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Muy pronto, Taeyong rodeó la casa hacia su Bronco para recuperar las bolsas del equipo de acampada que habían traído con ellos. Jaehyun permaneció en el patio de atrás un momento, terminando su cigarrillo en el aire fresco y mirando la tranquilidad del entorno. Por alguna razón, no podía imaginar a Taeyong creciendo aquí.

Sus labios temblaron. En el granero, tal vez.

Cuando se unió a Taeyong en el coche, Jaehyun vio a Yesung sentado en una mecedora en el porche, observándoles en silencio. También vio que el anciano sostenía ahora entre las manos sobre sus muslos la pala antes mencionada mientras se mecía.

Jaehyun se inclinó hacia Taeyong.

—¿Esa es la pala?

Taeyong levantó una bolsa de la parte trasera del Bronco y miró al porche.

—Sí —dijo con una sonrisa—. También duerme con ella, así que no vayas a curiosear de noche.

Jaehyun tomó una de las bolsas.

—Duerme con eso —repitió.

Taeyong tarareó afirmativamente.

—No estoy seguro de dónde la guarda, pero puedo decirte con certeza que se despierta balanceándola. Va a todas partes con ella. —Señaló el viejo Ford Ranger azul y blanco que tenía un armero montado en la ventana trasera—. Cuando conduce, lleva un bastón y su pala en esa cosa.

—No es tan raro. Yo duermo con un arma —dijo Jaehyun con un encogimiento de hombros, aunque estaba perplejo—. Tú sueles dormir con muchas armas. ¿Por qué no una pala? —Hizo una pausa y se mordió el labio—. ¿Qué clase de daño puede hacer con eso?

—Me rompió la nariz cuando tenía quince años —respondió Taeyong con una sonrisa cariñosa—. Puede golpear a una serpiente a nueve metros. Si el blanco se mueve es dudoso porque ha empezado a perder vista —añadió serio.

Jaehyun no podía dejar de reír.

—¿Te rompió la nariz? ¿Qué estabas haciendo?

—Husmear —dijo Taeyong descaradamente mientras sacaba otra pesada mochila y la dejaba en el suelo con un ruido sordo—. Jinnie y yo. Estaba a punto esa noche. Dobló la esquina y ¡bang! —dijo mientras agitaba la mano delante de su cara.

Jaehyun soltó una risita.

—Después del toque de queda —dijo.

—Por supuesto —dijo Taeyong con un asentimiento. Miró hacia la casa y sonrió a su abuelo, que se balanceaba alegremente con la pala floja en los dedos—. El abuelo luchó en el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial —dijo a Jaehyun en voz baja—. La abuela siempre decía que volvió a casa con una pala y que nunca la soltaba. —Miró a Jaehyun y se encogió de hombros—. En las islas del Pacífico, a veces una pala es la única defensa de un marine contra el fuego enemigo. Cavas por tu vida — explicó—. Siempre imaginé que algo se rompió allí arriba—dijo con un golpecito en la sien—. La pala le hace sentir... entero.

Jaehyun asintió lentamente mientras tomaba una de las bolsas y se la colgó del brazo derecho antes de recoger otra.

—Es bueno que todavía le tengas.

—Todavía está aquí la mayor parte del tiempo —respondió Taeyong con un suspiro—. A veces creo que finge hacerlo para así no tener que tratar con nosotros —añadió con una sonrisa.

—Como si yo no hubiera visto eso antes —dijo Jaehyun, dándole un codazo en las costillas.

—Yo no me hago el loco —advirtió Taeyong con una sonrisa que no pudo ocultar. Metió la mano en el Bronco y sacó la última bolsa, lanzándosela por encima del hombro. Jaehyun le dió una mirada de incredulidad en su compañero—. ¿Qué? —preguntó Taeyong angelicalmente mientras recogía la primera bolsa y comenzó a dirigirse a la casa.

Vulnerable | JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora