I love you anyways

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The other woman 2/2

Luego de aquel encuentro fortuito en el parque Leon sólo tuvo oportunidad de verte el 22 y el 29 de diciembre, aunque el 24 se encerró en el baño de casa de sus suegros para enviarte un mensaje de "Feliz Navidad, ángel", porque su pecho como moría por estar a tu lado en las festividades y el 31, a las 11:59 con 10 segundos para el 1 de enero, mandó otro mensaje mientras su esposa y amigos contaban en voz alta para que empezara un nuevo año, "Quédate mil años más, ángel". Mensajes que dolían, pero dolían delicioso.

Durante aquellas dos fechas, Leon se descubrió imaginándote sentada con su hijo en el suelo, abriendo los regalos que Santa trajo para su pequeño y en Víspera de Año Nuevo se imaginó dándote un beso cursi, pero lleno de promesas, para luego envolverte a ti y a su retoño en un abrazo que se sentía como un hogar. Por un segundo consideró odiarse por tener tales sueños furtivos, pero luego se reconfortó a sí mismo con un simple "La amo a ella". Pobre bastardo.

Enero y febrero no tardaron en arribar, meses donde tuvo que viajar a Sudamérica para una misión por parte de la D.S.O, aunque eso no detuvo su aventura clandestina. Te llamaba aún a mitad de la madrugada, gruñendo entre dientes tu nombre mientras se complacía a sí mismo y te escuchaba volverte loca con tus propios dedos. Su boca salivaba ante la idea de beber de tu néctar y mirar como te retorcías, pidiendo que se detuviera aunque tu cuerpo no hiciera caso de tus plegarias.

Entonces marzo tocó a la puerta, la promesa del fin del invierno, la época perfecta para verte otra vez y florecer con las primulas en un baño de colores. Tú eras un arcoíris cuando primavera hacía su puesta en escena, en tus labios resguardabas el eterno juramento de terminar con su añoranza, de ponerle un fin al tormento de estar lejos de tu cuerpo.

Estuvo unos días sin verte cuando volvió a casa, sólo para no levantar sospechas, pero en cuanto pudo escapar de la mirada de su esposa y de los brazos de su hijo, se encontró con su mujer, contigo. Ya empezaron las noches cálidas, así que esa cita subrepticia se llevó a cabo como todas las anteriores: varios kilómetros lejos de su casa o de lugares donde la probabilidad de que alguien lo reconociera disminuyeran.

Leon miraba su reloj de forma insistente, no es que fueras tarde pero él ya no soportaba un segundo más sin ti. En la mano izquierda llevaba un ramo de violetas, tú entenderías el mensaje. Pasó la mano derecha por su cabello, la ansiedad por verte lo carcomía, su camisa azul marino sentía que lo asfixiaba y sus jeans negros apretaban demasiado su virilidad.

Paciencia de santos, recompensa de dioses.

Cuando sintió un suave toque en su hombro derecho giró la cabeza e inmediatamente su corazón dio un vuelco cuando pudo volver a contemplar tu precioso rostro. El aire le volvió a los pulmones, la sangre dejó de sentirse espesa, el alma le dejó de llorar. Sin pensarlo dos veces sus brazos de músculos definidos encontraron el hueco en tu cintura y te dio vueltas en el aire, como una pareja que no se ha visto en una eternidad.

Sus labios encontraron los tuyos, reclamando esa boca que le sabía a gloria y sintiendo que en vez de arrebatarle el aliento, le regresaste la vida. Te escuchó reír entre besos, percibió que su corazón iba a volar fuera de su caja torácica para elevarse al Olimpo; maldita sea, te echó tanto de menos.

-Hola tú-Finalmente sus labios liberaron los tuyos para que pudieras hablar. Recargó su frente en la tuya, sólo para poder prodigarte mil y un besos de esquimal, esos que siempre te hacían sonrojar.

-Te extrañé, ángel-Su corazón lo instó a hablar mientras volvía a colocarte a salvo en el suelo y una vez hubo una distancia razonable te hizo entrega del ramo de violetas. Cuando vio tus ojos iluminarse como un par de luceros, supo que escogió bien las flores.

Esa noche entraron al cine, aunque Leon no recuerda nada de la película, no porque fuera aburrida (quizás lo era), sino porque estuvo muy ocupado dejando que sus manos hicieran un mapa mental de tu cuerpo sobre tu ropa y sus labios tenían la misión de silenciar tus pequeños gemidos. Se sentía como un adolescente.

La película no iba ni por la mitad cuando te tomó de la muñeca y sin meditarlo un poco, haciendo caso omiso de su lógica o moral, sólo escuchando a su necesidad, te llevó a su auto para conducir a un hotel. Mientras conducía te miró por el rabillo del ojo.

"Debería estar enmarcada en una galería de arte fino, ni Venus en su nacimiento se vería tan hermosa como ella". Pensó cada vez que volvía a repasar tus facciones y tu cuerpo, su propio físico cada vez más incómodo con la ropa. Pisó un poco más el acelerador, lo suficiente para conducir a salvo pero apresurando el paso para ya tenerte.

La habitación, el andar tortuoso a ese escondite, todo recompensó gratamente cuando por fin azotó la puerta detrás de ustedes y sin pensarlo dos veces te acorraló contra una pared. Sus manos cobraron vida e hicieron uso del mapa mental que ya sabía de memoria, pronto su tacto calloso por tanto usar armas y el trabajo de matar armas biológicas encontraron su camino bajo tu falda. Se sintió incapaz de contener un gemido cuando descubrió tu dulce centro ya caliente y humectado, así que hizo a un lado la tela que cubría aquella tierna recompensa.

Sus dedos te tentaron, jugueteando a tus puertas mientras sus ojos ahora te observaban hambrientos.

-Ruega-Ordenó en un tono seco, pero deseoso.

-L-Leon, por favor...-Musitaste con el sonrojo asentado en tus mejillas y los labios ligeramente entreabiertos, te veías tan frágil que casi se siente culpable por cómo te va a tomar, sin embargo, sabe que aquella carita de ángel lo vuelve loco y tus súplicas en gentiles gemidos lo hacen sentir más hombre que cualquier cosa.

Su dedo medio e índice de la mano derecha se abrieron paso en ti, disfrutando de tus pliegues, de tus paredes aterciopeladas, de cómo te humectabas. Gentilmente formaron un gancho dentro de aquel paraíso, alcanzando las raíces nerviosas que sabía te volvían débil; su dedo pulgar no tardó en unirse, frotando en círculos suaves aquel botón que hacía que tu néctar fluyera.

Su brazo izquierdo tuvo que sujetarte por la cintura con firmeza para que no te cayeras cuando empezó a llevarte de paseo a las más altas montañas. Su boca viajó a tu cuello, repartiendo besos húmedos y mordidas agresivas a tu fina piel. Aún tenían toda la ropa encima, pero eso no te impidió tocar y ver estrellas.

Leon gimió contigo cuando sintió aquellas paredes cerrarse alrededor de sus dedos y como te dejaste ir en sus brazos. Pusiste los ojos en blanco, tu espalda se arqueó, tu esencia no tardó en cubrir su mano. Siempre que sobrepasabas el Olimpo para él te veías preciosa y libre, era en esos momentos cuando él deseaba con todo su corazón dejarte escapar de sus manos, pero era demasiado celoso para dejarte caer en la cama de otro.

Era injusto. Ambos lo sabían. Él tenía esposa, pero tú no podías y más importante, no querías, tener a nadie que no fuera Leon.

-¿Tan pronto volviste a ver el cielo, angelito?-Preguntó en un tono divertido, ligeramente burlesco, pero te escuchó reír así que sabía que estaba jugando bien sus cartas -Ven aquí.

Sin esfuerzo te levantó sobre su hombro antes de arrojarte a la cama. Levantó tu falda, sus manos dieron rápidamente con los costados de tus bragas y las deslizó hábilmente por aquellas columnas griegas. Sujetó la tela frente a ti que colgaba sinvergüenza en sus dedos, entonces la llevó a su rostro y te olfateó. Gruñó de placer.

-Yo me quedaré con estas-Su comentario te hizo sonrojar avergonzada, lo suficiente para mirar a otro lado. Esa tierna reacción lo hizo reír mientras guardaba aquella prenda íntima en el bolsillo de sus jeans.

-¿Te quedarías conmigo? Esta noche-Aquella era la misma petición que siempre le hacías. Ya conocías la respuesta.

-Se que no vas a estar de acuerdo conmigo, pero sabes que no puedo, ángel.-Con las uñas acarició suavemente tu piel

-Te amo de todas formas...

Su corazón se detuvo un instante, pidiéndole a su dueño que lo dejara hablar. Mas Leon no lo dejó, lo silenció nuevamente. No sabía cómo confesarte aquellos sentimientos impropios.

Te rompe el corazón no tener respuesta.

Lo amas de todas formas.

Leon S. Kennedy - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora