de ambas se aceleraban. Sin necesidad de decir nada más, Lisa la besó, esta vez más lento, pero con la misma deseo que las envolvía desde que se besaron por primera vez.

Sus cuerpos desnudos se unieron nuevamente, enredados entre las sábanas mientras el sol aparecía en todo su esplendor. Jennie gemía suavemente mientras la vaquera volvía a explorar cada rincón de su cuerpo como lo hizo ayer. Estaba totalmente entregada a aquella tailandesa que conoció hace solo un par de semanas.

Era como si la verdadera Jennie hubiera salido a relucir en todo su esplendor desde que puso un pie en las tierras de este lugar. No significa que fuera una hipócrita con sus sentimientos con las personas que la rodeaban, claro que no. Pero aquí, Jennie no tenía miedo de querer a otra mujer. Esa era la gran diferencia.

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⏰ Última actualización: Oct 04 ⏰

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Arizona | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora