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•1987•
La Calma en Medio del Caos

La ciudad de Nueva York estaba más caótica de lo usual, con las calles llenas de gente corriendo y gritando ante el más reciente ataque de los villanos mutantes. Sin embargo, en medio de todo ese caos, dos figuras destacaban por su calma y destreza. Leonardo lideraba el camino, asegurándose de que su amigo, Miyamoto Usagi, lo siguiera de cerca mientras esquivaban escombros y evitaban a los villanos que intentaban capturarlos.

—¡Por aquí, Usagi! —Leonardo gritó mientras cortaba un camino entre los robots de Shredder con su katana. La preocupación estaba escrita en su rostro. Usagi era un guerrero hábil, sí, pero Leonardo no podía evitar sentir la necesidad de protegerlo. No estaba en su mundo, y todo lo que pasaba a su alrededor era demasiado diferente a lo que estaba acostumbrado.

—Estoy bien, Leonardo —respondió Usagi con una calma impecable, esquivando a uno de los robots con un elegante movimiento de su espada. Mientras mantenía su postura firme, parecía completamente en paz a pesar de la situación. Sus ojos serenos observaban a Leonardo con una leve sonrisa.

Leonardo no bajaba la guardia. Había algo en la tranquilidad de Usagi que, aunque lo admiraba, le ponía nervioso. No quería que su amigo bajara la guardia ni por un segundo.

—No es momento para relajarse, Usagi —dijo Leonardo mientras bloqueaba otro ataque enemigo—. Tenemos que salir de aquí lo antes posible.

Usagi asintió, siempre respetuoso ante el liderazgo de Leo, pero mantenía su calma inmutable. —Confío en tu juicio, Leonardo. Sabes lo que haces, y estoy seguro de que nos sacaremos de esta situación ilesos.

Finalmente, lograron escapar del ataque y encontraron refugio en un callejón tranquilo, alejado del caos. Leonardo estaba aún tenso, mirando a su alrededor para asegurarse de que no hubiera enemigos cerca.

—¿Estás seguro de que estás bien? —preguntó Leonardo, acercándose a Usagi, preocupado por cualquier posible herida.

Usagi, con su habitual serenidad, se acomodó su espada en la cintura y lo miró con una sonrisa tranquila. —Estoy bien, amigo. Siempre estoy agradecido por tu preocupación, pero como ya te dije, confío en ti. Con tu liderazgo, sé que estaré a salvo.

Leonardo suspiró, aunque seguía sintiendo la necesidad de cuidar a Usagi. —No puedo evitarlo. Sé que eres fuerte, pero este mundo es muy diferente al tuyo. Y no puedo dejar de sentir que tengo que protegerte, pase lo que pase.

Usagi lo miró con gentileza y dio un paso adelante, colocando una mano en el hombro de Leonardo. —Tu sentido de responsabilidad es lo que te hace un gran líder, Leonardo. Y también es por eso que confío en ti. Pero recuerda, no tienes que llevar todo el peso solo. Estoy aquí contigo.

La sinceridad en la voz de Usagi calmó un poco la tensión de Leonardo. Usagi siempre tenía una manera de traer paz a cualquier situación, incluso a los corazones más agitados. Leonardo asintió, aceptando sus palabras, aunque el instinto de protegerlo no desapareció del todo.

—Gracias, Usagi —respondió Leonardo, más tranquilo, aunque aún determinado a cuidar de su amigo—. Sigamos adelante, pero no dudes en decirme si necesitas ayuda.

—Lo haré, pero ten por seguro que te cubriré la espalda también —dijo Usagi con una sonrisa amable, mientras ambos se preparaban para volver al combate.

El caos seguía reinando en la ciudad, pero con la serenidad de Usagi y la determinación protectora de Leonardo, sabían que juntos podían enfrentar cualquier cosa. Y, de alguna manera, en medio de todo el caos, había una sensación de equilibrio y paz que solo podía existir entre dos guerreros que confiaban el uno en el otro.

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