Capítulo 11

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...

— A tu casa — No se de dónde salieron esas palabras pero no estaba en mis cinco sentidos. Angelo dejó escapar una risa irónica, una que no llegó a sus ojos.

—No. Te llevaré a tu casa. Necesitas descansar —sentenció, con ese tono que siempre usaba cuando quería cerrar la conversación.Fruncí el ceño y solté un suspiro, como una niña pequeña a la que se le negaba un capricho.

—No, si me dejas en mi casa, me iré a la calle —advertí, cruzando los brazos y dejándome caer contra el asiento.

—No se te ocurra —dijo con un tono amenazante, el cual en otro momento me habría hecho temblar, pero el alcohol en mis venas me hacía inmune a sus advertencias.Lo miré fijamente, decidida a no ceder.

—Quiero ir a tu casa o sino me quedo aquí en el coche —Angelo apretó la mandíbula, visiblemente frustrado.

Finalmente, después de unos segundos, arrancó el coche de nuevo, sabiendo que no tenía más opción.El trayecto a su casa fue silencioso. Mi impaciencia crecía con cada kilómetro que avanzábamos, y mi mente, nublada por el alcohol, se sumergía en pensamientos irracionales, cargados de deseo. Quería estar cerca de él, sentir su calor, aunque su presencia me hacía sentir pequeña y vulnerable.

Cuando finalmente llegamos a su casa, una lujosa mansión de color negro y blanco o no sé creo que el alcohol me había vuelto daltónica. El detuvo el coche y se bajó sin decir una palabra. Lo seguí tambaleante, y antes de que pudiera tocar la puerta, lo miré con ojos brillantes.

—Cárgame —dije de repente—, me duelen los pies.Angelo soltó un suspiro exasperado, y sin más, se agachó y me levantó en sus brazos, como si no pesara nada. Me acurruqué contra su pecho, sintiendo su fuerza, mientras él caminaba hacia el interior de la mansión.

—Hueles bien —murmuré, riéndome sola, mis manos vagando por su cuello y subiendo hasta sus labios. Mis dedos lo rozaban de manera distraída, jugando con la piel suave de su boca.Él no dijo nada, pero podía sentir su frustración, palpable en el aire. Me llevó hasta el amplio lobby y me depositó suavemente en el sofá.

—Dame un trago —dije, sonriendo como una niña caprichosa.

—No —respondió de inmediato, su voz firme.Fruncí el ceño y, sin pensarlo, comencé a golpearlo en el pecho, como una loca. Sabía que mis golpes no le hacían daño, pero no podía evitarlo.Él me sujetó las manos con fuerza, inmovilizándome.

—Basta Alessandra. Estoy perdiendo la paciencia —dijo con autoridad, su voz baja y amenazante.En lugar de asustarme, solté una carcajada. Me estaba divirtiendo, y todo parecía un juego.

—Tengo sed —dije, arrastrando las palabras.

Con un suspiro lleno de frustración, Angelo se dirigió hacia la cocina. Aproveché su distracción para levantarme del sofá y caminar detrás de él, tambaleándome un poco. Cuando llegué a la cocina, me acerqué sigilosamente y le toqué la espalda.Él se giró bruscamente, su mirada dura clavándose en la mía.

—No juegues con fuego, Alessandra. Te vas a quemar — Mis labios se curvaron en una sonrisa pícara.

—No quiero quemarme. Quiero arder en el incendio —susurré, acercándome a él, mis dedos rozando coquetamente su abdomen.

Sin previo aviso, Angelo me agarró del cuello, y en un segundo, sus labios chocaron con los míos en un beso feroz, posesivo, lleno de una pasión contenida que finalmente había explotado. Mis manos viajaron rápidamente por su pecho, y sin pensarlo dos veces, le quité la camisa, deseando sentir su piel contra la mía.Él no perdió tiempo. Con un movimiento decidido, me levantó y me sentó sobre la mesa de la cocina. Mis piernas lo rodearon instintivamente, atrayéndolo hacia mí.

Amor o Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora