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Capítulo 2: Vida como esclavo de dragones celestiales; la cruel realidad
La victoria sobre el dragón celestial fue solo un primer paso en nuestra lucha. A medida que nos adentrábamos en el bosque, la sombra de los dragones celestiales se cernía sobre nosotros, y la cruel realidad de la vida como esclavos comenzó a manifestarse nuevamente en nuestras mentes.
Recordé los días oscuros de mi vida anterior, aquellos en los que era un mero objeto, una herramienta en manos de seres que no consideraban la vida humana como valiosa. La marca en mi piel, un símbolo de mi esclavitud, ardía cada vez que pensaba en mis experiencias pasadas. La opresión era un ciclo del que parecía imposible escapar.
Cada nuevo día en el bosque era un recordatorio de que la lucha no solo era física, sino también psicológica. Mientras avanzábamos, la naturaleza nos ofrecía refugio, pero también sabía que los dragones celestiales estaban en constante búsqueda de aquellos que desafiaban su autoridad. El miedo se había convertido en una sombra constante, una compañera silenciosa que nos seguía.
La vida en la cueva era dura. Nos turnábamos para mantener la vigilancia, y cada crujido en la oscuridad podía ser el anuncio de una amenaza. Al principio, la esperanza de la libertad nos impulsaba, pero poco a poco, la desesperación comenzaba a infiltrarse en nuestros corazones. Habíamos perdido a compañeros en la batalla, y sus rostros seguían apareciendo en mis sueños, recordándome el precio de nuestra lucha.
Una tarde, mientras estaba de guardia, Hancock se acercó, su mirada preocupada.
—¿Estás bien? —preguntó, rompiendo el silencio que me envolvía.
—Solo… pensando —respondí, sintiendo el peso de mis pensamientos.
—No dejes que te consuma. Sabemos por qué estamos aquí. Hay personas que dependen de nosotros —dijo, su voz firme pero comprensiva.
Su apoyo me reconfortó. Sabía que no podía dejar que el miedo me dominara. Con la fuerza de Gilgamesh en mí, debía encontrar una forma de utilizarla para proteger a quienes habían confiado en mí. La idea de volver a la vida de esclavitud era insoportable, y eso me impulsaba a seguir luchando.
A medida que pasaban los días, comenzamos a establecer contacto con otros rebeldes. Muchos de ellos compartían historias de sufrimiento bajo el yugo de los dragones celestiales. Escuché relatos desgarradores sobre familias separadas, amigos perdidos y esperanzas aplastadas. Cada historia que escuchaba encendía aún más mi determinación. No podía permitir que sus sacrificios fueran en vano.
Una noche, mientras el fuego crepitaba suavemente, reunimos a nuestro grupo para discutir un plan.
—Debemos atacar de nuevo —propuso Marigold, con la energía de quien había visto demasiado sufrimiento—. Si logramos liberar a más cautivos, nuestra causa se fortalecerá.
—Pero necesitamos estrategia —intervino Hancock—. No podemos simplemente lanzarnos al combate sin un plan. Debemos encontrar un modo de debilitar a los dragones desde adentro.
La conversación se tornó intensa, y cada uno de nosotros aportó ideas. La planificación se convirtió en nuestra prioridad, sabiendo que debíamos ser inteligentes en nuestros movimientos. La experiencia nos había enseñado que el coraje sin estrategia podía ser fatal.
Los días se convirtieron en semanas, y la presión aumentaba. Comenzamos a entrenar juntos, combinando nuestras habilidades. Con cada día que pasaba, me familiarizaba más con el poder de Gilgamesh. Aprendí a invocar armas de gran poder, pero también a manejar la energía que fluía a través de mí. Mis compañeros, al ver mi progreso, se sintieron inspirados a perfeccionar sus propias habilidades.
Una tarde, mientras practicaba en un claro cercano, Hancock se unió a mí. Observaba mis movimientos con atención.
—Tu control sobre el poder de Gilgamesh es impresionante —dijo, admirando el brillo de la espada dorada que había invocado.
—Gracias, pero aún tengo mucho que aprender —respondí, sintiendo la presión de ser un líder.
—Recuerda que no estás solo. Todos estamos aquí por una razón, y juntos somos más fuertes —dijo, apoyando su mano en mi hombro.
Su apoyo me motivó. La lucha no solo era por mí, sino por todos. Cada entrenamiento, cada práctica, era un paso hacia la libertad. Necesitaba recordar que nuestra fuerza radicaba en la unidad, en el vínculo que habíamos forjado.
Con el tiempo, la tensión creció. Una noche, mientras compartíamos historias alrededor de la fogata, escuchamos ruidos a lo lejos. El silencio se tornó en pánico. Eran los cazadores de dragones celestiales, rastreando nuestro campamento. El temor se adueñó de nosotros, y nuestras corazones latían desbocados.
—¡Prepárense! —grité, mientras todos se preparaban para la batalla.
La lucha fue feroz. El sonido de acero chocando resonó en la oscuridad, y la luz del fuego iluminó nuestras caras determinadas. Los cazadores eran implacables, pero estábamos listos. Cada uno de nosotros había aprendido a luchar, a defender lo que más valorábamos.
Mientras la batalla continuaba, sentí la energía de Gilgamesh fluir a través de mí. Invocando una lanza, me lancé hacia el grupo de atacantes, la determinación ardiendo en mi pecho. Con cada golpe, recordaba a aquellos que habíamos perdido y la lucha que aún teníamos por delante.
A pesar de nuestra valentía, el número de atacantes era abrumador. Uno de ellos, un guerrero alto con una marca de dragón en su frente, se lanzó hacia mí. Era un líder entre los cazadores, y sus ojos destilaban desprecio. Luchamos con furia, pero su fuerza era aterradora.
—¡No podéis escapar de la ira de los dragones celestiales! —gritó, intentando intimidarme.
—¡No nos someteremos más! —respondí, concentrando toda mi energía en un ataque devastador.
Logré golpearlo, pero no sin consecuencias. El dolor de sus golpes se sentía, y caí al suelo, recuperándome rápidamente. Mientras me levantaba, vi a mis compañeros luchando con valentía. La determinación brillaba en sus ojos, y eso me llenó de energía.
Con un último esfuerzo, invoqué la espada dorada de Gilgamesh. El brillo iluminó el claro, y un grito resonó en el aire.
—¡Por la libertad! —grité, lanzándome hacia el líder de los cazadores.
La batalla llegó a su clímax. Con un golpe decisivo, logré desarmar al cazador y lo derribé. Su expresión de sorpresa fue un alivio, y al ver cómo se alejaba, sentí una mezcla de triunfo y agotamiento.
La victoria era nuestra, pero a un alto precio. Algunos de nuestros compañeros habían caído, y sus rostros serían un recordatorio constante de lo que estábamos luchando. La vida como esclavos de los dragones celestiales era una cruel realidad, pero cada paso hacia adelante era una victoria por la libertad.
A la mañana siguiente, mientras enterrábamos a nuestros caídos, el silencio de la tristeza nos envolvía. Cada uno de nosotros tenía una historia que contar, una vida marcada por el sufrimiento y el deseo de libertad. En esos momentos de dolor, también recordamos la razón de nuestra lucha.
—No podemos olvidar lo que hemos perdido —dijo Marigold, su voz llena de emoción—. Debemos seguir adelante, no solo por nosotros, sino por ellos.
La fuerza de sus palabras resonó en todos nosotros. Aunque la vida como esclavos había sido cruel, estábamos determinados a cambiar nuestro destino. Habíamos iniciado un camino hacia la libertad, y juntos, enfrentaríamos cualquier desafío.
Así, mientras avanzábamos hacia el horizonte, el eco de nuestras pérdidas se convirtió en nuestra motivación. Cada uno de nosotros llevaba en su corazón la llama de la esperanza. Sabíamos que la lucha no había terminado, pero teníamos el poder de cambiar el rumbo de nuestras vidas.
El legado de Gilgamesh seguía vivo en mí, y con mis aliados a mi lado, estaba decidido a escribir una nueva historia de libertad y valentía.
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*Continuará…*
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Renacer como Gilgamesh: El Esclavo del Dragón Celestial
FanfictionReencarnando con el poder de Gilgamesh, un joven se encuentra atrapado como esclavo de los dragones celestiales. Su vida cambia al conocer a las hermanas Boa, y decide liberarlas de su cruel destino, mientras navega por el peligroso mundo de la pira...