16. Siempre voy a estar aquí

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Decidí hacerme pasar por una voluntaria de una organización que ayuda a los enfermos. Con una bandeja de comida en mis manos, me dirigí a la sala donde estaba Fernando. Lo encontré en una camilla, rodeado de otros pacientes. La escena era desoladora, pero mi determinación no flaqueó.

Mientras me acercaba, escuché una discusión acalorada. Sue estaba peleando con una enfermera, su voz temblaba de frustración y desesperación.

—¡No puede ser! —exclamó Sue—. El seguro debería cubrir una habitación para mi padre. No puede quedarse aquí en esta camilla.

La enfermera, visiblemente cansada, intentaba calmarla.

—Lo siento, señorita, pero el seguro no alcanza para una habitación privada. Estamos haciendo lo mejor que podemos.

Fernando, con una voz débil pero firme, trató de tranquilizar a Sue.

—No te preocupes, hija. Estaré bien aquí. No quiero que te angusties más.

Aproveché el momento para intervenir. Me acerqué a Sue y a la enfermera, tratando de proyectar confianza y serenidad.

—Disculpen, —dije suavemente—. Soy Valeria, voluntaria de la organización "Manos Amigas". Estamos aquí para ayudar a los pacientes y sus familias. ¿Hay algo en lo que pueda asistirles?

La enfermera me miró con escepticismo, pero antes de que pudiera responder, continué.

—Sé que los derechos de los pacientes incluyen el acceso a una atención digna y adecuada. Tal vez podamos encontrar una solución juntos.

Sue, sorprendida por mi intervención, me miró con una mezcla de curiosidad y esperanza. La enfermera, después de un momento de reflexión, asintió.

—Voy a revisar nuevamente los documentos del seguro. Tal vez haya algo que podamos hacer.

Mientras la enfermera se alejaba, Sue se volvió hacia mí, sus ojos llenos de gratitud y confusión.

—Gracias, —dijo suavemente—. Soy Sue. No sé cómo agradecerte.

Le sonreí, tratando de ocultar mi nerviosismo.

—No tienes que agradecerme, Sue. Estoy aquí para ayudar. Lo que necesites, no dudes en decírmelo.

Sue me observó detenidamente, como si intentara descifrar algo en mi rostro. A pesar del dolor que estaba pasando, parecía intrigada por mi presencia.

Fernando, con una voz suave pero firme, le pidió a Sue que fuera a comer algo.

—Hija, necesitas alimentarte. Ve a buscar algo de comida. Estaré bien aquí.

Sue, aunque reacia, asintió y salió de la sala con lágrimas en los ojos. Me quedé a solas con Fernando, quien me observó con curiosidad.

—¿Nos hemos visto antes? —preguntó—. Me resultas familiar.

Sentí un nudo en el estómago, pero mantuve la calma.

—No lo creo, señor. Pero estoy aquí para ayudar en lo que pueda.

Fernando suspiró y comenzó a hablar, como si necesitara desahogarse.

—El novio de Sue se fue sin decir nada. La dejó con el corazón roto. Me preocupa irme de este mundo y dejarla sola, con ese dolor. Intento ser fuerte por ella, pero es difícil.

Mi corazón se encogió al escuchar sus palabras. Me acerqué y le tomé la mano con suavidad.

—Le prometo que vendré cada día. Estaré aquí para usted y para Sue. No la dejaré sola, aunque no nos conozcamos bien.

Fernando me miró con gratitud y asintió.

—Gracias, Valeria. Eso significa mucho para mí.

Poco después, Sue regresó con una bandeja de comida. Al ver a su padre con un semblante más tranquilo, me dirigió una sonrisa agradecida.

—Gracias, Valeria. Mi papá parece estar mejor.

Le devolví la sonrisa, sintiendo una mezcla de alivio y esperanza.

—Estoy aquí para ayudar, Sue. Lo que necesiten, no duden en decírmelo.

Desde ese día, fui al hospital todos los días. Compartí con muchas personas, pero especialmente con Fernando. Nos llevamos muy bien, y me interesé en tocar la guitarra como él. Pasábamos horas hablando de música y de la vida, y poco a poco, me sentí como parte de su familia.

Sue todavía extrañaba a Valerio, y aunque no podía decirle la verdad, noté que por alguna extraña razón, se interesaba en mí. A veces, cuando nuestras miradas se cruzaban, se sonrojaba ligeramente. Esos pequeños momentos con Sue me llenaban de esperanza y alegría.

Mis padres, siempre solidarios, se ofrecieron a llevarme al hospital todos los días. Preparaban comida para Fernando y para otros pacientes, y mi hermano a menudo me acompañaba. Su presencia me daba fuerzas y me recordaba que no estaba sola en esta misión.

Cada día, al llegar al hospital, sentía una mezcla de nerviosismo y emoción. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero también temía que Sue descubriera la verdad. Sin embargo, cada vez que veía su sonrisa, todas mis dudas desaparecían.

Fernando y yo nos hicimos muy cercanos. Me enseñó a tocar la guitarra, y en esos momentos, sentía que estaba conectando con él de una manera especial. Sue, aunque todavía dolida por la desaparición de Valerio, parecía encontrar consuelo en mi presencia.

Un día, mientras tocaba la guitarra junto a Fernando, Sue se acercó y se sentó a nuestro lado. Me miró con una mezcla de curiosidad y gratitud.

—Gracias por estar aquí, Valeria. No sé qué haríamos sin ti.

Le sonreí, sintiendo una calidez en mi corazón.

—Siempre estaré aquí para ustedes, Sue. Lo prometo.

Las palabras que le dije a Sue despertaban su curiosidad; eran las mismas que un día Valerio le había dicho. A pesar de la confusión, Sue no podía evitar sentirse atraída por mí. Para su fortuna, Fernando comenzó a recuperarse, en gran parte al ver que su hija volvía a sonreír.

Un día, mientras estábamos todos juntos en la sala del hospital, Fernando me miró con una expresión de gratitud y cariño.

—Valeria, —dijo—, me gustaría que pasaras un fin de semana con nosotros. Vamos a ir a la finca donde me crié. Está cerca de la ciudad, así que no habrá problema para que me hagan las diálisis.

Me sorprendió la invitación, pero también me llenó de alegría. Asentí con una sonrisa.

—Me encantaría, Fernando. Gracias por invitarme.

Sue, que estaba sentada a su lado, me miró con una mezcla de sorpresa y emoción.

—Será genial tenerte con nosotros, Valeria. La finca es un lugar muy especial para mi papá.

Pasar tiempo con ellos en la finca sería una oportunidad para fortalecer nuestros lazos y, quizás, para que Sue y yo nos conociéramos mejor. Aunque todavía había muchas incógnitas y miedos, sentía que estaba en el camino correcto.

Cambio de Suerte -COMPLETADA- GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora