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Capítulo 7: Descubrimiento del Pasado de las Hermanas Boa

La brisa marina soplaba suavemente mientras el barco se deslizaba sobre las aguas cristalinas. Habíamos logrado escapar de la prisión de los dragones celestiales, pero en medio de nuestra alegría por la libertad, había un aire de incertidumbre que nos envolvía. Mientras navegábamos hacia lo desconocido, decidí que era el momento adecuado para conocer mejor a las hermanas Boa.

**Un Atardecer Revelador**

Era el ocaso, y el cielo se teñía de tonos naranjas y púrpuras. Me senté en la proa del barco, contemplando el horizonte, cuando Boa se acercó, con la mirada perdida en la distancia.

—¿Te gustaría hablar? —le pregunté, notando la melancolía en su rostro.

Ella asintió, y su hermana, Hancock, se unió a nosotros, buscando un lugar a nuestro lado.

—Es un momento perfecto para compartir historias —dijo Hancock, su voz suave pero firme. —Nadie debe cargar con su pasado solo.

Decidí que era el momento de abrir la conversación.

—Quiero saber más sobre ustedes. Su historia, su pasado… ¿Qué las llevó a convertirse en esclavas de los dragones celestiales?

Las hermanas intercambiaron miradas. Era evidente que había un peso en sus corazones, pero también un destello de determinación en sus ojos.

**El Relato de Boa**

—Nosotros… éramos parte de una tribu en una isla lejana, —comenzó Boa, su voz temblando levemente. —Vivíamos en armonía con la naturaleza y los seres que nos rodeaban. Nuestro pueblo tenía una rica cultura, llena de tradiciones y costumbres que nos unían. Cada año celebrábamos festivales en honor a la abundancia de la tierra y el mar.

Hancock continuó, como si el relato fluyera entre ellas.

—Pero un día, los dragones celestiales llegaron. Buscaban esclavos para su comercio y, a cambio, ofrecían promesas vacías de riqueza y protección. Muchos en nuestro pueblo cayeron en su trampa. Intentamos resistir, pero éramos superados en número y en poder.

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Boa, pero se recompuso rápidamente.

—Nos capturaron y nos llevaron lejos de nuestra casa. Nos dijeron que éramos afortunadas, que seríamos parte de un nuevo mundo. Pero la verdad es que éramos solo piezas en su cruel juego.

**El Dolor de Hancock**

Hancock tomó una respiración profunda, como si cada palabra fuera un peso que necesitaba soltar.

—El dolor de ser arrancadas de nuestra tierra nunca se fue. A veces, recordamos los días en que éramos libres, jugando en la playa y riendo con nuestros amigos. Todo eso se desvaneció cuando nos convirtieron en esclavas.

Una sombra de desesperanza cruzó su rostro mientras continuaba.

—Nos obligaron a trabajar en condiciones inhumanas. Nuestro espíritu fue quebrantado, pero nunca completamente. Siempre había un susurro de esperanza, algo que nos decía que no debíamos rendirnos.

El fuego de la injusticia creció dentro de mí al escuchar su relato. Me pregunté cuántas más como ellas habían sufrido a manos de esos tiranos.

—¿Y qué pasó con su pueblo? —pregunté, aunque sabía que la respuesta probablemente no sería buena.

—No lo sabemos, —respondió Boa, la tristeza inundando su voz. —Después de nuestra captura, no hemos tenido noticias. Puede que hayan sucumbido a la opresión o, tal vez, hayan encontrado una forma de resistir. Solo podemos esperar.

Renacer como Gilgamesh: El Esclavo del Dragón CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora