Yes, I have ghosts

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Leon estaba ante el ¿décimo? ¿Onceavo? ¿Veintavo? Colapso mental que tenías, ya había perdido la cuenta, lo único que tenía claro es que cada vez eran más agresivos y tú más errática. Parecía un huracán que se negaba a ceder, el azote constante de tus gritos de rabia y ver cómo jalabas tu cabello.

De alguna manera siempre supo que tener una relación con una chica en sus 20's mientras él ya estaba empezando a navegar en las aguas de sus 40's, sería raro y diferente. Jamás se imaginó cuánto.

Sí, la diferencia de edad le encantaba la gran mayoría de veces: eras jovial, divertida, con ganas de experimentar todo lo que la vida tenía que ofrecer. Era como si él te hubiese hallado antes de que la vida empezara a malograrte.

Eso nunca implicó que la vida no te dejara un par de marcas, donde tu perfeccionismo y el miedo a equivocarte te arrollaban como un bulldozer, enterrándote en escombros de tus propias exigencias. Se volvía cansado, lo que antes le dolía en el alma —ver como te arañabas, jalabas el cabello o insultabas— ahora era más como una extremidad entumecida.

Lo sabía de corazón, así se sentía su cuerpo durante las misiones: entumecido, tratando de mitigar el dolor. Jamás pensó que lo sentiría en su pecho al verte, ahora sólo estaba de pie en la sala, con la tímida luz cenital bañándote en un tono amarillento, dándote un aspecto enfermizo.

—¿Terminaste?—Leon no tenía la costumbre de alzar la voz, ya no. Años de experiencia le dieron autocontrol en sus emociones y digamos que ahora detestaba las peleas íntimas a gritos.

Rodaste los ojos y diste media vuelta, caminando al balcón, el quinto piso dando una vista envidiable de la ciudad. Era otoño, el frío viento sopló haciendo murmurar las copas de los árboles que ahora poco a poco se despedían de su follaje.

Tu novio no dudó en seguirte, recargándose contra la baranda mientras observaba en silencio la ciudad, a tu lado. Un gesto que solían hacer cuando las palabras no fluían, más que a tropezones y tartamudeos.

—No lo entiendes, Leon—gotas cristalinas rodaron cuesta abajo, y tu labio inferior tembló.—Hay días en los que siento que ya no puedo.

Te miró y sintió su corazón colgando de un hilo al ver tu labio temblar. Se acostumbró tanto a tu cálida sonrisa, que ver cómo flaquea era ser testigo del silencioso testimonio de un derrumbe, como una pared al cuartearse luego de un temblor.

Quería decir algo, por más insulso que fuera, un simple "todo va a estar bien", "todo va a pasar", "no te preocupes". Pero nada de eso iba a llenarte, lo sabe.

Aún así, el silencio le ganó. Era pésimo consolando a la gente, muchas veces su forma de hacerlo era brusca y lo último que quería era soplarle al castillo de naipes que era su novia. Te contempló en silencio, hasta que alzaste el rostro y miraste a la ciudad.

Ahora con las facciones libres de la luz amarillenta que te hacía ver demacrada, Leon pudo contemplar tu genuina belleza. Las pestañas gruesas y unidas por las lágrimas, pero los diferentes haces de luz por un momento te regresaron a la vida.

El calor del sol duró hasta ese momento, cuando pudo escucharte musitar "ya no puedo". En ese instante, como un rayo partiendo el cielo, su mente creó de ti la visión de una extraña, las facciones le parecían irreconocibles y se vio a sí mismo; vio al mismo novato que sobrevivió a una pesadilla, todas las ocasiones en que lloró a solas.

"Ya no puedo", dijo mil veces, mirando su arma. Jamás lo hizo, tuvo que obligarse a enterrar eso, porque tenía que seguir para mantener a Sherry a salvó.

Ya no puedo. Ya no puedo. Ya no puedo. Ya no puedo. Ya no puedo. Ya no puedo. Ya no puedo.

Un mantra que le aterra a la fecha, y no quiere que tú lo sientas. No quiere imaginarte llorando a escondidas, mirando las salidas.

"Yo también tengo fantasmas, no todos están muertos. Hacen polvo en mis sueños y giran alrededor de mi cabeza". Quería decírtelo, hacerte saber que no eras la única que veía a sus fantasmas bailar bajo la luna, usando máscaras de vivos para atormentarte.

Aún así sabía que no lo ibas a aceptar, testaruda como sólo tú podías ser. Cabeza dura, necia, impulsiva, no sabías aceptar ayuda. Pensó en todas las razones para no estar contigo, aunque al final acabó enlistando todas las razones para quedarse: apasionada, honesta, amorosa, leal; la lista seguía y seguía, parecía interminable.

Extendió sus brazos hacia ti, y como dos imanes aceptando su polaridad, dejaste que te tomara en brazos. Lloraste, aunque jamás dijiste por qué, te agitabas como las hojas de otoño ante la brisa.

¿Cómo ibas a decírselo? ¿Cómo poner en palabras aquello que te aterraba? Era el monstruo bajo tu cama, los ojos centelleantes en el armario, las manos que te ahorcaban al dormir. No ibas a dejar que la coraza se rompiera tan pronto, si era posible lo ibas a evitar a toda costa.

Era imperdonable pensar que Leon, la persona a la que admirabas más que a nadie viera que eres un fraude. Nadie puede, nadie debe de ver tanto desastre, es el esqueleto que se esconde en el armario.

Te separaste ligeramente de su pecho, con timidez murmurando un "te amo". Aunque ambos sabían que mentira no era, estabas encubriendo todo bajo el mismo patrón, poner disfraces amables a emociones desagradables.

¿Qué tanto se puede ocultar bajo la alfombra? ¿Qué tanto puede el corazón quedarse bajo las tablas de madera hasta que delate a su asesino?

Leon quería responder, lo único que atinó a hacer fue besar tu frente, sintiendo un nudo en su estómago asentarse. ¿Dónde está el alma dulce que solías ser? Se fue como un cardo arrastrado por la brisa y en el momento en el que el abrazo se rompa, el hechizo se acaba.

Todos tienen fantasmas, y no todos están muertos.
••••
Hola, sé que los tuve muy abandonados y me disculpo por ello. No tuve la inspiración para escribirles, y no me gusta escribir y entregar algo mediocre, se merecen más que eso. Así espero que esto les llene un poquito.

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⏰ Última actualización: Sep 25 ⏰

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Leon S. Kennedy - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora