En ese entonces, Tony tenía unos 13 años, lo que significa que estaba en secundaria. Fue al entrar a la secundaria cuando empezó a hacerse más notorio en los pasillos, aulas y actividades.
Le encantaba sobresalir siendo él mismo.
Cuando Tony caminaba por los pasillos con la frente en alto, una gran sonrisa y un delineado digno de una diosa egipcia, atraía muchas miradas, cada una con un mensaje distinto.
Había miradas de odio, envidia, admiración, enojo y hasta uno que otro suspiro de chicos inseguros de su sexualidad.
Pero, por encima de todo eso, Tony nunca bajaba la cabeza. Su madre le había enseñado que si la bajaba, se le caería la corona, y él siempre sería la reina, dentro o fuera del lugar.
—Además, no hay reina sin corona —dijo Tony, mirando al frente—. Y ya, déjame seguir narrando y camina.
En la fiesta de graduación, Tony dio su primer beso en medio del pasillo, con el jugador estrella de baloncesto, quien nunca había ocultado lo loco que estaba por él.
—Mamá, no me siento cómodo con esto —dijo Tony, ajustándose un traje azul marino con una corbata negra.
—Lo sé, pero esperaba a que lo dijeras —respondió Laura, saliendo de la habitación solo para regresar con un hermoso traje rosa pastel—. Esto es para ti —sonrió.
—Eres la mejor, mamá —dijo Tony, tomando el traje y yendo al baño a cambiarse. Al salir y verse en el espejo, sonrió y dio algunas vueltas, admirando cómo el traje resaltaba su figura.
—Pero... —pensó su madre en voz alta— te falta algo de maquillaje —dijo, sacando brochas y sombras.
Laura comenzó a maquillar con habilidad, agregando colores y glitter.
Cuando Tony se vio en el espejo, quedó impresionado por el espléndido maquillaje que su madre le había hecho. —Wow, ¿quién te enseñó a maquillar así? —preguntó boquiabierto.
—Mi hermoso hijo me enseñó todo lo que sé —respondió ella, pasándole la mano por el cabello. Llevaba una hermosa sombra rosa, igual que el traje. Justo debajo de sus cejas, una línea de perlas blancas simulaba un delineado. Tenía un rubor suave, algo de brillo en la nariz y, en los labios, un delineado con lápiz marrón y un color rojo manzana en el centro, el mismo gloss que su madre le regaló cuando tenía 13 años.
Y pensar que había mantenido ese gloss durante tres años. Cuando Tony se apegaba a algo por tanto tiempo, era porque significaba mucho para él.
—¿Quieres que tu padre te lleve? —preguntó Laura.
—No. Alguien viene a recogerme —respondió con una sonrisa.
—Escuché que alguien viene a recogerte —dijo Miguel, entrando a la habitación con las manos en la cintura.
—¿Nos estabas espiando? —preguntó Laura.
—No... —dijo él, alargando la "o"— pero dime, ¿quién es? Tengo que saber con quién sale mi hijo —sonrió, mirando a su esposa.
—Bueno... se llama Meliodas, tiene hermosos ojos azules, es rubio, blanco y muy alto, porque es el líder del equipo de baloncesto.
—Mmm... interesante —dijo su padre—. Tengo que hablar con él antes de que se lo lleve.
—Por favor, papá...
—Nada de "por favor", tengo que dejarle las cosas claras.
—Déjalo, sabes cómo es —dijo Laura. Tony resopló y asintió.
Bajaron las escaleras justo cuando sonaba el timbre. Su padre abrió la puerta y lo miró con una ceja levantada.
—Buenas noches, señor. Vengo a recoger a su hijo —dijo Meliodas, firme y sin dudar. Primer punto a su favor.
Miguel asintió y lo dejó pasar. Podía ser intimidante a veces por su tamaño: un hombre de casi dos metros, con piel morena y mirada penetrante, pero a Meliodas no pareció afectarle.
Entró con un hermoso ramo de flores en la mano, claramente más nervioso por ver a Tony que por conocer a su padre. Se quedó de pie hasta que Tony bajó, y cuando lo vio, quedó impresionado por lo hermoso que estaba.
—Hola —dijo Tony.
—Hola —respondió Meliodas—. Esto es para ti —añadió, entregándole las flores con cierta timidez.
—Son hermosas —dijo Tony, oliéndolas. Las puso en un florero cerca de la puerta y le sonrió al chico de ojos azules. Meliodas le ofreció el brazo, y Tony lo tomó gustoso. Sus padres observaban la escena con sonrisas cómplices.
Salieron y Meliodas abrió la puerta del coche para Tony, luego subió él y se dirigieron a la escuela.
Al llegar, todos los observaron. Muchos pensaban que lo de Meliodas con Tony era parte de una apuesta o una broma, pero no era así.
Una vez dentro, tomaron unas copas de jugo y se sentaron. Luego, comenzaron a bailar al ritmo de una melodía lenta que llenaba el salón.
— Sabes?... Tú... Emm... — Meliodas buscaba las palabras correctas para saltar lo que quería decir hace tanto tiempo. — Anthony... Me gustas mucho. Desde el principio, desde el mismo instante que te vi entrar a mi aula porque estabas perdido. Me gustas como no sabes como y quiero que seas mío, quiero que sepan que eres mío. Anthony... Puedo ser tu novio? — Soltó Meliodas con el corazón queriendo salir de su pecho.
— Si, su puedes — Dijo Tony sin pensarlo siquiera. Meliodas sonrió de la emoción besó los labios carnosos de Tony. Arrepintiendose luego.
— Lo siento, fue... Lo siento — dijo mirando a otro lado. Tony tomó su rostro y volvió a besar los labios del rubio, teniendo que ponerse de puntillas porque este se había enderezado.
Al terminar el beso, Meliodas sonrió y al poner atención a todos los que lo rodean, se dió cuenta de que todos los estaban mirando con la boca abierta. Tony bajó la mirada pensando que Meliodas se había avergonzado e intentó apartarse pero el rubio no lo permitió volviendo a acercarlo a él, agarrandolo de la cintura y volviendo a unir sus labios. — Te amo, Anthony — dijo antes de volver a besarlo y todos aplaudieron, llenando el lugar de euforia.
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Sin Pedir Permiso ©
Teen Fiction"Sin Pedir Permiso" es la historia de una mujer que desafía un sistema corrupto, machista y homófobo, rompiendo barreras y destruyendo los estereotipos que la sociedad le impuso. A través de su ambición, inteligencia y fuerza de voluntad, Kehlanie r...