Capítulo 4: A mí nadie me pisotea
Summer
La pereza no solía describirme, pero esta mañana, solo quería quedarme en la cama descansando plácidamente.
Después de unos días empaquetando de nuevo las cajas y maletas para mudarme a la nueva casa con mis amigas, estaba aún aquí.
La idea, al principio, me había resultado encantadora, impactante, emocionante y miles de adverbios positivos más. Sin embargo, en el momento de la verdad, mi corazón había empezado a latir frenéticamente. ¿Estaba de verdad preparada para dar ese paso y separarme de mi familia aunque sean unos kilómetros de distancia? Cuando ese pensamiento había cruzado mi mente, sentía un pequeño atisbo de envidia y tristeza hacia Shawn, que lo había hecho con tanta facilidad hace años. Pero él tenía una razón clara para irse; yo no.
¿Estaba siendo exagerada y dramática? Probablemente sí. No podía negarlo. Sin embargo, algo en mi insistía en que debía dar este paso.
Eran mis mejores amigas, las de toda la vida, quienes siempre me apoyaron y siempre apoyé. Quiénes habían hecho todo aquello para estar cerca de mi y no dejarme sola.
Después de una larga charla con mi madre, quien me aseguró que sobrevivirían al estar a minutos de distancia y que debía aprovechar mi juventud... me había decidido finalmente.
Mis padres ya estaban al tanto, claro, ellos ayudaron a buscar la casa todo a mis espaldas. Me preguntaba si era yo tan distraída como para no haber notado nada o si ellos eran simplemente muy buenos a esconder las cosas que hacían.
Ahora, tirada en la cama, en medio del caos de maletas que había asegurado bajar, el despertador llevaba sonando desde hacía... ¿diez minutos?
Bufando, tanteé la mesita de noche, buscando a ciegas mi móvil; el cuál finalmente pude apagar.
Me levanté y enseguida me vestí con un conjunto deportivo gris, me até el pelo, lavé mi rostro y bajé a la cocina.
—Buenos dí... —Ahí estaban mis padres, a quienes interrumpí en su fase de cariño matutino.
—Bueno días, cariño. Ya tienes el batido de verduras y tú barrita energética sin aditivos —habló mi madre, con una sonrisa tímida y el sonrojo subiéndose por las mejillas al separarse del abrazo de mi padre.
Sonreí, tomé ambas cosas de la encimera y me senté en el taburete situado algo lejos de ellos, intentando darles intimidad.
Cada bocado era como tocar el cielo con el paladar. Ese era otro punto a favor de que mi madre fuera una cocinera, siempre hacía las cosas más ricas y saludables.
Al terminar, los miré con los labios apretados antes de hablar:
—Me van a avisar cuando llegue la carta de Shawn, ¿cierto? —Mi madre asintió mientras que papá le daba un apretón en el hombro—. Ya sé que diría lo mismo, pero lo sentiré... más cerca.
—Cariño, debes de ser positiva. Seguro que volverá muy pronto —dijo mi madre con una pequeña sonrisa que no le llegó a los ojos y negué con la cabeza, dejando las cosas en el lavabo.
—No soy Bill, mamá, no me debes de proteger de esto. Sé perfectamente que podría no volver en años… o hasta no enviar cartas —murmuré lo último.
Sentí la suave caricia de mi madre en el rostro y como mi padre pasaba una mano por mi cabello. Cerré los ojos con fuerza.
—Summer, sabemos cuánto te duele lo de Shawn, te puedes desahogar con nosotros. —Negué con la cabeza al escuchar las palabras de ella y me separé.
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Pensando en ti (Borrador n.2)
RomanceSummer, la boxeadora de encantadora sonrisa, había ganado el clasificatorio para los campeonatos nacionales a centenas de kilómetros de su casa. Estaba alegre, ¿quién no lo estaría? ¡Se había esforzado y lo había logrado! Sin embargo, a veces ocurre...