Capítulo 11: Separación Inminente

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Después de una noche reparadora, aunque llena de pensamientos y frustraciones, Katsuki Bakugo se enfrentaba a la realidad de lo que había intentado sin éxito. Había fallado estrepitosamente al intentar reservar una suite doble en un intento, quizás desesperado, por pasar más tiempo con Izuku. Tal vez una conversación, una excusa para estar juntos. Pero Izuku tenía otros planes.

El joven doctor, siempre práctico, había reservado una modesta habitación en un hotel cercano al hospital. Sin Masaru para interceder o crear excusas en favor de Katsuki, el pecoso simplemente se separó y tomó su propio camino, sin más palabras.

Se quedó con la amarga sensación de haber sido ignorado. Al final, tuvo que cancelar la reservación de la suite, con el corazón en pena, siguió en silencio a Izuku. Cuartos separados. Era lo lógico, lo racional. Pero en lo profundo de su ser, Katsuki esperaba más.

¿Qué esperaba realmente? Se maldijo a sí mismo mientras caminaban. ¿Que Izuku lo perdonara de la nada? ¿Que, tras años de distancia y heridas no cerradas, de pronto tuviera una pijamada con él como si nada hubiera pasado? Ni siquiera le había pedido disculpas. Porque, en el fondo, sabía que era un cobarde.

—Es más fácil vivir con la incertidumbre que enfrentar un "no" directo —pensó Katsuki, con amargura, mientras el eco de sus propios pasos resonaba en el suelo del hotel. El silencio entre él e Izuku era ensordecedor, pero Katsuki no se atrevía a romperlo. Sabía que la culpa y la inseguridad lo mantenían en trance realizando las acciones en automático.

Izuku, por otro lado, no mostraba signos de hostilidad, rechazo o incomodidad. Había encontrado paz, una paz que Katsuki aún no sabía cómo alcanzar o siquiera pensar merecer.

Al final de la noche, ambos entraron a sus respectivos cuartos, con una distancia física y emocional que se mantenía firme. Katsuki se dejó caer sobre la cama, mirando al techo, frustrado por su propia incapacidad de actuar.

—Eres un maldito cobarde, Bakugo —se murmuró a sí mismo, con un nudo en su estómago creciendo.

Al día siguiente, Izuku estaba completamente listo para comenzar su aprendizaje en el hospital. Su mente estaba enfocada, y aunque había pasado la noche anterior más tranquilo, una pequeña duda se alzaba en su cabeza. ¿Por qué Katsuki seguía ahí? Era algo que lo desconcertaba.

Ambos llegaron al hospital, y al entrar, fueron recibidos nuevamente por la jefa de enfermeras, Kaoruko Awata, la chica del día anterior.

—Solo dame un minuto para ubicar a tu superior —dijo con una sonrisa mientras realizada una llamada en el teléfono fijo del hospital. Izuku se colocaba el gafete que le fue entregado por la peliazul con la leyenda: "Dr. Midoriya".

Izuku se volvió hacia Katsuki, quien seguía a sus espaldas en silencio como una sombra. A veces se le olvidaba siquiera que estaba con él. Muchas veces notaba a su vecino perdido en sus pensamientos y en ocasiones notaba su pesada miraba por momentos bastante prolongados.

—Gracias por todo, Katsuki. Creo que aquí nos separamos —soltó con un tono de genuino agradecimiento, se inclinó ligeramente en señal de respeto.

Katsuki lo observó, claramente confundido.

—¿A qué te refieres? —preguntó, cruzando los brazos. Izuku observo ese viejo seño fruncido tan característico del cenizo, hasta lo había extrañado. Lo observo un poco más, analizando la situación. Katsuki siempre había sido impredecible, pero esta vez no sabía qué esperar.

—Pues yo me quedo en Fukuoka —respondió Izuku, señalando hacia el suelo, dando a entender que esté seria su hogar momentáneamente — ¿Quieres que te pague el viaje de regreso, quizás? —agregó, con un aire de confusión, sin estar seguro de cuál era el plan de Katsuki.

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