I picked up a star on the road - Cap 5

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Las chicas miraron con susto el rededor de la habitación de Mar. Victoria se removía entre los brazos de Mar y Alaia.

—¿Qué es este lugar? ¿Dónde estoy?
—¡Chicas, sáquenla de aquí, YA! —decía Sandy, mientras apagaba nuevamente la luz de la habitación.

Las chicas pusieron a Victoria en el sofá, quien, al parecer, volvió a quedarse dormida en cuanto tocó los acolchados cojines.

—¿Qué vamos a hacer?
—¿Cómo que qué vamos a hacer? Pues a limpiar todo. Guarden todo lo que vean que tenga su cara.
—Ay, Aly, cielo, su cara —señaló a Victoria— está por todas partes.
—Y no solo su cara, su sello, su logo, el del corillo... se va a dar cuenta, jueputa. Hasta aquí llegamos —se lamentaba Sandy.
—Basta, Sandy. No se va a dar cuenta. Le prometimos a Mariana que no se enteraría de que somos fans, y así será. No vamos a perder el trabajo de nuestros sueños cuando aún ni lo hemos empezado.
—Es verdad. Entre más rápido empecemos a guardar todo, mejor —habló Mar.

Las chicas se pusieron manos a la obra y despegaron los pósteres de las paredes de sus habitaciones.

—CUIDADO con mi póster firmado, chicas, me costó un montón —decía Sandy.

Luego guardaron los CD que tenían de ella, pines, camisetas, bandanas, un pantalón que Jessie les había regalado pintado por ella misma, gorras, y todo lo que se encontraran en el camino que pudiera dar indicios de que eran las mayores admiradoras de Young Miko.

Fueron a la cocina y recogieron pocillos y vasos.

—Como me quiebren mi pocillo favorito...
—Que no, Sandy, que no —la reprendió Alaia—. Igual, que se quiebre es lo mejor que podría pasar.
—Sí, claro, para que se despierte, ¿verdad?
—No es momento de pelear, ¿sabían? —dijo Mar.

Las chicas limpiaron todo, o por lo menos casi todo. Eran como las 5 de la mañana y ya ni veían por el sueño y el cansancio.

—Creo que con eso será suficiente —indicó Mar—. Echemos un último vistazo, no quiero errores.

Las chicas miraron en todas las habitaciones, y parecía que todo estaba bien. No había rastro de Young Miko. Por otro lado, Victoria seguía durmiendo en el sofá, no tenía pinta de que todo el ruido la hubiera despertado.

—Chicas, está tiritando de frío, ya ven lo friolenta que es. Vamos ahora sí a llevarla a la habitación —dijo Sandy.

Entre las tres chicas levantaron a Victoria y la llevaron a la habitación de Mar, con mucho cuidado de no despertarla. Aunque, la verdad, la rubia estaba profunda. Entre lo tarde que era y la borrachera que tenía, ahora nada ni nadie la iba a despertar.

—Traigámosle una cobija —anotó Alaia.

Mar se dirigió al cajón donde guardaba su ropa de cama y trajo una cobija que extendió sobre el cuerpo de Victoria. Las chicas ahogaron un grito.

—¡Pero Marrrrr! ¿Cómo le vas a traer esta cobija? —Alaia le quitó rápidamente la cobija, que tenía un estampado de un collage de fotos de la artista, y la dobló—. Traigámosle otra.
—Emmmm... ¿alguna tiene una cobija que no sea una Mikobija? —preguntó Sandy.

Las chicas se miraron entre ellas.

—Nope —respondieron al unísono.
—Ay, Dios. Una manta, una sábana, entonces —mandó Alaia.

Esta vez fue Sandy a su dormitorio y trajo dos mantas, con las cuales arroparon lo más que pudieron a Victoria.

—Con eso bastará. Vámonos a dormir, que estoy muerta.

A la mañana siguiente, Victoria se despertó, aún mareada por todo lo que había vivido la noche anterior. No sabía en qué lugar se encontraba. Miró a su alrededor y vio una hermosa habitación: sus paredes blancas, impecables; era una de las habitaciones más ordenadas que había visto, salvo por un rincón frente a la ventana, en donde había una mesa con una máquina de coser, hilos, metros, recortes y telas esparcidos por toda la superficie.

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