Capítulo 1

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Capítulo 1: La muerte y reencarnación; descubrimiento de los poderes de Gilgames

La noche oscura se cernía sobre mí, cada latido de mi corazón resonaba como un tambor en el silencio sepulcral. Había vivido en un mundo donde la lucha era constante, y la traición, un arte cultivado por aquellos a quienes consideraba amigos. En el instante en que el dolor atravesó mi pecho, me di cuenta de que todo había terminado. En mi último aliento, vi el rostro de mis seres queridos desvanecerse, y con él, la esperanza de un futuro mejor. La oscuridad me envolvió, y entonces, todo se desvaneció.

Desperté en un vasto campo de flores vibrantes. Los colores eran tan vivos que parecían brillar con una luz interna. Me incorporé, sintiendo la suavidad del suelo bajo mí. No recordaba cómo había llegado allí ni qué había sucedido. Sin embargo, una voz resonó en mi mente, profunda y poderosa: “Has renacido, hijo de la tierra. La esencia de Gilgamesh corre por tus venas”.

El nombre resonó en mi ser. Gilgamesh, el rey de Uruk, un héroe legendario conocido por sus hazañas épicas. Sus historias de gloria y búsqueda de la inmortalidad eran conocidas en cada rincón de mi mundo anterior. Al comprender que ahora llevaba su poder, una mezcla de asombro y temor me invadió. ¿Qué implicaba esto? ¿Podría utilizar su fuerza para cambiar mi destino?

Mientras luchaba por orientarme en este nuevo mundo, el eco de mis recuerdos anteriores comenzó a desvanecerse, pero la conexión con el rey antiguo se intensificaba. En mi mente, sentía la memoria de sus batallas, sus triunfos, y también su soledad. Era un guerrero formidable, pero también un hombre marcado por su ambición.

Sin embargo, la alegría de mi renacimiento se tornó rápidamente en desasosiego. Una sensación de opresión me envolvió como una sombra. Sentí una marca ardiente en mi piel, una señal de que estaba vinculado a los dragones celestiales, seres temidos y crueles que mantenían a los humanos como esclavos. Sabía que debía liberarme de esta carga, pero ¿cómo?

Los días transcurrieron y mis habilidades comenzaron a manifestarse. Cada vez que me concentraba, podía invocar armas y tesoros legendarios, desde espadas que brillaban con luz dorada hasta escudos impenetrables. En la penumbra de la noche, me entrenaba, perfeccionando mis habilidades, asimilando el poder de Gilgamesh mientras buscaba una forma de romper las cadenas que me ataban.

Una noche, mientras practicaba, escuché murmullos en la distancia. Sigilosamente, me acerqué, ocultándome entre las sombras. Lo que vi me heló la sangre: dos figuras femeninas, atrapadas por mercenarios. Reconocí a las hermanas Boa, aquellas guerreras de la libertad, enfrentándose a un destino cruel. La mayor, Boa Hancock, y su hermana, Boa Marigold, estaban rodeadas. Su valentía era palpable, pero también su desesperación.

Sin pensarlo, me lancé hacia la batalla. Invocando una espada dorada, el destello iluminó la noche, cortando la oscuridad que las rodeaba. La lucha fue feroz. Los mercenarios, confiados en su número, no esperaban que un guerrero de tal poder interrumpiera su captura. Cada movimiento que hacía era un tributo a la fuerza de Gilgamesh, y pronto, los atacantes comenzaron a caer, uno a uno.

Cuando el último mercenario huyó, respiré profundamente, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. Las hermanas, inicialmente sorprendidas, se acercaron lentamente, sus ojos llenos de incredulidad.

—¿Quién eres? —preguntó Hancock, su voz firme pero llena de curiosidad.

—Soy… alguien que busca la libertad —respondí, sintiendo una conexión inmediata con ellas—. He renacido con un poder que no comprendo del todo, pero estoy decidido a liberarme de esta prisión.

Marigold, observando mi expresión, dio un paso adelante.

—Los dragones celestiales son implacables. No solo buscan esclavizar a quienes consideran inferiores, sino que también marcan a aquellos que se atreven a resistir. Necesitamos más que fuerza física para enfrentarlos.

La tristeza en su voz resonó en mí. Era cierto; la lucha no sería fácil. Pero una chispa de esperanza se encendió en mi corazón. Sabía que tenía el poder de cambiar las cosas, y que con su ayuda, podríamos formar un frente unido.

—Si luchamos juntos, podemos liberarnos a nosotros mismos y a otros como nosotros —dije, mirando a ambas a los ojos. Su determinación se reflejaba en sus miradas.

A partir de ese momento, un pacto se formó entre nosotros. Me convertiría en su protector, y juntas, forjaríamos un camino hacia la libertad. Las hermanas eran más que compañeras; eran aliadas en una misión que iba más allá de nosotros mismos. Con cada encuentro, nuestras habilidades se complementaban, y cada victoria nos acercaba más a la liberación.

Días se convirtieron en semanas mientras forjábamos estrategias y nos entrenábamos mutuamente. Utilizando mi poder, descubrí que podía crear portales temporales hacia otros lugares, lo que nos permitía evadir a nuestros perseguidores y planificar nuestras ofensivas. Las hermanas, a su vez, me enseñaron a manejar el combate cuerpo a cuerpo con una destreza que nunca había imaginado poseer.

Una noche, bajo el cielo estrellado, nos sentamos a hablar sobre nuestros sueños y esperanzas. Hancock compartió historias de su infancia, de cómo la libertad siempre había sido un sueño inalcanzable para ella y su hermana. Marigold, con una voz suave, habló sobre su deseo de ver un mundo donde nadie tuviera que vivir con miedo.

Fue en ese momento que comprendí que mi renacimiento no solo significaba una segunda oportunidad para mí, sino también para aquellos que había encontrado en mi camino. El poder de Gilgamesh no solo era un regalo; era una responsabilidad.

A medida que nuestro vínculo se fortalecía, también lo hacía nuestra determinación. Comenzamos a atraer a otros que compartían nuestra causa, guerreros y guerreras que habían sufrido bajo el yugo de los dragones celestiales. Cada nuevo recluta aportaba habilidades y conocimientos que enriquecían nuestro grupo.

Con el tiempo, planeamos un ataque decisivo contra uno de los dragones celestiales, un ser que había aterrorizado a muchas aldeas. La estrategia era arriesgada, pero la recompensa podría significar la liberación de muchos cautivos.

La noche de la confrontación, el aire estaba cargado de tensión. Nos ocultamos en la oscuridad, listos para actuar. Cuando el dragón celestial apareció, un monstruo imponente que parecía absorber la luz a su alrededor, mi corazón latía con fuerza. Recordé las enseñanzas de Gilgamesh, cómo había enfrentado a seres que desafiaban la naturaleza misma.

—¡Ahora! —grité, y todos atacamos al unísono.

La batalla fue épica. Con cada movimiento, sentía la fuerza de Gilgamesh fluir a través de mí, guiando mis acciones. Las hermanas lucharon con una gracia impresionante, sus ataques perfectamente sincronizados con los míos. El dragón, aunque poderoso, no esperaba la ferocidad de nuestro ataque conjunto.

Poco a poco, logramos debilitarlo. Sin embargo, en un último intento por retener su dominio, el dragón lanzó un ataque devastador. Pero no estaba dispuesto a dejar que mis aliados sufrieran. Con toda la energía que había acumulado, invoqué una espada dorada que brillaba intensamente, y con un grito de batalla, lo ataqué con todo mi poder.

La espada atravesó la oscuridad, y el dragón, sorprendido, fue derrotado. Su grito resonó en la noche, un sonido que prometía la libertad para muchos. Con su caída, la marca de esclavitud que había llevado comenzó a desvanecerse, al igual que la opresión que había sentido durante tanto tiempo.

Las hermanas y yo, exhaustos pero triunfantes, nos abrazamos en medio de la batalla ganada. Sabíamos que esto era solo el principio. La lucha contra los dragones celestiales no había terminado, pero habíamos dado el primer paso hacia la libertad.

—Esto es solo el comienzo —dijo Hancock, su mirada fija en el horizonte—. Vamos a liberar a los demás.

Y así, con el eco de las risas y el fervor en nuestros corazones, comenzamos nuestro camino hacia un futuro donde la libertad no fuera un sueño, sino una realidad.

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*Continuará…*

Renacer como Gilgamesh: El Esclavo del Dragón CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora