El día había llegado. Griselda y Margarito viajaron en un autobús hacia Buenos Aires, donde el paisaje urbano se alzaba ante ellos, lleno de rascacielos y vida. Margarito miraba por la ventana, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. ¿Cómo sería su nueva vida en esta ciudad tan diferente?
Al llegar a la mansión de la señora Fragas, Margarito quedó impresionado. La casa era aún más grande de lo que había imaginado, con un aire majestuoso y un jardín amplio que parecía un oasis en medio del bullicio de la ciudad.
Griselda, con una mezcla de ansiedad y determinación, se dirigió a Cris Fragas, que la esperaba en la entrada.
—Bienvenida, Griselda. Hay mucho por hacer. —Cris sonrió, pero su tono era firme—. Necesito que te pongas al día con la remodelación. Quiero que esto esté listo para la próxima semana.
Margarito observó la interacción desde un costado, sintiendo que su madre estaba siendo absorbida por las exigencias de Cris. Se sentía un poco perdido, pero justo en ese momento, Paula apareció a su lado.
—¡Margarito! —dijo con entusiasmo, acercándose a él—. ¡Qué bueno verte! ¿Cómo estás?
—Hola, Paula —respondió, tratando de sonreír. Aunque el último encuentro no había sido fácil, sabía que debía intentar construir una nueva relación.
—Quiero que sepas que estoy aquí si necesitas algo. —Paula le ofreció una sonrisa cálida—. Podemos ser mejores amigos, ¿te parece?
Margarito sintió un alivio en su pecho. La idea de tener a alguien con quien contar en esta nueva ciudad era reconfortante.
—Claro, me gustaría —dijo, sintiéndose más abierto a la posibilidad de una nueva amistad.
Paula sonrió ampliamente, como si se sintiera aliviada por su respuesta.
—Podemos explorar la ciudad juntos, ir a la facultad y hacer que esta transición sea más fácil. Además, tengo algunas ideas para que conozcas a otros chicos de la facultad —sugirió, emocionada.
Margarito sintió un pequeño destello de esperanza. Quizás esta nueva vida no sería tan abrumadora como había imaginado.
Mientras tanto, Griselda se alejaba hablando con Cris sobre los trabajos pendientes en la mansión. Margarito miró a su madre, sintiendo que, aunque la vida estaba cambiando, seguiría siendo su apoyo incondicional.
—Así que, ¿qué dices? —preguntó Paula, sacándolo de sus pensamientos—. ¿Te gustaría ir a dar una vuelta por el barrio después de que instalemos algunas cosas?
—Me encantaría —respondió Margarito, sintiendo que su corazón empezaba a abrirse de nuevo.
Mientras Paula y Margarito caminaban por el barrio, disfrutando de las vibraciones de la ciudad y la calidez del sol, Margarito comenzaba a sentirse más cómodo. Conversaban sobre sus intereses, la facultad y los lugares que quería explorar. Sin embargo, de repente, un jeep frenó de golpe cerca de ellos, llamando la atención de ambos.
Margarito se giró, y su corazón se detuvo al reconocer a Julián, que se bajó del vehículo con una sonrisa despreocupada. La sorpresa lo dejó en silencio, y una mezcla de emociones empezó a agolparse en su pecho. Julián lucía genial, como siempre, pero lo que le heló la sangre fue verlo acercarse a Paula con un aire de familiaridad.
—¡Paula! —gritó Julián, acercándose con alegría—. ¡No sabía que estabas aquí!
—¡Julián! —respondió Paula, brillando de emoción—. Qué sorpresa verte. Estoy aquí con Margarito, acabamos de mudarnos.
Margarito sintió que el aire se le escapaba. La sonrisa de Julián, la forma en que se dirigía a Paula, todo eso lo hizo sentir un torbellino de confusión y celos. No podía creer que el chico que había capturado su atención ahora estaba tan cerca, tan cercano a Paula.
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Yo soy Margarito.
RandomInspirado en Patito Feo, Violetta, Soy Luna y Bia llega esta historia. Margarito, tiene que abandonar junto con su madre, Griselda Siciliani, la vida humilde en Bariloche para mudarse a la gran ciudad de Buenos Aires.