•2014•
Un Encuentro del DestinoEra una noche tranquila en Nueva York. Leonardo, líder de las Tortugas Ninja, estaba en una de sus patrullas solitarias, saltando de un tejado a otro con la habilidad adquirida tras años de entrenamiento. El peso de la responsabilidad de ser el líder siempre lo acompañaba, pero a veces necesitaba estos momentos de paz, solo él y las estrellas. Sus hermanos estaban ocupados en su propia misión, así que esa noche, estaba solo.
O al menos, eso pensaba.
En el momento en que aterrizó en el siguiente tejado, Leonardo sintió algo extraño en el aire, un cambio en el ambiente. Instintivamente, llevó su mano a las katanas en su espalda, listo para cualquier ataque. Pero antes de que pudiera desenvainarlas, un destello blanco apareció frente a él.
—¿Quién eres tú? —Leonardo habló en voz baja, con sus sentidos agudizados.
Frente a él, una figura alta, esbelta y con orejas largas emergió de las sombras. Un guerrero con armadura ligera, portando una katana, avanzaba con pasos calculados. Leonardo no podía creer lo que veía. Un conejo... ¿samurái?
—Mi nombre es Miyamoto Usagi —respondió el extraño, con una voz tranquila pero firme—. Y no busco pelea.
Leonardo mantuvo sus katanas envainadas, pero no bajó la guardia. —Eso depende... ¿qué haces aquí?
Usagi lo miró directamente a los ojos, con una calma que descolocó un poco a Leonardo. El conejo parecía sereno, seguro de sí mismo. A diferencia de muchos otros guerreros a los que se había enfrentado, Usagi no parecía estar buscando una batalla, pero tampoco daba señales de ser débil.
—He llegado a este mundo por accidente —explicó Usagi—. No sé cómo he terminado aquí, pero mi intención no es hacer daño. Busco respuestas.
Leonardo observó al extraño samurái durante unos segundos más. Su instinto le decía que Usagi no mentía, y algo en su porte le recordaba al maestro Splinter: nobleza y disciplina.
—¿Accidente? —repitió Leonardo, relajando ligeramente su postura—. ¿Qué tipo de accidente te trajo hasta aquí?
Usagi bajó la mirada por un momento, como si tratara de comprenderlo él mismo. —Un portal. No soy de este mundo, pero al cruzar, me encontré aquí, en tu ciudad. Y mientras busco la forma de regresar a mi hogar, quiero asegurarme de que mi presencia no cause problemas.
Leonardo soltó un suspiro, reconociendo que Usagi estaba tan perdido en esa situación como él. —Bueno, te entiendo... Nueva York puede ser un lugar complicado. —Finalmente, Leo guardó del todo su postura de combate y le ofreció una sonrisa leve—. Yo soy Leonardo. Y, si lo que dices es cierto, tal vez pueda ayudarte.
Usagi inclinó la cabeza levemente en señal de respeto. —Agradezco tu oferta, Leonardo. Aunque soy capaz de defenderme, sé que este no es mi mundo, y podría necesitar orientación.
Leonardo sintió una extraña conexión con Usagi. Tal vez era porque ambos compartían la vida de guerreros, o tal vez por el modo en que el samurái manejaba la situación con tal tranquilidad. Fuera lo que fuera, decidió seguir su instinto.
—Sígueme. Te llevaré a mi base —dijo Leonardo, mientras empezaba a caminar por el borde del tejado—. Mis hermanos pueden estar un poco... bueno, son un poco caóticos, pero son buena gente.
Usagi lo siguió con elegancia, sus movimientos suaves y calculados, demostrando la disciplina que tenía como samurái.
—No te preocupes, estoy acostumbrado a los comportamientos excéntricos —comentó Usagi con una leve sonrisa.
Leonardo lo miró de reojo, sorprendido por la broma sutil. No esperaba eso de alguien como él. Parecía tan serio, pero esa pequeña chispa de humor le dio a Leonardo una idea de que Usagi no era tan rígido como aparentaba.
—Bueno, entonces encajarás perfectamente con nosotros —respondió Leonardo, con una risa suave. A medida que avanzaban por los tejados, la tensión inicial entre ellos se desvanecía lentamente.
Al llegar a una azotea cercana, Leonardo hizo una pausa y miró a Usagi con algo más de curiosidad. —Entonces, ¿siempre has sido un guerrero? Porque, déjame decirte, no es común ver a un conejo con katana por aquí.
Usagi asintió con calma, su mano descansando en la empuñadura de su arma. —He sido un samurái toda mi vida. Es lo que soy, y siempre lo seré. ¿Y tú? Parece que también has sido entrenado en las artes del combate.
—Lo he sido —respondió Leonardo—. Desde que tengo memoria. Mis hermanos y yo fuimos entrenados por nuestro maestro para proteger esta ciudad. —Se detuvo un momento, observando la reacción de Usagi—. Supongo que somos más parecidos de lo que pensaba.
Usagi asintió nuevamente, su expresión calmada y reflexiva. —Es raro encontrar a alguien con un camino similar al mío en un mundo tan diferente. Pero sí, parece que compartimos más de lo que imaginamos.
Hubo un momento de silencio entre ellos, uno que no se sintió incómodo, sino lleno de comprensión. Aunque venían de mundos completamente distintos, ambos sabían lo que significaba llevar una vida de honor y sacrificio.
—Entonces, ¿cómo es tu mundo? —preguntó Leonardo finalmente, genuinamente curioso por saber más sobre este guerrero que había aparecido de la nada.
Usagi sonrió suavemente. —Es muy diferente a este, más pacífico en algunos aspectos, pero igual de complicado en otros. Es un lugar donde el honor lo es todo, y donde cada día es una prueba de tu carácter.
Leonardo asintió, comprendiendo perfectamente a lo que se refería. —Suena... interesante. Aunque aquí en Nueva York, el honor no es exactamente algo que muchos valoren.
—Tal vez, pero en ti puedo ver que eso no ha cambiado —respondió Usagi, mirando a Leonardo con un brillo en los ojos—. Eres un guerrero honorable, Leonardo. Eso es lo que importa, no el lugar en el que te encuentres.
Leonardo sintió una calidez en su pecho al escuchar esas palabras. No era común que alguien reconociera su esfuerzo por seguir el camino del honor, especialmente cuando su vida estaba llena de caos y constantes batallas.
—Gracias, Usagi —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa—. Creo que ambos podemos aprender mucho el uno del otro.
Usagi inclinó la cabeza en señal de respeto una vez más. —Estoy de acuerdo, Leonardo. Y estoy seguro de que esta no será nuestra única batalla juntos.
Y así, en medio de la ciudad que nunca duerme, dos guerreros de mundos diferentes se encontraron por primera vez, forjando un lazo que los llevaría a compartir mucho más que una simple batalla. Leonardo y Usagi sabían que el destino los había unido, y en el futuro, enfrentarían muchos desafíos juntos, como aliados... y tal vez, algo más.