7. La mujer que se enamora ¿o el hombre...?

2 1 0
                                    


Mientras Sue y Fernando seguían charlando, aproveché un momento para salir de la habitación y llamar a mi hermano.

en voz baja
—Oye, necesito que me traigas un cambio de ropa. Creo que me voy a quedar un rato más en el hospital con Sue. Y, ya que estás, trae unas flores, ¿vale?

Mi Hermano (con tono burlón):
—¿Flores? ¿Te has vuelto todo un romántico, eh? ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Llevarle serenata a Sue bajo la ventana del hospital?

Yo (irritada):
—Solo tráelas, no hagas preguntas. Y si puedes, ponte algo decente, por favor.

Sabía que eso última era inútil. Mi hermano tenía su propio estilo, y nada que yo dijera lo iba a cambiar. Colgué y volví a la habitación, justo cuando Fernando contaba una historia sobre cómo casi incendió su casa cocinando un filete.

No pasó mucho tiempo antes de que mi hermano llegara. Lo reconocí al instante por su paso confiado, vestido con una camisa ceñida que dejaba claro que venía más para impresionar que para preocuparse por lo que sucedía en el hospital. Llevaba las flores, por lo menos.

Mi Hermano (entrando y sonriendo):
—Aquí estoy, como siempre, salvando el día.

Me lanzó una mirada cómplice antes de girarse hacia Sue con su mejor sonrisa.

Mi Hermano (dirigiéndose a Sue):
—Sue, ¿verdad? He oído tanto sobre ti... Deberíamos salir a tomar algo un día de estos. Tú, yo, y la luna llena de testigo.

Vi cómo el rostro de Sue pasó de una expresión amable a una mezcla de confusión y... ¿molestia? Aunque no parecía completamente incómoda, podía notar que la línea entre broma y coqueteo estaba siendo cruzada.

Yo (internamente):
"Oh no, no, no. De todas las personas, mi hermano no puede estar coqueteando con ella."

Intenté intervenir, pero antes de que pudiera decir algo, Fernando, que había estado observando la escena como un halcón, soltó una carcajada.

Fernando (riendo):
—¡Vaya, Sue! Parece que tienes admiradores por todos lados. Valerio, ¿no estarás dejando que tu hermano te robe protagonismo, ¿verdad?

Sue (sacudiendo la cabeza, con una sonrisa un poco forzada):
—No te preocupes, papá. Valerio y su hermano son muy... serviciales.

Mi estómago se revolvió. Sentí una punzada de celos. Claro, mi hermano siempre tenía ese efecto, deslumbrando con su confianza, pero esta vez me afectaba de manera diferente. No podía dejar que Sue pensara que él era una mejor opción. Aunque aún no entendía del todo lo que sentía por ella, sabía que no quería perderla.

Mi hermano, sintiendo que tenía el terreno allanado, continuó con su despliegue de encantos. Se inclinó ligeramente hacia Sue, tratando de parecer casual.

Hermano (con voz suave):
—De verdad, Sue. Podríamos divertirnos mucho. Me han dicho que tienes un gran sentido del humor, y me encantaría descubrirlo en persona. Tal vez después de que todo esto del hospital se calme un poco...

¡Basta ya! pensé. Mi corazón latía fuerte, no solo por la ridícula escena que estaba presenciando, sino por el miedo de que ella pudiera... ¿caer en su juego?

Antes de que pudiera decir algo, Sue respondió con una sonrisa amable, pero cortante.

Sue (serena):
—Lo aprecio, pero estoy un poco ocupada cuidando a mi papá en este momento. Tal vez en otra ocasión.

Hermano (sin rendirse):
—¡Claro, lo entiendo! Pero no pierdo la esperanza.

Fernando, que había estado disfrutando del espectáculo, intervino de nuevo con su humor característico.

Fernando (burlándose):
—¡Cuidado, Sue! Este chico viene con todo. Pero no te preocupes, Valerio está aquí para salvarte, ¿no es así, hijo?

Yo (con una sonrisa tensa):
—Sí, claro. Yo me encargo.

Me acerqué a Sue, sintiendo cómo la situación se volvía más tensa por mis propios celos. Tenía que encontrar la forma de mantenerme cerca de ella, pensé, aunque la competencia venía de mi propio hermano.

El ambiente se había calmado un poco tras el pequeño show de mi hermano. Sue estaba agotada, y no era para menos. Llevaba todo el día lidiando con su padre y con las preocupaciones del trabajo. Decidí que era el momento de intervenir, no solo para estar cerca de Sue, sino para ofrecerle algo útil.

Yo (mirándola con calma):
—Sue, ¿por qué no te vas a casa a descansar? Yo me puedo quedar con tu papá esta noche, y así mañana puedes estar lista para la reunión a primera hora.

Sue me miró, un poco sorprendida, pero también agradecida. Era una mujer que siempre llevaba el peso de todo encima, pero sabía que necesitaba un respiro, aunque no lo dijera en voz alta.

Sue (suspirando):
—¿Estás seguro? No quiero que te sientas obligado.

Yo (con una sonrisa):
—No es ninguna obligación, quiero hacerlo. Además, puedo manejarme bien con Fernando... ¿no, Fernando?

Fernando (con una sonrisa pícara):
—Bueno, mientras me traigas agua y no ronques, te dejaré quedarte, chico.

Sue sonrió débilmente, asintiendo mientras se levantaba. La veía tan fuerte, pero también vulnerable. Quería protegerla, aunque sabía que todavía no podía decirle nada sobre lo que sentía.

Sue (con un tono más suave):
—Está bien, entonces me voy un rato. Pero si pasa algo, por favor, llámame de inmediato.

Yo (asegurándola):
—No te preocupes. Todo estará bien.

Cambio de Suerte -COMPLETADA- GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora