3.Respira.

435 29 31
                                    

Patricia estaba sentada en la fría silla de la sala de quimioterapia, con el sonido monótono de la máquina que la conectaba al tratamiento. El ambiente era triste, el olor a desinfectante se percibía por todas partes. La aguja en su brazo la incomodaba, pero era algo a lo que ya se estaba acostumbrando.

De repente, una sombra en la puerta de la sala la sacó de sus pensamientos.

Néstor apareció sonriendo de forma tranquila, como siempre hacía, pero lo que más llamó su atención fue lo que traía en la mano: un helado de mango. Patricia lo miró con una expresión que mezclaba sorpresa y diversión, incapaz de contener una pequeña carcajada.

—¿Helado de mango? —Preguntó él, de forma divertida.

—El favorito de una presidenta que conozco —Respondió Patricia, guiñandole un ojo.

Néstor se acercó hasta ella y se lo dio con la mayor naturalidad del mundo, como si fuera lo más normal del mundo traer un helado a una sala de quimioterapia.

Patricia tomó el helado mientras Néstor se acomodaba en una silla a su lado, ella no pudo evitar sentir que, por un momento, todo el peso de la enfermedad se hacía un poco más llevadero con su presencia.

—¿Por qué me has traído un helado de mango? —Dijo ella.

—Te lo explico, te lo explico. Resulta que esta mañana, mientras desayunaba, me ha dado por mirar las redes sociales. Que ya sabes tú que yo soy poco de eso, pero un día de vez en cuando... Y bueno, me he encontrado unos tweets muy graciosos sobre nuestra foto.

Néstor sacó el móvil de su bolsillo y comenzó a enseñarle varias capturas de pantalla que había hecho a los tweets.

Con cada foto que pasaba, Patricia soltaba una carcajada. Le estaba causando gracia, sobre todo, que todas las personas que habían puesto esos tweets tuvieran un emoticono de un mango en su nombre.

—El caso es que me hizo gracia que siguieran con todo esto y me dije, bueno, vamos a honrar nuestra no-relación.

—¿No-relación? —Patricia alzó una ceja.

—A efectos de todos...

—Tú y yo somos médico y paciente. —Patricia le guiñó un ojo. Acto seguido, le ofreció helado—. ¿Quieres?

Él negó, esquivando el helado, para dejar en su mejilla un efímero beso. Patricia lo miró por un instante, aún riendo, pero también consciente de la burbuja en la que habían decidido refugiarse. Ese acuerdo silencioso de "no-relación" que, de alguna manera, les permitía estar juntos sin tener que dar explicaciones a nadie, ni siquiera a ellos mismos.

Pasaron un rato agradable, Néstor siempre conseguía aportar calidez incluso en aquellos ratos tan oscuros. A mitad de su conversación, recibió un aviso, pidiéndole estar lo antes posible en la habitación de un paciente. El cambio de expresión en su rostro reflejó la seriedad del mensaje, pero antes de levantarse, le dirigió a Patricia una última mirada llena de preocupación, al mismo tiempo que hacía una leve caricia sobre su mejilla.

Una vez que Néstor salió de la sala, dedicándole una última mirada antes de cerrar la puerta, Patricia sacó su tablet, leyendo cuál era su itinerario de los próximos días. Desde el vídeo de su declaración, la crisis había amainado, dejando un espacio de paz y tranquilidad. Lo que menos le gustaba era que, ahora, recibía más preguntas sobre cómo iba su tratamiento y, lo que peor le caía de todo aquello, era que no fuesen sinceras. No le preguntaban porque de verdad les interesara ella, sino por morbo, curiosidad o, simplemente, por quedar bien. Ahora solo tenía que preocuparse de seguir demostrando que podía ocuparse de todo: maquillaje, sonrisa y buena cara. Eran los tres pasos que aplicaba cada vez que tenía que asistir a un acto o una reunión.

RESILIENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora