Capítulo 4

3 0 0
                                    

-¿Cuánto tiempo crees que nos lleve...? -Mi voz sonaba más apagada de lo que esperaba. Bajé la mirada, jugueteando con las mangas de la túnica que Morgana me había dado. Aún no me acostumbraba a esa sensación de estar atrapada en el tiempo, como si el reloj se hubiese detenido en un siglo que no era el mío.

Morgana suspiró. Parecía más preocupada de lo que quería mostrarme, sus ojos grisáceos buscaban algo en el aire, tal vez una respuesta que ninguna de las dos teníamos.

-Es difícil saberlo, Elvira. Esto no es algo que ocurra todos los días... ni siquiera en todos los siglos. -Su tono era suave, pero firme. Como si estuviera tratando de tranquilizarme y al mismo tiempo de preparar el terreno para lo peor.

Mi corazón se encogió. No podía quedarme allí para siempre, rodeada de personas que no sabían ni imaginarían que yo venía de un futuro tan lejano. Pero, mientras no encontráramos una manera de revertir lo que había pasado, no tenía otra opción.

-¿Y si nunca...? -empecé, pero Morgana me interrumpió antes de que terminara la frase.

-No. -Sus ojos me miraron con seriedad-. No vamos a pensar así. Hay una solución, estoy segura, pero lo primero es que no llames la atención. Cuanto más tiempo pase sin que la gente sospeche, más tranquila estarás mientras buscamos la forma de arreglar todo esto.

Me mordí el labio, asintiendo aunque el nudo en mi estómago no desaparecía. No sabía cuánto tiempo podría mantener esa fachada, pero Morgana tenía razón: lo primero era integrarme, pasar desapercibida y aprender a moverme en este mundo que no era el mío.

-¿Y cómo se supone que lo haga? -pregunté, frustrada. Mi tono sonó más brusco de lo que pretendía, pero estaba agotada. Quería volver a casa. Quería ver mi teléfono, conectarme a Internet, hacer todo lo que conocía. Y en cambio, estaba aquí, rodeada de paredes de piedra y calles empedradas.

-Por suerte para ti, mañana hay un mercadillo en el pueblo. -Morgana se cruzó de brazos y esbozó una pequeña sonrisa, casi divertida-. Todos los habitantes de Almaraz ponen pequeños puestos con sus cosas. Algo así como tiendas de bienes usados. Es el momento perfecto para que te presentes en sociedad.

-¿Mercadillo? -Repetí, parpadeando. El término no sonaba demasiado fuera de lugar, pero la idea de interactuar con todos esos extraños me ponía un poco nerviosa.

-Sí. Y más allá de vender o comprar, la gente va para charlar, compartir historias, y enterarse de las novedades del pueblo. Allí puedes observar cómo se comportan, cómo hablan, cómo piensan. Es un buen lugar para aprender, y también para que los demás te vean. Nadie sospechará de una recién llegada si se mezcla de forma natural.

La idea no me entusiasmaba demasiado, pero tenía sentido. No podía quedarme escondida en la casa de Morgana para siempre. El tiempo seguía avanzando, aunque no lo sintiera de la misma manera. Si quería encontrar una salida, tenía que empezar a adaptarme. Al fin y al cabo, Morgana estaba haciendo lo posible para ayudarme, y eso incluía hacerme pasar como una más.

-¿Y qué voy a decirles cuando me pregunten de dónde vengo? -insistí, algo escéptica-. No puedo simplemente inventarme una historia.

Morgana me observó en silencio un instante antes de responder.

-No te preocupes por eso. He estado pensando en ello. Dirás que eres una pariente lejana mía que ha venido de otra región. Nadie te hará demasiadas preguntas si mantienes un perfil bajo. Solo necesitas parecer interesada en lo que sucede aquí y mostrar curiosidad. Te ayudaré a hacer lo que sea necesario para que te sientas cómoda y segura. -Pausó un momento antes de continuar-. Ya verás, cuando la gente te vea en el mercadillo, aceptarán tu presencia como algo natural. A todos les encantan las nuevas caras.

Un amor cruzado en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora