Astros.
Gleen, un joven explorador espacial, ha logrado lo impensable: liderar a su tripulación en una misión sin precedentes hacia las profundidades del océano del universo.
Cuando la juventud de Gleen choca con la brutal realidad del cosmos, la l...
La nave de Gleen y su tripulación había logrado aterrizar en el océano cósmico con éxito, y ahora se encontraban orbitando uno de los planetas más fascinantes que habían visto hasta el momento. Las capas de color intensas que rodeaban el planeta brillaban con una intensidad inusual, reflejando una belleza espectacular.
Gleen se encontraba contemplando la vista desde la ventana principal, sus pensamientos aun reviviendo la emoción del aterrizaje. De repente, una alarma suave, pero persistente comenzó a sonar en la cabina.
—¿Qué sucede? —preguntó Lena, una de las científicas del equipo, mientras miraba los monitores.
—Parece que estamos recibiendo una señal extraña desde la superficie —respondió Gleen—. Es una señal repetitiva, pero no coincide con ninguna conocida.
Tom, el ingeniero, se puso a trabajar para descifrar el origen de la señal. Mientras tanto, el resto del equipo comenzó a preparar la exploración y descender al planeta para investigar.
—Puede ser una forma de comunicación de una civilización avanzada —sugirió Lena—. O tal vez algún fenómeno natural que aún no entendemos.
Con precaución, Gleen lideró el descenso hacia la superficie, sobrevolaron el terreno que parecía hostil, fueron recibidos por un paisaje deslumbrante.
La nave rompió el denso cielo del planeta, sumergiéndose en una atmósfera teñida de azul profundo, celeste vibrante y naranjas quemados que se fusionaban con tonos rosa y púrpura en un lienzo surreal de arte al ojo. Desde el interior, el equipo observaba en silencio, asombrado por la belleza casi sobrenatural de este mundo. Bajo ellos, un océano interminable reflejaba los colores del cielo, sus aguas tan claras que permitían ver destellos de vida marina moviéndose en su profundidad.
—Es como la Tierra, pero... diferente —murmuró Lina, ajustando los controles para un aterrizaje suave en una playa que brillaba como perlas bajo la luz de dos soles gemelos.
Eran solo playas, no había ningún terreno elevado.
El olor salado del mar invadió el interior de la nave en cuanto abrieron la compuerta. Al pisar la arena blanca, se dieron cuenta de que el suelo tenía un brillo propio, como si pequeñas partículas luminiscentes estuvieran incrustadas en cada grano. El sonido de las olas era hipnótico, pero lo que capturó su atención fue un monolito negro que se alzaba solitario frente a la playa.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Desde su base, unas líneas de luz comenzaron a extenderse, moviéndose rápidamente hacia el océano como si fueran raíces eléctricas.
—¿Qué está haciendo? —preguntó Jane, observando cómo las luces se deslizaban sobre el agua, creando patrones fluorescentes en la superficie del mar.
En cuestión de segundos, las luces formaron un intrincado mapa de corrientes oceánicas que se movían en espirales y giros hipnóticos. Una ruta comenzó a definirse en tonos de neón brillante, marcando un punto lejano en el horizonte marino. Justo en ese momento, una voz mecánica y solemne resonó en el aire, proveniente del monolito:
"Las corrientes los guiarán hacia el Guardián de los Secretos. La Ballena Cósmica"
—¿Una ballena cósmica? — Gleen.
Gleen miró a sus compañeros con una mezcla de asombro y emoción. No todos los días te encontrabas con la promesa de una ballena cósmica que guardaba secretos en medio de un océano intergaláctico. Pero antes de lanzarse a lo desconocido, había algo que no podían ignorar: ¿Cómo iban a comunicarse con una criatura de semejante magnitud?
Sentados en la arena, formaron un semicírculo para discutirlo.
—A ver, pensemos en esto —dijo Tom, con un trozo de roca traslúcida en la mano, jugando con su reflejo en la luz doble de los soles—. ¿Cómo intercambiaríamos información con una ballena gigante? ¿Le hacemos señas? ¿Le cantamos?
—¿Te imaginas? —rio Jane—. Nos ponemos a bailar en círculo y de repente la ballena dice: "Ah, sí, claro, entiendo su código de danza primitiva".
—Podríamos intentarlo —bromeó Lena, encogiéndose de hombros—. Aunque dudo que la ballena cósmica responda al reguetón interplanetario.
Así, los jóvenes marcharon riendo en bromas inspiradas por la juventud.