Alice y Rosalie

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El nudo en mi estómago no desaparece mientras miro a Alice y Rosalie Cullen. Todo el comedor sigue observándonos. Puedo sentir el peso de sus miradas, como si cada movimiento mío fuera motivo de interés. Es inquietante, porque nunca me ha gustado ser el centro de atención, y ahora, de repente, aquí estoy, atrapada en el ojo del huracán por la simple razón de estar sentada con dos de las chicas más misteriosas y fascinantes de la escuela.

Miro de reojo hacia la mesa donde están Emmett, Jasper y Edward. No es difícil notar que incluso ellos parecen estar mirándonos. Edward tiene una expresión impasible, como si intentara no mostrar mucho interés, pero puedo sentir sus ojos sobre nosotras. Jasper parece más relajado, pero hay algo en su mirada que me hace sentir evaluada, como si estuviera tratando de descifrar qué está pasando. Emmett, por otro lado, está sonriendo de manera casi burlona, como si disfrutara de la situación. Me siento expuesta, como si estuviera siendo observada no solo por mis compañeros de escuela, sino también por este grupo que parece estar por encima del resto de nosotros, en todos los sentidos.

Intento mantener la calma mientras desenvuelvo uno de mis sándwiches, aunque mi apetito ha disminuido considerablemente. Alice sigue mirándome con esa sonrisa alegre y despreocupada, como si no notara o simplemente no le importara toda la atención que nos rodea. Rosalie, aunque más reservada, tiene una ligera sonrisa en los labios, una que me hace sentir aún más incómoda porque no puedo descifrar qué está pensando.

—¿Qué tal va tu día? —pregunta Alice de repente, su tono ligero pero cargado de interés genuino.

—Bien, supongo —respondo, sin saber exactamente qué más decir. La situación es demasiado surrealista para actuar con total normalidad.

Alice y Rosalie se intercambian una mirada rápida antes de que Alice tome la iniciativa de nuevo, esta vez yendo directo al punto:

—En la última clase de matemáticas, el profesor pidió que nos formáramos en grupos de tres para trabajar en las cinco prácticas que tenemos que entregar el próximo mes. Rosalie y yo pensamos que podrías querer unirte a nosotras... si no te molesta, claro.

La sorpresa me golpea de lleno. Me quedo mirándola, parpadeando un par de veces, sin saber cómo responder al principio. Las palabras de Alice tardan unos segundos en asentarse en mi cerebro. ¿Ellas quieren que me una a su grupo? Mi cabeza da vueltas, tratando de entender por qué me elegirían a mí de entre todos los demás.

—¿A mí? —pregunto, como si necesitara confirmación de lo obvio.

Alice asiente con entusiasmo, como si fuera lo más normal del mundo.

—Sí, a ti. Creemos que sería divertido trabajar juntas.

Rosalie, que hasta ahora ha mantenido una expresión más neutral, sonríe, una sonrisa pequeña pero que me sorprende. Hay algo en su mirada, casi como si estuviera satisfecha con mi sorpresa. Parece que se esperaba esta reacción.

—Claro, si quieres —añade Rosalie—. No te sientas obligada.

No sé qué decir. Estoy en shock, en serio. En matemáticas, apenas hablo con nadie. Es una de esas clases en las que simplemente asumo que seré asignada a un grupo al azar, pues es una clase en la que Daisy no está, por lo que no me importa mucho con quien hacer equipo. Pero la idea de trabajar con Alice y Rosalie, con todo lo que eso implica, me deja sin palabras.

—Uh... claro, está bien —respondo finalmente, intentando sonar más segura de lo que me siento en ese momento—. Me parece una buena idea.

Alice casi salta de emoción en su asiento. Sus ojos dorados brillan como si hubiera ganado una especie de premio, y su sonrisa se ensancha aún más.

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