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Taeyong estaba tumbado entra la maleza, inmóvil, mirando el camino. Minho y él habían hecho un improvisado traje de camuflaje con algunas de las ramas y hojas mojadas que cubrían el suelo del bosque. Para cubrirse el rostro solo tenía tierra y restos, pero funcionaba si no se movía. Incluso parpadear arriesgaba la cobertura mientras yacía cerca del borde del claro con la esperanza de oír o ver quien llegaba para comprobar la explosión.

Había pasado mucho tiempo desde que Taeyong había hecho esto correctamente. Y Dios, se estaba poniendo nervioso. Sólo habían pasado quince minutos más o menos desde que se había tumbado y ya quería moverse. Su mayor obstáculo había sido siempre el vaivén incesante que hacía cuando estaba tenso, nervioso o aburrido. Incluso acostado solo en la cama por la noche a veces tenía que mecerse para no volverse loco. No era tan malo cuando estaba con Jaehyun, por alguna razón Taeyong se obligaba a permanecer quieto para no molestarlo. Jaehyun dormía muy poco, y tendía a golpear a Taeyong en las costillas cuando se mecía.

Por suerte, no tuvo que esperar mucho más. Una ramita se rompió en la maleza a unos metros de distancia de donde se encontraba. Taeyong resistió la tentación de volver la cabeza y comprobar las posiciones de los demás. Ya se había asegurado de que ninguno de ellos estuviera a la vista, estaban lejos. Taeyong era el único tan cerca para poder oír.

De repente, dos hombres salieron del follaje a su derecha. Taeyong apenas podía verlos por el rabillo del ojo. Ambos estaban vestidos con chaquetas pesadas de camuflaje. El mayor llevaba una gorra de cazador con orejeras, las llevaba levantadas así que le hacían parecer como un alce. Ambos llevaban escopetas colgadas sobre sus antebrazos y las sostenían en el hueco de los brazos. Orejeras lanzó un silbido mientras miraba hacia el cráter en el claro que la explosión había creado.

—Tenemos a alguien, ¿no? —susurró a su amigo, quien asintió con la cabeza y miró a su alrededor sin decir nada.

—Ningún cuerpo —observó el hombre más pequeño mientras masticaba lo que parecía un palo de plástico de cóctel.

Los dos hombres miraron hacia el cielo, como si esperaran ver un cuerpo en los árboles. Taeyong se contuvo de poner los ojos en blanco. ¿Esperaban haber hecho saltar a alguien por los aires?

—Debe haber sido uno afortunado —decidió Orejeras en voz baja—. Huyó —murmuró mientras giraba la cabeza y miraba al bosque silencioso.

Taeyong cerró los ojos rápidamente y se maldijo mentalmente. Tendría que haber sido más cuidadoso con su camuflaje. Debería haber sabido que quienquiera que estuviera aquí no sería algún novato de ciudad. Había subestimado a su oponente y sabía muy bien que era mejor no hacer eso.

—Parece que sólo se asustó y salió corriendo —dijo con una mueca de desprecio el hombre delgado de aspecto cruel con el palo de plástico. Taeyong corrió el riesgo de entreabrir los ojos y miró a través de las pestañas cuando Orejeras asintió en silencio y siguió mirando alrededor con desconfianza.

—¿Le seguimos? —preguntó después de un momento.

Palo de plástico sacudió la cabeza y señaló con el pulgar por encima del hombro.

—No hay forma de que haya salido ileso y está a cuatro días de la ayuda. La montaña le matará antes que nosotros. Volvamos.

El hombre mayor asintió, y ambos se giraron para escabullirse de nuevo al bosque. Se movían en silencio, y Taeyong quedó impresionado. Estaban hablando más fuerte ahora, sin embargo, sin preocuparse por ser oídos.

—Trae la radio e infórmale —ordenó Orejeras—. Se pone muy irascible con la idea de que la gente consiga su maldito tesoro antes que nosotros, probablemente se volverá loco si no recibe noticias nuestras pronto.

Vulnerable | JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora