Capítulo 3: Lazos inesperados

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Algunos dias transcurrieron casi en una bruma para Nolan. Se descubrió cayendo en una reconfortante rutina, donde el tiempo parecía ralentizarse.

Las mañanas eran su periodo favorito del día, cuando podía disfrutar de la tranquilidad de las primeras clases, sintiendo la energía aún apacible de los pasillos. Easton, su recién adquirido compañero de pupitres, siempre llegaba rezagado y apenas a tiempo, pero con esa sonrisa rebelde y el cabello revuelto que hacía sonrojar a Nolan por razones indescriptibles.

En los almuerzos, ambos se refugiaban en "su" mesa apartada junto a las ventanas. Al principio, Nolan había temido que aquel gesto de Easton solo fuera un arrebato de compasión. Pero poco a poco, se percató de que el rubio parecía disfrutar genuinamente de su compañía. Nolan a veces se quedaba sin habla, simplemente observándolo mientras East devoraba su comida, gesticulaba y parloteaba con naturalidad sobre temas al azar.

Había tanto en ese joven que atraía la mirada de Nolan como un imán, y él no podía evitar sentirse atraído. Quizás fuera su carisma despreocupado y su forma de hacer parecer que cada situación, por más mínima que fuera, representaba la aventura más emocionante del mundo. O tal vez eran esos ojos avellana tan expresivos, que adquirían un brillo casi dorado cuando se entusiasmaba profundamente con algo.

Cualquiera que fuese la razón, Nolan sabía que disfrutaba inmensamente de cada segundo compartido con Easton James. Era como si lograra olvidarse de sus propios miedos e inseguridades, al menos por un rato.

Algunas veces, cuando la soledad y el desasosiego amenazaban con invadirlo de nuevo, Nolan simplemente se abrazaba a esos pequeños momentos de felicidad, recordándose que no estaba solo. Existían personas que veían más allá de la fachada marchita que intentaba mostrar día a día, alguien que parecía verlo tal cual era por dentro.

Y por unos efímeros instantes, Nolan podía creerse casi normal de nuevo.

—¡Tierra llamando a Nolan! ¿Me estás escuchando, amigo?—

La voz de Easton interrumpió sus cavilaciones. Nolan parpadeó desconcertado, volviendo a la cafetería donde se hallaban. Su compañero lo miraba con una ceja enarcada interrogante.

—Lo siento...— Murmuró Nolan, avergonzado por su episodio de ensimismamiento. —¿Qué decías?—

—Que hay una fiesta este fin de semana, en casa de Derek Sullivan.— Easton chasqueó la lengua con una sonrisa traviesa. —Va a estar de locura, todos los chicos rudos estaremos ahí. ¿Te anotas?—

—¿U-Una fiesta?— El pánico se encendió como una alerta en el cerebro de Nolan. —Oh no, no creo que yo...—

—¡Vamos, Nole!— Easton lo interrumpió, soltando una risa grave. —No puedes quedarte encerrado para siempre. ¿Cómo esperas integrarte si no pruebas las mieles de la vida social?—

Nolan se estremeció y desvió la mirada con inquietud. No sabía qué responder a eso. La posibilidad de estar rodeado de multitudes y alcohol, exponiéndose a potenciales burlas y ataques de ansiedad, era aterradora.

Pero por otro lado... allí estaría Easton. Desde que habían forjado su improbable amistad, Nolan sentía que Easton se había convertido en su cable a tierra, su punto de anclaje en aquella tormenta colosal que era Westbrook High. ¿No sería esa la oportunidad perfecta para salir de su burbuja y confiar en él?

Easton debió notar su vacilación, porque se inclinó sobre la mesa y le dio un leve codazo amistoso en el brazo.

—Vamos, no te pido que te emborraches hasta perder la conciencia. Solo ven un rato, conoce gente, sumérgete en la vibra del lugar. Será como...un experimento social.— Le guiñó un ojo con complicidad.

Nolan se humedeció los labios resecos y asintió, no muy convencido.

—Está bien... Lo intentaré.—

La sonrisa resplandeciente que Easton le dedicó, bastó para que una parte dentro de Nolan le confirmara que sin importar qué ocurriera, al menos estaría haciendo lo correcto.

Un tenue rubor cubrió sus mejillas cuando los dos muchachos sostuvieron la mirada unos segundos, compartiendo una repentina complicidad. Nolan no pudo evitar que su estómago se agitara con un revuelo de emociones extrañas, una mezcla de nerviosismo, anticipación y ¿algo más?

Fuera lo que fuera, no parecía poder contenerlo cuando Easton estaba cerca. En ese momento, supo que sin lugar a dudas, haría lo que fuera por conservar esa sonrisa igual de cerca de él por mucho tiempo más.

Incluso, si eso significaba lanzarse a las profundidades del "Reino del Caos" de Westbrook High.

Fragmentos de Nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora