5. El camino de ida, el camino de vuelta

26 1 4
                                    

Amber y Theo esperaban a que sus respectivas órdenes llegaran, y los temas de conversación banales se estaban agotando.

-Y... La pintura que te di -dijo Theo, algo nervioso de que estropeara la cena con una simple pregunta-, ¿aún la guardas?

Amber se vio igual de nerviosa, pero le alegró darse cuenta de que a Theo aún le importaba, o al menos lo recordaba.

-Está colgada en mi estudio -respondió Amber sutilmente-. Así que cada vez que la veo, no puedo evitar recordar aquellos tiempos. ¿Recuerdas cuando me la diste? -Ella rió un poco al recordar la escena-. Te quedaste a desayunar con mi familia, y dijiste que los waffles estaban salados.

-Panqueques -corrigió Theo entre risas-. Ese día desayunamos panqueques.

Tiempo atrás...

Pasaron un par de semanas, y el estudio con Amber se estaba volviendo una rutina. Mi vida escolar empezaba a tomar forma, como si apenas empezara a importar lo que hiciera o dejara de hacer.

Un día de esos, obtuve el número de Amber. Y juro que me sentí el hombre más feliz en la faz de la tierra. Cosa que no duró mucho, porque un día de esos mismos, me encontré al idiota de Alex esperando en mi casillero.

-Hola, freak -dijo el imbécil con una sonrisa que era más una burla-. Te llamas Teddy, ¿cierto?

-Theo -lo corregí, con la misma expresión sarcástica que él.

-Ah, Theo -él sacó sus manos de sus bolsillos y alisó su chaqueta-, oí que mi novia te está ayudando a graduarte.

-Amber no es tu novia -interrumpí. Simplemente no puede apropiarse de algo que no es suyo.

-Y tampoco la tuya -repuso Alex, y con su dedo índice, me señaló en el pecho, empujándome hacia atrás, haciéndome enojar sobremanera-. Pero pronto será mi novia y tus clasesillas se van a acabar, ¿me entiendes? No quiero que Amber ande con alguien tan bajo como tú.

-Alex, tú no decides por mí -dijo una voz femenina, que salió desde las espaldas del idiota con ojos de gato.

Amber se interpuso entre los dos, pero Alex me seguía mirando con extrema dureza. Ella lo miró a él, hasta que el güey se dignó a bajar la mirada y enfocarla en ella.

-Bebé, se que es...

-No me llames así -ordenó la chica con un tono de voz calmado y firme. Su cabello caía suelto, y sólo una cinta lo peinaba. Llevaba puesto unos jeans deslavados y una chaqueta de cuero marrón claro.

-Amber -dije su nombre. No lo pensé, sólo salió por sí mismo. Pero ella no lo escuchó, o eso creí.

-Ya no quiero ser tu amiga, Alex -dijo ella, con su voz igual de decidida-. Y déjanos en paz a mi y a Theo de una vez.

Él se rió sarcásticamente, y al final no dijo nada más. Se dio la vuelta y caminó lejos de nosotros. Fue entonces cuando Amber se volteó y me vio a mí. Ella sonrió de una forma que se pudo haber tomado por pena, pero no me molestó. Por más raro que sonara, ella me había defendido, aún sin necesidad de hacerlo.

-Lamento mucho eso -se disculpó, echándose un mechón de cabellos hacia tras.

-No tienes que disculparte, no fue gran cosa -intenté tranquilizarla, pero mi comentario pareció causar lo contrario.

-¿No fue gran cosa? Él... -Amber no dijo nada, pero en su voz pude distinguir el reproche. Acepto que sí me había cabreado mucho, pero tampoco quería parecer una dama en apuros y tener a Amber como mi caballero.

Un Último DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora