Capitulo 6

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Matteo

Nunca me ha faltado nada. Siempre lo he tenido todo: dinero, coches, mujeres, pero nada de eso me importa realmente. No creo en el amor ni en las relaciones. Para mí, las personas son piezas que uso a mi conveniencia. ¿Casarme? Nunca. Eso es para los que buscan atarse a una ilusión inútil. Yo disfruto del control, de obtener lo que quiero sin compromisos ni promesas vacías. Las mujeres solo son otra distracción temporal, herramientas que manejo a mi antojo. No siento nada, y así es como prefiero vivir.

Con el tiempo, me volví experto en ocultar lo que sentía, o mejor dicho, en no sentir nada. Aprendí que la única forma de sobrevivir era siendo más frío y calculador que todos los demás. Si mi propio padre fue capaz de destruir lo que más decía amar, ¿qué podría esperar del resto del mundo?

El amor es una mentira peligrosa, una debilidad que no puedo permitirme.A los ojos de los demás, lo tengo todo: poder, riqueza, y un control absoluto sobre mi vida. Pero en realidad, lo que me mueve es algo mucho más oscuro. Ya no busco la felicidad, solo el poder. El poder de no sentir, de no ser vulnerable nunca más.

Las mujeres, los lujos, todo eso es superficial. No me interesa el compromiso, mucho menos el matrimonio. ¿Por qué arriesgarme a sentir algo cuando puedo tener todo lo que quiero sin entregar nada a cambio?. Cada decisión que tomo es calculada, cada persona que dejo entrar en mi vida es útil para mis propósitos. No necesito amor, no quiero amor. He visto lo que el amor puede hacer, y no cometeré el mismo error.

A los 7 años viví algo que preferiría olvidar para siempre. Fui testigo de cómo mi propio padre le arrebataba la vida a mi madre. Esa imagen, tan brutal y devastadora, sigue grabada en mi mente como una herida abierta. Desde entonces, algo en mí cambió. El miedo, la ira y la traición se convirtieron en compañeros constantes. Aprendí a no confiar en nadie, a no depender de nadie. Esa experiencia me enseñó que el amor solo conduce al dolor, y por eso, me he endurecido. Prefiero vivir sin ataduras, sin sentir, porque sé de lo que es capaz alguien cuando pierde el control.

Odio a mi padre. Por su culpa perdí lo único que realmente amaba: mi madre. Él me la arrebató y, con ella, cualquier posibilidad de tener una infancia normal. Por su maldita culpa, me he convertido en lo que soy, un monstruo que no siente, que no se permite ningún tipo de debilidad. Pero juro que lo encontraré, y cuando lo haga, le haré pagar por cada segundo de sufrimiento que nos causó.

La única persona que me queda es mi hermana. Tiene 24 años y, aunque somos de la misma sangre, somos opuestos en casi todo. Yo no sé ser cariñoso, no me interesa, pero ella… ella tiene ese calor que a mí me falta, siempre dulce, siempre buscando lo mejor en los demás. Es irónico, porque aunque no lo demuestre, la quiero más que a nadie en este mundo. No soy de abrazos ni palabras bonitas, pero haría lo que fuera por protegerla, especialmente de los hombres, de cualquier hombre que se atreva a acercarse a ella.

A pesar de todo tiene un carácter fuerte y prepotente, igual que yo. Esa faceta es la que más respeto de ella. No es alguien a quien puedas manipular fácilmente, ni alguien que se deje pisotear. Nunca permitiría que la humillen o la subestimen. Aunque sea cariñosa, cuando se trata de defenderse, saca una fuerza que sorprende a cualquiera. En eso somos iguales; ninguno de los dos se deja someter.

Tengo 27 años, pero siento que he vivido el doble. Cada día que pasa es una lucha interna, una batalla entre lo que soy y lo que podría haber sido si las cosas hubieran sido diferentes. Pero el pasado no se puede cambiar, y yo no soy el tipo de persona que se engaña con sueños imposibles. Mi única misión ahora es protegerla y vengar a nuestra madre. Y cuando finalmente encuentre a mi padre, terminaré lo que él empezó. Me convertiré en el monstruo que él creó, pero esta vez, seré yo quien decida cómo termina la historia.

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