Capítulo 1: Los Ángeles
Summer
—Cariño, no tienes que hacerlo. Ya eres mayor de edad, puedes quedarte aquí si quieres. Sé cuánto quieres a tus amigas, las conoces hace años, no quere...
—Mamá, ya lo decidí. Soy adulta y puedo con esto. Las chicas irán a visitarme o yo a ellas. No voy a dejaros solos. —Las palabras salieron con una facilidad que no sentía, esforzándome por mantener la calma.
Mientras guardaba mis cosas en la maleta, seguía sintiendo ese nudo en el estómago que siempre aparecía cuando pensaba demasiado. Sabía exactamente por qué me iba. No era solo por mi familia, sino también para alejarme de quién me seguía incluso en mis pesadillas, haciendo que las sombras de cada esquina me llenaran de una inquietud constante. Pero eso era algo que no quería compartir; no podía.—¡Nooo, por favor, quédate! Quiero quedarme con la habitación más grande —se quejó Bill, mi hermano menor. Recibió una colleja cariñosa de mamá por su alboroto. No pude evitar sonreír.
Era más fácil fingir que todo estaba bien, aunque en realidad estaba luchando por no pensar demasiado en esa persona que se aseguraba de ser un recuerdo constante. Al menos en Los Ángeles habría distancia suficiente entre nosotros dos.
—Vete, escarabajo, estamos hablando de cosas de mujeres, sangre, muuuucha sangre y sexo —le dije mientras le desordenaba el cabello rubio y él se marchó deprisa tras fingir una arcada.
—Hija, ¿estás segura? ¡Aquí tienes tu vida! ¡Tús amigas! ¡Y…
—Allí tengo a mi familia. Lo primero sois vosotros. —Ella soltó un suspiro de rendición y asintió—. Venga, mami, dame un abracito.
Extendí mis brazos hacia ella y rápidamente me apretó como un peluche. Tomé una bocanada de aire, sintiendo el aroma familiar que ella emanaba y que siempre me había tranquilizado.
—Mujeres de mi vida, a dormir, que es tarde. —Mi padre nos revolvió el pelo a ambas, cosa que me hizo esbozar una sonrisa sincera.Mi madre le dio una nalgada y se fueron entre risitas y cursilerías.
Por eso aún creía en el amor después de todo. Mis padres se querían como locos, siempre dispuestos a todo por el otro. No recordaba un solo día sin sus cursilerías, ni siquiera en las peores peleas.
Cerré la última maleta con un pequeño temblor y me hundí en la cama, agotada pero ansiosa por marcharme. Pronto me quedé dormida, dejándome llevar por el sueño y los recuerdos.
—¡Mamá! ¡¿Dónde está mi pantalón azul?! —gritó Bill a las cinco de la mañana, provocando un resoplido cansado de mi parte.
Intentaba comer algo rápido cuando empezó a gritar desde el pasillo, buscando desesperadamente su ropa perdida. Su caos era contagioso y me estaba sacando de quicio.
—¡Si no nos apuramos, vamos a perder el avión! —avisé, ya harta.
—¡Ya estoy, ya estoy! —Vino hacia mí con las maletas.
Mi madre apareció en la cocina con el cabello rubio en un estirado moño, su elegante falda de tubo gris, su camisa blanca perfectamente planchada y tacones negros. En ese momento me pregunté porqué yo y Bill habíamos salido tan poco sofisticados.
—¿Estamos seguros que es a esta hora? ¿No podemos dormir un poquitín más? —Detrás de ella estaba mi padre, en pijama y con deportivas. Respondiendo a mí duda anterior.
—¡Jacob! Vete a vestir, venga, que hacemos tarde —le regañó mi madre y él rodó los ojos.
—Vale, mamá… —dijo en un murmuro que se hizo escuchar, sabía cuánto le molestaba y por eso lo hacía con una sonrisa traviesa.
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Pensando en ti (Borrador n.2)
RomanceSummer, la boxeadora de encantadora sonrisa, había ganado el clasificatorio para los campeonatos nacionales a centenas de kilómetros de su casa. Estaba alegre, ¿quién no lo estaría? ¡Se había esforzado y lo había logrado! Sin embargo, a veces ocurre...