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•2012•
Una Lección en Silencio

Era una noche tranquila en las afueras de Nueva York, lejos del bullicio de la ciudad. Leonardo había invitado a Usagi a un lugar que consideraba especial, una colina alta que daba una vista increíble de las luces brillantes de la ciudad. Ambos caminaban en silencio, sus espadas descansando en sus espaldas, y el sonido de sus pasos en la hierba era lo único que rompía el tranquilo silencio.

Leonardo no había dicho mucho desde que llegaron, lo cual era extraño para él. Usagi, siempre observador y perceptivo, notó la tensión en su amigo, pero decidió no mencionarlo inmediatamente. Sabía que Leonardo a menudo intentaba cargar con todo el peso solo, y que no siempre era fácil para él abrirse.

Cuando llegaron a la cima de la colina, Leonardo finalmente habló.

—A veces... siento que no estoy haciendo lo suficiente —dijo, mirando la ciudad a lo lejos—. Con todo lo que está pasando, los Kraang, Shredder, siento que podría estar haciendo más para proteger a mi familia.

Usagi lo escuchó en silencio, dejándole hablar.

—Quiero ser el mejor líder que pueda ser, pero... hay días en los que me siento abrumado. Siempre tengo que estar alerta, siempre tengo que proteger a mis hermanos... —Leonardo hizo una pausa, bajando la cabeza.

Usagi, con su calma habitual, se sentó junto a Leonardo y observó el paisaje por un momento antes de responder.

—Es comprensible que sientas eso, Leonardo. Un buen líder siempre se preocupa por los demás. Pero no debes olvidar que no estás solo en esto. No eres el único que lucha, y no eres el único que protege.

Leonardo giró la cabeza para mirarlo, algo confundido por su respuesta.

—Tus hermanos confían en ti porque saben que los lideras bien —continuó Usagi—. Pero también saben cómo cuidarse entre ellos. Del mismo modo, yo soy un guerrero, igual que tú. Sé que sientes la necesidad de protegerlos a todos, y lo aprecian, pero no necesitas cargar con todo solo. Tienes un equipo, y también tienes a amigos como yo que luchamos a tu lado.

Leonardo se quedó en silencio por unos segundos, dejando que las palabras de Usagi calaran hondo. Sabía que su amigo tenía razón. Siempre había querido ser el protector de todos, pero eso no significaba que no pudiera confiar en los demás.

—Lo sé, pero... a veces es difícil bajar la guardia —admitió Leo, bajando la vista. Había algo en la presencia serena de Usagi que le permitía abrirse de una manera que no podía con otros.

Usagi sonrió levemente, su paciencia y amabilidad siempre presentes. —Entiendo. Pero si nunca bajas la guardia, te agotarás, Leonardo. Y un líder cansado no puede proteger a nadie.

Leonardo suspiró, dejando salir la tensión que había acumulado durante tanto tiempo. Usagi siempre tenía una forma de recordarle lo que era importante, de calmar su mente cuando se volvía demasiado agitada.

—Supongo que tienes razón, Usagi —dijo Leonardo, finalmente permitiéndose sonreír un poco. Miró a su amigo, agradecido por la paciencia y la sabiduría que siempre mostraba—. No sé qué haría sin alguien como tú.

—No tienes que hacer nada sin mí —respondió Usagi con su típica calma—. Siempre estaré aquí para recordarte que no necesitas cargar con el peso del mundo tú solo.

Leonardo se sintió más ligero, como si parte de la carga que llevaba en sus hombros hubiera disminuido. Usagi siempre lograba eso, con su calma, su manera tranquila de ver el mundo. En ese momento, Leonardo supo que no solo tenía un gran aliado, sino también un verdadero amigo en quien podía confiar completamente.

—Gracias, Usagi. Por escucharme... y por estar aquí.

Usagi asintió con una pequeña sonrisa. —Siempre.

Con el viento suave soplando a su alrededor y las luces de la ciudad titilando a lo lejos, los dos guerreros se sentaron en silencio, sabiendo que, aunque el futuro les deparara más batallas y desafíos, no tendrían que enfrentarlos solos.



















Me aburro alv

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