La lluvia caía incesantemente sobre la ciudad X, inundando las calles. La mayoría de personas estaban resguardadas en su casa o sus trabajos.
Pero no corrió con la misma suerte la mujer que empapada por la lluvia huía de aquel hombre que la perseguía con una enorme sonrisa y una hacha.
— Una vez que eligió a mi víctima, sé que morirá— dijo el hombre caminando más despacio para que la mujer se confiara.
La mujer caía constantemente entre los charcos y el lodo. El hombre se acercó a ella y comenzó a golpearla con el filo del hacha.
La mujer no podía producir un solo sonido con su boca, era realmente una maldición no poder gritar.
Quizás por ello el hombre que la estaba asesinando lo disfrutaba aún más.
— Quieres decir tus últimas palabras— dijo el hombre mofándose de la mujer— ¡Cierto eres una muda!—.
La mujer aterrorizada terminó desangrándose rápidamente llenando con su sangre las calles.
La lluvia caía incesantemente sobre la ciudad de X, inundando las calles y transformando las aceras en ríos oscuros. La mayoría de las personas se refugiaban en sus casas o en el abrigo de sus trabajos, ajenos al horror que se desataba en un rincón solitario de la metrópoli.
Entre las sombras, una mujer corría, empapada y aterrorizada, sus pasos resonando en la montaña citas piedras resbaladizas eran capaz de hacer caer a cualquiera. Sus ojos, desorbitados por el miedo, buscaban desesperadamente una salida mientras su corazón palpitaba con fuerza. Detrás de ella, un hombre avanzaba con una sonrisa perturbadora, un hacha brillante en su mano.
Aquel hombre conocía el área como la palma de su mano.
— Una vez que eligió a mi víctima, sé que morirá —dijo el hombre con calma, su voz resonando como un eco siniestro mientras ajustaba su agarre en el hacha. Caminaba despacio, disfrutando del juego, permitiéndole a la mujer un breve respiro antes de que la cacería continuara.
Ella tropezó, cayendo de rodillas en un charco de agua y lodo. La fría humedad la envolvió, pero su mente estaba demasiado ocupada con el terror que la consumía. Intentó levantarse, pero el miedo la paralizaba. En un instante, sintió el toque helado del metal contra su piel, y el hombre se acercó más, inclinándose hacia ella con una sonrisa macabra.
— ¿Quieres decir tus últimas palabras? —se burló, disfrutando de la impotencia de su presa—. ¡Cierto, eres una muda!
Sus palabras resonaron en el aire mientras el hombre comenzó a golpearla con el filo del hacha, la risa que escapaba de sus labios era una mezcla de locura y deleite. La mujer, incapaz de emitir un sonido, sintió que la maldición de su mutismo se convertía en su condena. Cada golpe se sentía como un eco en su alma, mientras la oscuridad la envolvía poco a poco.
La sangre brotó de su cuerpo, tiñendo las rocas grises de un rojo vibrante, como si las rocas mismas llorara su desesperación. La lluvia continuaba cayendo, lavando la escena, pero jamás podría borrar el horror que había tenido lugar.
Finalmente, la mujer se desvaneció entre la penumbra, dejando atrás el eco de su sufrimiento y la risa del asesino que, satisfecho, se alejaba, desapareciendo en la noche como una sombra más en la tormenta. La ciudad de X seguía su curso, ajena al grito silenciado de una víctima más, mientras el ciclo de violencia y terror continuaba, alimentando a un monstruo que no conocía el fin.
En la distancia, un nuevo día comenzaba a asomar, pero para aquellos que habitaban en la oscuridad, la noche apenas comenzaba.
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Pronto resonó por todas las redes sociales la desaparicion de una mujer muda, quien en silencio había vivido y fallecido.
Rhea veía como las personas estaban alimentando el morbo creando conspiraciones, hablaban sobre la ineptitud de la policía quienes se hacian los sordos.
Ahora tenía un motivo más para pedirle a Josué, su comprometido, que la acompañará a casa.
Josué quien trabajaba en el mismo despacho de abogados, le sonreía a Rhea a través del cristal que los separaba.
“No tengas miedo por de ese asesinó, yo te protegeré”
Escribió en una hoja y la enseñó por el cristal.
Rhea se sonrojo coloreando sus mejillas pálidas, aún que realmente no era tan hermosa ella resaltaba entre la multitud por su carisma.
Francis distrajo a Rhea hablándole en voz baja.
— Rhea, te vendo este celular — susurró en su oído.
— ¿Ese teléfono donde lo encontraste?— Preguntó Rhea, pues sabia que Francis solía hacer senderismo.
Francis con nerviosismo se negaba a responder.
—¿No lo robaste cierto?—
—No,no, como haría algo como eso— respondió Francis.
— Te creeré, pero lo pensaré Francis— contestó Rhea.
Rhea no habia creído la palabras de Francis, pero continuo con su trabajó. A la hora de la comida fue al comedor con Josué quien la esperaba emocionado.
— ¿Que te dijo Francis?— pregunto Josué con curiosidad.
— Me vendía un teléfono, pero me dio mala espina por alguna extraña razón— contestó Rhea — Aún así, necesito un teléfono, este que tengo va a morir pronto.
— Yo te compro uno y así no te arriesgas— contestó Josué.
— No es momento de un capricho, más cuando tenemos una boda por venir— contestó Rhea.
Rhea trato de cambiar de tema, pues sabia que haría lo posible por qué su teléfono durará más tiempo, y no quería estresar a su prometido.
— Encontré el vestido de novia de mi madre— Josué dijo emocionado mostrandole una foto en su teléfono.
La madre de Josué había muerto cuando el era un bebé, por lo tanto su padre trato de esconder cualquier rastro de su fallecida esposa.
— ¡Que emoción!— Contestó Rhea tomando las manos de su prometido.
— Se que te resultará extraño pero... — Dijo tartamudeando indeciso de seguir hablando.
— Lo usaré para casarme contigo— interrumpió repente Rhea
Josué asintió.
— Se que el vestido esta pasado de moda y que pertenece a alguien que lleva tantos años muerta— Dijo Josué.
— Siempre quise seguir esa costumbre, tu sabes que no tengo madre y por lo tanto no tengo su vestido de boda— respondió emocionada Rhea.
— Realmente si no te gusta, no te obligare a hacerlo—
— Me gusta lo vintage— respondió Rhea con una sonrisa enorme.
Cuando fue la hora de salida, Josué acompaño a Rhea a casa. Conversaban de cosas triviales y reían de cualquier tontería que se les ocurriera.
Al llegar a casa Rhea tomó una ducha, y se sentó frente al televisor esperando encontrar algún programa divertido. Después de un rato de estar buscando algo interesante, no encontró absolutamente nada.
Apagó el televisor, y tomó el teléfono para revisar sus mensajes nuevos. Pero al intentar prenderlo este no lo hizo, se quedó en pantalla negra, realmente el telefono habia acabado con su función.
— ¡Oh Dios mío!— Exclamó Rhea.
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El teléfono de la muerte
Misteri / Thriller* *Trama:* Rhea compra un teléfono usado con un conocido, pero pronto descubre que pertenecía a una mujer que desapareció misteriosamente. Intrigada, Rhea decide investigar más a fondo y visita el lugar donde se encontró el teléfono. El asesino cree...