Capitulo 1

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Uno no se vuelve a encontrar a la misma persona dos veces. Cuando la vuelve a encontrar, no son lo mismo ni uno ni el otro.

Ese pensamiento cruzó la mente de Freen cuando, en medio de su rutina habitual, una risa familiar hizo eco en el pasillo. Se quedó helada por un segundo, sus dedos se detuvieron en el teclado, y lentamente levantó la vista. Al girar la cabeza hacia la puerta, allí estaba Rebecca Armstrong, de pie junto al equipo de recursos humanos, charlando y sonriendo como siempre lo hacía. El tiempo parecía haberse detenido, y sin embargo, todo había cambiado.

Freen no lo podía creer. Después de tantos años, Rebecca estaba justo ahí, a unos metros de ella, en la misma oficina. Se veía igual, pero diferente. El cabello más largo, la postura más segura, pero esa sonrisa que siempre había sido capaz de desarmarla seguía intacta.

Antes de poder reaccionar, una oleada de recuerdos invadió su mente, arrastrándola de vuelta a la universidad, al primer día que se conocieron…

Flashback, universidad:

Era el primer día de clases, y Freen había llegado tarde. Corría por los pasillos buscando su aula cuando, de repente, chocó contra alguien que venía en dirección opuesta. Ambos cayeron al suelo, carpetas y papeles volando por los aires.

—¡Lo siento tanto! —dijo Freen, sonrojándose, mientras intentaba recoger sus cosas.

—No, fue culpa mía, estaba distraída —respondió la chica frente a ella, con una sonrisa que hizo que el corazón de Freen se acelerara de inmediato.

Era Rebecca. Desde ese primer momento, Freen había sentido algo extraño, una mezcla de nervios y curiosidad. Había algo en la energía de Rebecca que la atraía de una manera que no entendía del todo.

—Parece que empezamos con el pie izquierdo —dijo Rebecca riendo mientras le entregaba a Freen una de sus carpetas.

—Sí, definitivamente —respondió Freen, notando que su mano temblaba ligeramente al recibirla.

Mientras caminaban juntas hacia el aula, conversaron sobre sus horarios, las materias que compartían, y de alguna manera, esa incomodidad inicial se transformó en una conexión que ni una ni la otra supo cómo manejar. Había algo más que simple camaradería; pequeños roces de manos y miradas prolongadas que ninguna se atrevía a interpretar claramente.

El recuerdo más vívido que Freen tenía de esos primeros días fue en la cafetería. Ambas se quedaban hasta tarde, estudiando, o al menos eso era lo que intentaban hacer. Una noche, Freen, nerviosa, decidió que sería gracioso tratar de leer una complicada ecuación matemática al revés para romper la tensión entre ellas. Rebecca soltó una carcajada tan fuerte que todos en la sala se voltearon a mirarlas. El sonido de su risa llenó el espacio, y por un segundo, el tiempo pareció detenerse.

—Tienes un sentido del humor… muy peculiar, Freen —le dijo Rebecca, con una sonrisa de complicidad, inclinándose un poco más cerca de lo que sería normal.

Freen se quedó sin palabras, su corazón latiendo con fuerza. En ese momento no supo si era el calor del café o la proximidad de Rebecca lo que le aceleraba el pulso, pero supo que había algo entre ellas, algo que ninguna se atrevía a nombrar. Se miraron, y en esa pausa, en esos segundos que parecieron horas, ambas rieron nerviosas, como si con la risa pudieran disipar lo que flotaba entre ellas.

Fin del flashback

De vuelta al presente, Freen pestañeó y volvió a la realidad. Allí estaba Rebecca, frente a ella, pero ya no eran dos universitarias inseguras, riendo por nerviosismo. Ahora eran dos mujeres adultas, con historias propias y caminos separados por años.

Rebecca la vio y su sonrisa se amplió, caminando hacia ella con paso decidido.

—¡Freen! No puedo creer que trabajas aquí también —dijo, abriendo los brazos para un abrazo.

Freen se dejó envolver por el abrazo, su mente aún reviviendo esos momentos del pasado. La calidez de Rebecca seguía siendo la misma, pero había algo diferente en la forma en que la sostenía. Algo más seguro, más directo.

—Tampoco lo puedo creer —respondió Freen, sonriendo nerviosa—. ¿Cuándo te contrataron?

—Hoy es mi primer día —respondió Rebecca, con ese brillo en los ojos que siempre la había caracterizado—. Parece que el destino quería que nos reencontráramos.

Freen asintió, la frase que había cruzado su mente al verla seguía repitiéndose en el fondo: Uno no se vuelve a encontrar a la misma persona dos veces. Cuando la vuelve a encontrar, no son lo mismo ni uno ni el otro.

Y ahora, era el momento de descubrir quiénes eran en este nuevo capítulo juntas.

Para Freen, el reencuentro con Rebecca había traído una tormenta de emociones. Aunque el primer pensamiento que le vino a la mente fue cómo se conocieron, lo que realmente la inquietaba eran los recuerdos más oscuros. Acostada en su cama, de regreso a su casa después de ese primer día juntas en la oficina, su mente no dejaba de divagar. De todas las empresas, de todos los lugares, ¿por qué tenían que reencontrarse justo aquí? ¿Ahora?

El último día que se vieron fue una pesadilla. Freen cerró los ojos, pero la imagen de sus manos soltándose apareció en su mente, tan clara como si hubiera ocurrido ayer. Era su último semestre en la universidad, y las cosas entre ellas habían comenzado a volverse complicadas. Las bromas y risas que una vez llenaban su tiempo juntas se habían convertido en tensiones incómodas, silencios prolongados y palabras no dichas.

Aquella tarde, todo se había salido de control. Habían discutido, y aunque Freen no recordaba exactamente las palabras, lo que se había quedado con ella era la sensación de pérdida. Rebecca había sido su refugio, su confidente, y la persona que siempre lograba sacarle una sonrisa. Pero algo se rompió ese día.

Freen podía ver, una y otra vez, la escena en su mente: ellas dos, de pie, cara a cara, bajo la tenue luz del atardecer. Las lágrimas caían por el rostro de Freen mientras Rebecca se alejaba, su mano soltando la suya. Ese pequeño gesto, tan simple pero devastador, fue lo que terminó por derrumbarla.

Lo peor no fue solo la despedida. Fue lo que sucedió después.

Freen volvió a sacudir la cabeza, queriendo apartar esos recuerdos, pero como una ola imparable, regresaron. Rebecca se había ido apresurada, subiendo a su coche, y Freen, en un arrebato, decidió seguirla. Las dos estaban alteradas, las emociones a flor de piel. Nunca debieron haber conducido en ese estado.

La lluvia caía fuerte esa noche, y las luces de los autos se difuminaban en un caos de colores brillantes sobre el asfalto mojado. Un segundo de distracción, una curva mal calculada… y de repente, todo se volvió caos. El impacto fue ensordecedor. Freen aún podía escuchar el sonido del metal retorciéndose, las ruedas patinando, y su propio grito ahogado mientras el mundo a su alrededor se desmoronaba.

El accidente no fue mortal, pero dejó cicatrices más profundas que las físicas. Después de eso, Rebecca desapareció. Freen pasó días esperando un mensaje, una llamada, cualquier cosa… pero nunca llegó. Y desde entonces, no volvieron a verse. Hasta hoy.

Ahora, en la oscuridad de su habitación, esos recuerdos se colaban como fantasmas. Freen se removió en la cama, intentando sacarse de la cabeza esa sensación de vacío, pero le era imposible. El dolor y la culpa seguían allí, tan presentes como antes.

"¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?", se preguntaba, sintiendo el peso de los años que habían pasado y de las heridas que nunca cerraron.

Sacudió la cabeza con fuerza, intentando alejar la imagen del accidente, de Rebecca alejándose. No podía revivir todo eso otra vez. No debía.

Con un suspiro, cerró los ojos y se recostó, esperando que el sueño la liberara, aunque sabía que, con Rebecca de nuevo en su vida, esos fantasmas del pasado no se irían tan fácilmente.

Ecos del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora