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Al día siguiente, Margarito llegó al estudio de teatro con una mezcla de nervios y emoción. La lluvia de la noche anterior aún resonaba en su mente, y la conexión con la señora Fragas le había dejado reflexionando sobre la importancia de las relaciones. Sin embargo, había algo más que lo inquietaba: la llegada de Jana, la famosa diva del salón, conocida por ser el centro de atención en cualquier lugar al que iba.

El ambiente en el estudio estaba lleno de energía. Compañeros de clase organizaban los últimos detalles para la próxima presentación, riendo y compartiendo anécdotas. En el centro de todo esto, con su cabello rubio perfectamente peinado y una sonrisa deslumbrante, estaba Jana. Era imposible no notarla; su presencia iluminaba el espacio, pero también traía consigo una sensación de competencia.

—¡Margarito! —lo llamó Paula, notando su distracción—. ¡Mira, ahí está Jana!

Margarito sintió un tirón de admiración y, al mismo tiempo, de inseguridad. La idea de que Jana pudiera ver en él una amenaza le causaba un leve escalofrío.

—¿Quieres que te presente? —preguntó Paula, intuyendo su mezcla de emociones.

Después de un breve momento de duda, Margarito asintió. No podía dejar que el miedo lo detuviera.

Paula lo guió hacia el grupo donde Jana estaba, riéndose y atrayendo la atención de todos a su alrededor. Cuando se acercaron, Jana lo miró con una mezcla de curiosidad y superioridad.

—¡Oh, otro nuevo talento! —exclamó, su voz melodiosa pero cargada de un tono que parecía decir "¿quién se cree?".

—Hola, soy Margarito —dijo, tratando de sonar seguro.

—Encantada, Margarito —respondió Jana, aunque su sonrisa parecía más un desafío que una bienvenida. Se volvió hacia Paula, ignorando a Margarito por un momento—. ¿Estás lista para la práctica? Hoy es mi día para brillar.

Margarito sintió un pequeño pinchazo de incomodidad. La forma en que Jana monopolizaba la atención le hizo pensar que no solo quería ser la mejor, sino que veía a todos como potenciales rivales. La conversación continuó, con Jana compartiendo anécdotas sobre sus experiencias pasadas en el teatro, mientras Margarito intentaba encontrar un momento para interrumpir y contribuir.

—Ayer, en la clase de improvisación, hice una escena que fue simplemente increíble —dijo Jana, sus ojos brillando con entusiasmo—. Todos quedaron impresionados. Tal vez deberías intentar eso, Margarito. Pero, ya sabes, solo si realmente quieres estar a la altura.

Sus palabras, aunque envueltas en una capa de amabilidad, llevaban un mensaje claro. Margarito sintió que el aire se le cortaba un poco.

—Sí, estoy seguro de que podré hacerlo —respondió, tratando de mantener la calma.

A medida que avanzaba la práctica, Jana siguió robando la atención, deslumbrando a todos con su carisma y su talento. Margarito, a pesar de sus esfuerzos, sentía que cada vez que intentaba participar, Jana lo opacaba con una risa más alta o una historia más emocionante.

Finalmente, durante una improvisación, el director del taller pidió a todos que se dividieran en parejas. Jana, con una sonrisa encantadora, eligió a uno de los chicos más populares del grupo, dejando a Margarito con una compañera que, aunque entusiasta, no tenía la misma energía.

Mientras trabajaban, Margarito se dio cuenta de que el ambiente en el que se encontraba lo desafiaba a demostrar su valía. La forma en que Jana se movía en el escenario, siempre buscando el centro, lo inspiró y, al mismo tiempo, lo frustró. Cada vez que él intentaba brillar, sentía que ella lo empujaba de vuelta a la sombra.

Yo soy Margarito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora