4. Un café para dos

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-Nuestros cumpleaños ya están cerca -dijo Theo mientras tomaba la carta del restaurante y veía rápidamente qué se le podría antojar-. Serán la próxima semana, de hecho.

Amber recibió un mensaje en su teléfono, y rápidamente después de leerlo, contestó.

-Lo siento, era un mensaje de la oficina -se excusó la mujer-. Y hablando de cumpleaños, tal vez haga una reunión de cumpleaños-Noche Buena-Navidad el próximo fin de semana, y será aquí en Nueva York.

-Eso suena a una invitación -bromeó Theo sonriendo.

Amber se rió y movió la cabeza en modo de aprobación.

-Lo es -aceptó ella. Theo la miró fijamente, y aún le costaba creer que la chica con la que compartió tantos momentos, después de no haberla visto en un largo rato, estuviera justo enfrente suyo.

-Ya veremos -dijo Theo mientras su sonrisa se hacía más pequeña-, tal vez para esas fechas esté en casa.

Tiempo atrás...

Después de Navidad y Año Nuevo, finalmente se retomaron las clases, y era Enero. Año nuevo, vida nueva, persona nueva en mi vida.

No esperaba que nada fuera de lo común ocurriera, y la mayoría del tiempo no hacía nada más que procrastinar, saltándome clases, dibujando y no haciendo nada en específico. Ya me había acostumbrado a la vida así. Sin embargo, el recuerdo de la cena en mi cumpleaños seguía presente, y no parecía que se iría pronto.

Muy en el fondo, sabía que tenía demasiado desinterés por mi parte. ¿Pero qué podía hacer? Mi vida entonces, me pareció carente de sentido. Es decir, no me sentía parte de mi propia familia, no tenía amigos y era un bueno para nada. Hasta pensé en la idea de suicidarme, pero no; esa idea se esfumó muy de prisa.

Lo único que pensé que podría ayudarme, fue intentar subir mis notas.

Prácticamente estaba reprobando dos de cada tres materias y exámenes que tenía, y quería corregir eso. Pero era difícil. Difícil no dormir en clase, difícil estudiar sin casi nada de apuntes y difícil pasar parciales sobre temas que no entendía.

No me iba tan mal en Matemáticas y Química, pues esas dos podía entenderlas con cierta facilidad. El problema era Literatura, Lengua Extranjera, Etimologías e Historia.

Por primera vez en mi vida, quería hacer algo bien. Y por primera vez en mi vida, hablaría con mis profesores.

La respuesta fue simple: trabajos extras y tutoría. Para lo cual, los maestros de Etimologías, Lengua Extranjera y Literatura, decidieron que una sola podría ayudarme para ganarse créditos, y esa persona sería Amber Méndez, destacada estudiante. El profesor de Literatura nos llamó a ella y a mi a su salón un día de esos.

-Me alegra que quieras hacer esto -dijo el profesor Dennis desde su escritorio. Yo estaba sentado en uno de los pupitres en la primera fila, y esperábamos a que Amber llegara, y no tardó mucho.

-Buenos días, profesor -saludó la citada, y luego me vio a mí. No se cómo describir su expresión en ese momento, quizá la palabra que busco es anonada. Sí, ella estaba anonada.

-Siéntate, siéntate -ordenó el profesor cortésmente. Tanto Amber como yo esperábamos a que él dijera algo-. Bueno, como ya lo habíamos hablado Amber, estarás ayudando a tu compañero con algunas materias. Me hablaste sobre los créditos que querías ganar, que te ayudarían para la universidad, y déjame decirte que ésta es tu oportunidad. El joven Hemingway ha pedido ayuda en ciertas materias, y por lo que me habías dicho, creo que estarás contenta de ayudar a tu compañero.

Un Último DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora