Capitulo 3

46 7 0
                                    

-Acepto su condición - las palabras salieron de mi boca de golpe, apenas procesando lo que acababa de decir. Mi voz, aunque firme, temblaba por dentro, reflejando los nervios que me invadían. Matteo, sin apartar la vista de su laptop en un primer momento, hizo una pausa en lo que estaba escribiendo. Lentamente, levantó la mirada hacia mí, sus ojos grises analizándome con esa expresión impenetrable que siempre llevaba, como si fuera capaz de desentrañar cada uno de mis pensamientos con solo un vistazo.

Con un movimiento casual, se pasó una mano por el pelo, apartándose algunos mechones oscuros que caían desordenados sobre su frente, todo mientras mantenía esa postura de control absoluto.

-Bien -respondió con una voz fría y desprovista de emoción-. En cuanto termines con todo lo que tienes que hacer, vienes a mi oficina.

El impacto de sus palabras me dejó inmóvil, como si el tiempo se hubiera congelado a mi alrededor. ¿Iba en serio? ¿Realmente cumpliría con su turbia condición aquí, en su oficina, como si fuera parte de algún trámite común? La realidad de la situación golpeó mi mente con fuerza, y una ola de pánico empezó a recorrer mi cuerpo. Pero, por fuera, intenté mantener la calma. No podía permitirme mostrar debilidad frente a él. No con un hombre como Matteo.

Aparté esa idea perturbadora de mi mente tan rápido como pude, obligándome a concentrarme en lo inmediato. No había espacio para dudar, no ahora. Salí de su oficina de inmediato, con pasos rápidos pero firmes, intentando alejarme de su presencia dominante. Solo cuando crucé la puerta y estuve lo suficientemente lejos, solté todo el aire que había estado conteniendo durante la conversación. Me di cuenta de que había estado aguantando la respiración casi todo el tiempo. Era como si mi cuerpo hubiera estado preparándose para algo que aún no entendía completamente.

Entablar una conversación con el señor Matteo era siempre una experiencia inquietante. Su presencia, siempre tan controlada, tan calculadora, me hacía sentir como si estuviera jugando a un juego en el que desconocía las reglas. Sus ojos, fríos y penetrantes, jamás revelaban lo que pasaba por su mente, lo que solo añadía más tensión a cualquier encuentro. Cuando te miraba, parecía que estaba evaluando cada uno de tus movimientos, cada palabra que decías, como si estuviera midiendo el valor de cada respiración que tomabas.

El tono autoritario de su voz no dejaba lugar a dudas de que era un hombre acostumbrado a conseguir lo que quería. Siempre se mantenía serio, con el rostro tan inexpresivo que resultaba imposible saber si estaba satisfecho o disgustado. Esa constante incertidumbre hacía que cada interacción con él fuera una prueba para mis nervios, una prueba que, hasta el momento, siempre había superado con esfuerzo. Pero esta vez era diferente.

Por mucho que intentara disimularlo, la presión de sus palabras seguía pesando sobre mí. Me encontraba atrapada en un juego peligroso, y lo sabía. Y lo peor de todo era esa sensación de estar siendo observada, analizada, como si él ya supiera cómo iba a reaccionar, como si ya hubiera previsto todos los movimientos que podría hacer.

Mientras caminaba de vuelta a mi escritorio, sentí que cada paso se volvía más pesado. Mis pensamientos eran un caos. ¿Cómo había llegado a esta situación? Sabía que había aceptado su condición por desesperación, pero no dejaba de preguntarme si habría alguna manera de salir de este enredo sin cumplir con su demanda.

Me dejé caer en la silla frente a mi escritorio y traté de concentrarme en mi trabajo. Pero la imagen de Matteo, con esa mirada fría y esa postura relajada, seguía acechándome. Sabía que lo que acababa de aceptar no era un simple acuerdo; era algo mucho más oscuro. No era solo una transacción de poder. Era una prueba, una trampa en la que él esperaba que cayera. Y lo peor era que, de alguna manera, ya estaba dentro de esa trampa, aunque no lo quisiera admitir.

Amor o Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora