Capítulo 2: Sueños divididos

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El sol de la tarde bañaba el jardín de la familia Bakugo, hacía relucir el césped perfectamente cuidado, donde dos pequeños amigos, Katsuki Bakugo e Izuku Midoriya, se encontraban inmersos en un mundo de sueños y fantasías. La casa de los Bakugo, imponente y elegante, se erguía majestuosa sobre el vecindario, un reflejo del éxito y el prestigio de la familia. El padre de Katsuki, un renombrado doctor, había construido no solo un hogar lleno de lujos, sino también un entorno que exudaba seguridad y estabilidad.

A unos metros de distancia, una simple cerca de madera separaba ese mundo de privilegio del hogar de Izuku. La modesta casa de Inko Midoriya era pequeña y sencilla, pero irradiaba una calidez y acogimiento que envolvían a quien la cruzaba. Las flores que adornaban la entrada y las ventanas no eran solo decorativas, sino un reflejo del cuidado y el amor que Inko depositaba en todo lo que hacía. A pesar de las diferencias materiales entre ambas casas, compartían algo esencial: el amor y el afecto que las habitaba.

Deku, exhausto tras un día lleno de juegos y aventuras, dormitaba plácidamente sobre la suave hierba del jardín de los Bakugo. El sol cálido acariciaba su rostro, y en ese momento, el mundo parecía estar en paz. Katsuki, sin embargo, no parecía conocer el significado de la palabra "descanso". Con una energía inagotable, saltaba y corría de un lado a otro, imaginando hazañas grandiosas, en las que él siempre era el héroe indiscutible.

—¡Deku! ¡Despierta! ¡Tengo algo importante que decirte! —gritó Katsuki, su tono imperioso resonando en el aire. Había una urgencia en su voz que hizo que Izuku se revolviera, saliendo lentamente del reino de los sueños.

Deku se incorporó despacio, aun con los ojos pesados por el sueño. Se frotó los párpados con las manos pequeñas, tratando de despejarse.

—¿Qué pasa, Kacchan? —preguntó con voz adormilada, su rostro aún relajado por la calma del descanso.

Katsuki, con esa determinación que siempre lo caracterizaba, se acercó a grandes pasos y, sin esperar una respuesta clara, tomó la mano de Izuku con fuerza, como si el contacto físico sellara lo que estaba a punto de decir.

—¡Deku, tú y yo seremos familia en el futuro! —La declaración salió de su boca con firmeza, como si fuera una verdad absoluta, incuestionable.

Izuku abrió los ojos de par en par, su mente, todavía nublada por el sueño, tardaba en procesar lo que su amigo acababa de decir.

—¿Familia? ¿Qué quieres decir? —tartamudeó, aun sin poder creer las palabras que había escuchado.

Katsuki lo miró con la misma seguridad con la que siempre enfrentaba cada reto, esa confianza arrolladora que a menudo intimidaba a los demás, pero que Izuku siempre había admirado.

—¡Nos casaremos y viviremos juntos para siempre! —declaró Katsuki, con esa mezcla de inocencia y determinación que solo un niño podría tener. —Tú estarás siempre a mi lado y yo te protegeré de los malos.

Katsuki siempre había sido directo, pero esta vez lo había tomado por completo por sorpresa. ¿Casarse? La idea era tan extraña como encantadora.

—Pero... Kacchan, somos muy pequeños para pensar en eso —murmuró Izuku, bajando la mirada con timidez. Había algo en la seguridad de Katsuki que hacía que sus propias dudas se sintieran aún más grandes.

—¡Ya está decidido Deku! —respondió Katsuki con arrogancia, sin la menor duda en su voz. —Tú serás mi esposa y punto.

Izuku no pudo evitar reír ante la terquedad de su amigo. Katsuki siempre conseguía lo que quería, y aunque la idea lo había sorprendido, había algo reconfortante en la forma en que Katsuki veía su futuro juntos, como si fuera inevitable.

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