4. Pasado, presente ¿Futuro?

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Abrió los ojos de golpe, incorporándose casi al instante, dejando caer la manta que la tapaba. Se sorprendió cuando vio a Néstor en el sofá de enfrente, profundamente dormido, hasta que recordó que se había quedado dormida mientras hablaba con él la noche anterior y, de repente, la sensación de no sentirse sola la reconfortó de una forma inimaginable.

Se estiró hasta la mesa, en la que había dejado su móvil la noche anterior y vio que tenía varios mensajes de Emilio desde la noche anterior, tras decirle que no iba a madrugar para ir a la reunión:

23:14 No sé si vamos a poder aplazar.

¿Qué pasa?

8:53 He aplazado la reunión.

8:53 Es esta tarde, a las seis.

8:56 Patricia por Dios, no faltes.

9:00 Como no me respondas rápido me

voy a empezar a preocupar.

Estoy viva, Emilio. Que no

te de un síncope. 9:03

Gracias. 9:03

Nos vemos esta tarde. 9:03


Se levantó despacio, intentando no hacer ruido, y se dirigió a la cocina. Sabía que no iba a volver a dormirse pero, por esa vez, no le importaba. Vino a su mente cómo había recurrido a él la noche anterior y se cuestionó la forma en la que aquel hombre había traspasado una barrera de ella que jamás pensó que alguien pasaría.

Tras unos minutos en la cocina, volvió al salón con una taza de café con leche, justo a tiempo para ver a Néstor hablando por teléfono, al otro lado del cristal que dejaba ver la terraza y la piscina.

Este la miró, sin soltar el teléfono, con una mezcla entre alivio y confusión, cuando la vio aparecer por el umbral de la puerta. Patricia se sentó de nuevo en el sofá, dejando la taza, aún humeante, encima de la mesa. Néstor esbozó una pequeña sonrisa.

Lo primero que este había hecho al despertar y ver las ocho llamadas del hospital —cinco de ellas de Biel— fue salir rápidamente para excusarse. No tuvo que esperar, al primer toque, el chico ya había descolgado.

—Todo el mundo está preguntando por ti, ¿Dónde estás? —Dijo alarmado.

—Me he dormido. —Se excusó—. Creo que tengo fiebre. ¿Puedes cubrirme?

—Lo que faltaba, que no vengas. ¿Estás bien?

—Sí... Será el cansancio, muchas horas sin dormir... Voy a llamar para que me cambien el turno y voy esta tarde.

—Déjalo. Ya me encargo yo de eso, ahora lo comunico.

Podría decirse que Néstor no recordaba la última vez que había faltado al trabajo. Pero, en realidad, sí lo hacía, aunque prefería no pensar en ello. Podía contar los dos dedos de una mano las veces que no había ido al hospital; siempre había sido lo primero para él. Pero aquel día había decidido que él también necesitaba un respiro.

Finalizó la llamada y volvió a entrar al salón, viendo a Patricia sentada en el sofá, mirando el móvil mientras daba un par de tragos a su taza de café.

—Cuando me he despertado y no estabas, he pensado que te habías ido a trabajar. —Dijo él.

—Que va, le dije a Emilio que retrasara la reunión. ¿Pasa algo? —Miró el teléfono que él aún traía en la mano.

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