Capítulo 12

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Angelo

Me levanté sin hacer ruido, dejando a Alessandra aún dormida en la cama. No podía quedarme más tiempo ahí, no me importaba lo que había pasado. Solo fue una noche, y ella... ella solo era una más del montón. Caminé hasta el armario, saqué mi ropa y comencé a vestirme, cada movimiento metódico, calculado. Mientras abotonaba la camisa, no pude evitar que su imagen volviera a mi mente. Es hermosa me dije. Su cuerpo... perfecto. Sacudí la cabeza, irritado conmigo mismo. No. No hay nada especial en ella. He visto muchas mujeres antes. No tiene nada que no haya visto ya.

Me dirigí al pequeño bar que tenía en la habitación, sirviendo un trago de whisky sin pensar mucho en la hora. Lo llevé a mis labios y lo bebí lentamente, disfrutando de la quemazón. Necesitaba despejar mi mente, pero su imagen seguía ahí, molestándome, como una sombra que no podía sacudirme.

En ese momento, el sonido de mi teléfono rompió el silencio. Lo saqué del bolsillo y vi un mensaje de Matteo. Nos íbamos a reunir con los rusos. Todo tenía que ser discreto, la seguridad estaba bajo control. Sabíamos que cualquier error podía costarnos caro. Esto no va a fallar- pensé. No podemos permitirnos cometer errores con los rusos si queremos una guerra limpia.

Matteo y yo habíamos planeado esto con precisión. Habíamos negociado con España, Francia, Estados Unidos, Canadá y China. Solo faltaban los rusos. Necesitábamos cerrarlo con ellos para no dejarle nada a Vargas. Ese maldito... antes era uno de los nuestros, hicimos negocios juntos, pero intentó jugar con nosotros. Ahora nos quiere muertos. Pero lo que él no sabe es que ni Matteo ni yo vamos a ceder. Vargas puede soñarlo, pero no se dará cuenta de lo lejos que estamos de doblegarnos.

Di un sorbo más al whisky, dejando que el alcohol me ayudara a aclarar la mente. Nada va a fallar pensé. Si queremos sacarlo del mapa, esta negociación es clave.

Después de terminar el whisky, dejé el vaso sobre la mesa y me dirigí de nuevo hacia la habitación. Me detuve en el marco de la puerta, observando a Alessandra. Aún seguía dormida, pero comenzaba a moverse, inquieta entre las sábanas. El cabello desordenado caía sobre su rostro, y por un momento, casi me hizo olvidar todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor.

Vi cómo, lentamente, empezaba a abrir los ojos. Su respiración se aceleró un poco, y su mirada vagaba por la habitación, claramente desorientada. No sabe dónde está, pensé. Sus ojos finalmente se posaron en mí, pero no dijo nada. Solo me miraba, confundida, tratando de recordar lo que había sucedido la noche anterior.

Me quedé allí, inmóvil, sin hacer ningún esfuerzo por acercarme. Solo la observé, esperando a que las piezas cayeran en su lugar en su mente. Sabía que, tarde o temprano, lo harían.

.—¿Qué me hiciste? —me gritó, la voz temblorosa de rabia— ¿Abusaste de mí?

Por un segundo, la sorpresa me atravesó. ¿Abusar de ella? Esa idea me pareció tan ridícula que casi me reí. Pero dejé que mi rostro permaneciera tan impasible como siempre, sin dejar que nada saliera a la superficie. Sabía cómo mantener el control.

—Te recuerdo que fuiste tú quien me provocó, Alessandra. ¿O perdiste la memoria? —respondí, con un tono frío, casi cruel.

Vi cómo mis palabras la golpeaban, cómo trataba de procesarlas. Su rostro pasó del horror a la vergüenza, y pude ver el leve rubor que subía por sus mejillas. Interesante.

Recordaba perfectamente lo que había pasado anoche. Sus besos, su cuerpo presionándose contra el mío, esa mezcla de deseo y desesperación en sus ojos. Pero claro, ahora quería negar todo. Qué conveniente.

—Yo... yo... esto... —balbuceó, y no pude evitar encontrar cierto entretenimiento en su confusión.

La vi moverse nerviosa, tratando de recomponerse. En su mente, seguramente trataba de darle sentido a todo lo que había pasado, pero yo sabía la verdad. Lo que pasó fue solo un momento, un entretenimiento pasajero, nada más. Ella no era diferente de las demás.

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