Capítulo 5

25 8 0
                                    

Cuando finalmente me suelta, mi cuerpo se tambalea, y me toma un segundo recobrar el equilibrio. Un dolor punzante se extiende por mi entrepierna con cada paso que doy, recordándome lo que acaba de suceder. Mis piernas tiemblan ligeramente, y trato de caminar con normalidad, pero no puedo evitar que el dolor me haga andar de manera torpe, como si cada paso fuera un recordatorio de lo que quiero olvidar

Con esfuerzo, logro salir del hotel. El frío de la noche me golpea de inmediato, pero no me detengo. Cada paso que doy es una lucha; el dolor en mi entrepierna me recuerda lo que acaba de suceder, haciéndome caminar con torpeza. Intento mantener la compostura, pero el esfuerzo por parecer normal sólo me hace ver más vulnerable.

Apenas estoy a unos metros de la puerta cuando noto un coche negro estacionado frente a mí. El motor está encendido, y al acercarme, reconozco a Angelo detrás del volante. Mi corazón se acelera. Su semblante es serio, frío, y por un segundo me recuerda demasiado a Matteo. La misma mirada calculadora, los mismos ojos oscuros y penetrantes que no permiten secretos.

De inmediato, intento corregir mi paso, disimulando el dolor, pero sé que no lo engañaré. Bajo la mirada, sintiendo su atención sobre mí como una presión abrumadora, pero no puedo escapar de la situación.

La ventanilla del coche baja lentamente, y su voz me alcanza, grave y seria.

—Alessandra. ¿Qué haces aquí? —me pregunta con una frialdad que me hiela la sangre.

Mi respiración se acelera. No esperaba verlo aquí, y mucho menos enfrentar sus preguntas. Trago saliva, intentando no parecer nerviosa, pero mis palabras se atoran en mi garganta. Su mirada fija en mí me hace sentir expuesta, como si ya supiera más de lo que quiero admitir.

—¿Qué? ¿Aquí? —balbuceo, intentando ganar tiempo mientras mis pensamientos se arremolinan, buscando una excusa que suene convincente—. Yo… estaba aquí por una reunión de trabajo. Negocios, ya sabes…

Intento forzar una sonrisa, pero sé que mi rostro debe estar pálido y tenso. Mis manos se aferran al bolso, sintiendo el peso del dinero en su interior, como si en cualquier momento Angelo pudiera descubrirlo. El simple hecho de tenerlo me hace sentir vulnerable.

Angelo entrecierra los ojos, su expresión no cambia. El silencio entre nosotros se vuelve incómodo, pesado. No parece convencido de mi explicación, y su mirada, seria y analítica, me recuerda demasiado a Matteo. Es como si ambos compartieran esa habilidad para hacer que cualquier mentira se derrumbe bajo su escrutinio.

—¿Negocios? —pregunta, su tono más afilado, con un toque de incredulidad—. A estas horas, en este lugar. No sabía que tenías reuniones en hoteles.

El calor sube a mi rostro. No tiene sentido seguir con esta mentira, pero no puedo decirle la verdad. No puedo dejar que sospeche. Trato de mantener la calma, aunque sé que mi nerviosismo es palpable.

—Sí, bueno... a veces las reuniones no siempre son en oficinas —respondo rápidamente, torciendo las palabras para que suenen naturales—. Este cliente insistió en que fuera aquí. Es un poco excéntrico, ya sabes cómo es la gente con dinero…

Angelo no dice nada. Su silencio es peor que cualquier palabra, como si estuviera esperando a que me contradijera o diera algún paso en falso. Sus ojos se deslizan brevemente hacia mi bolso, y me esfuerzo por mantenerlo pegado a mi costado, intentando que no note lo que llevo dentro.

—¿De verdad? —dice finalmente, su tono cargado de una frialdad calculada—. Porque me resulta curioso verte aquí, sola, caminando de esa manera.

Mi cuerpo se tensa, y un escalofrío me recorre. Sabe que algo no está bien. No puedo permitir que siga indagando. Trato de sonreír, aunque el dolor me hace difícil incluso mantenerme erguida.

Amor o Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora