La música retumbaba con una fuerza casi sísmica cuando Nolan y Easton cruzaron la puerta principal de la casa de Derek Sullivan esa noche. Nolan sintió que sus tímpanos vibraban al instante, incapaz de distinguir voces o sonidos entre la mezcolanza de tenues y bajos distorsionados.
El aire espeso y caliente los golpeó como un muro, una mezcla de sudor corporal, vapores de alcohol y humo que les hizo parpadear. Luces estroboscópicas trazaban frenéticos destellos multicolores por todas partes, reflejándose en las paredes y rostros circundantes.
—¡Esto es vida, amigo!— La voz de Easton sonó grave y entusiasta cerca de su oído.
Nolan apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una mano firme lo tomó del brazo y lo arrastró al tumulto de cuerpos contorsionándose en la pista de baile. Oleadas de vértigo y náuseas lo invadieron mientras la multitud parecía tragárselos, empujándolos de un lado a otro como muñecos de trapo.
Por todas partes, adolescentes bebían directamente de las botellas y vasos de plástico rojo, algunos ya claramente ebrios y desmadejados. Manos sudadas, ropas arrugadas y miradas desenfocadas se cruzaban en todas direcciones. Nolan abrió la boca, boqueando en busca de aire fresco, pero solo conseguía tragar una espesa esencia acres que le raspaba la garganta.
De pronto, algo chocó contra su costado, haciéndolo tambalearse. Una chica pasó dando tumbos frente a él, riendo como una desquiciada, antes de seguir adelante perdiéndose en el mar de hormonas y desenfreno.
Una mano firme le apretó el hombro, reconfortándolo. Easton se había abierto paso hasta él, situándose frente a Nolan con una expresión interrogante. Tuvo que acercar sus labios hasta casi rozar la oreja de Nolan para hacerse oír.
—¿Estás bien? ¡Puedo percibir tu tensión desde acá!—
Nolan asintió trabajosamente, con un fuerte nudo en la garganta. Sus ojos se encontraron por una fracción de segundo, y por primera vez en mucho tiempo, Nolan sintió una poderosa oleada de alivio invadirlo.
Easton estaba ahí con él. No estaba solo en medio de ese abrumador caos.
—S-Sí... Creo que sí.— Respondió finalmente en un murmullo. —Es solo que...todo esto es demasiado...—
La expresión de Easton se suavizó y asintió lentamente, como si entendiera de qué hablaba. Volvió a tomar la mano de Nolan y lo condujo hacia una de las paredes, donde un grupo de chicos bebía y conversaba en un rincón apartado.
—¡Oye Wallace! ¿Qué tal la noche, hermano?— East saludó a uno de ellos con un apretón de manos y un abrazo brusco.
Wallace, el mismo chico del incidente del primer día de clases, sonrió con suficiencia y miró de soslayo a Nolan por encima del hombro de Easton.
—Vaya, vaya...Miren a quién tenemos aquí.— Su tono sonaba ligeramente burlón. —El pequeño perdedor se atrevió a aparecerse después de todo.—
Un par de los otros chicos se rieron por lo bajo, como apreciando un chiste privado. Nolan se encogió avergonzado, deseando poder desaparecer en ese preciso instante. ¿Por qué había accedido siquiera a venir a ese maldito lugar?
Easton le dedicó una mirada de disculpa y reprobación a Wallace, antes de deslizar un brazo alrededor de los hombros de Nolan en un gesto protector.
—Vamos, Wall, dale un respiro al chico. Nole es un pana mío.—
Wallace enarcó una ceja, luciendo parcialmente divertido y parcialmente desconcertado por tal defensa hacia Nolan.
—¿Hablas en serio, East? ¿Desde cuándo el príncipe del caos se rebaja a juntarse con perdedores de cuarta?—
El rubio se encogió de hombros con fingida indiferencia, aunque sus ojos se endurecieron en una mirada gélida como el acero.
—No eres quién para juzgar con quién me junto, Wallace. Y si no te gusta, puedes irte mucho a la...—
No terminó la frase, pero el desafío en su voz era inconfundible. Un tenso silencio se creó entre el grupo de muchachos, que observaban de uno al otro sin saber qué decir.
Finalmente, Wallace soltó un bufido de sorna y levantó las manos en señal de rendición, apartándose con un empujón.
—Como sea, ustedes dos par de raritos ya me aburrieron.—
Easton se limitó a esbozar una sonrisa torcida, afianzando su brazo alrededor de Nolan para conducirlo lejos del grupito hostil. Nolan percibió la leve vibración de sus músculos tensos bajo esa chaqueta desgastada, como un gato a punto de atacar.
—No puedo creer que ese idiota siga jodiéndote.— Masculló Easton cuando se hubieron alejado lo suficiente. —Como si él fuera la última gran coca-cola del desierto.—
—N-No es nada, East...— Musitó Nolan, sacudiendo la cabeza. —Ya deberías estar acostumbrado a mi catalogo de desgracias. Soy un imán para los abusones.—
Intentó bromear con amargura, sintiéndose avergonzado por su propia debilidad. Sin embargo, Easton no rió en absoluto. Al contrario, se detuvo y lo sujetó por los hombros con fuerza, clavándole una mirada intensa.
—Escúchame bien, Nole. No voy a permitir que nadie se meta contigo o te menos precie, ¿entendido? No mientras yo esté cerca.—
Sus palabras rebotaron con sinceridad. Nolan se quedó momentáneamente sin habla, incapaz de hacer otra cosa que no fuera asentir, tragando con pesadez.
Por un instante, ambos sostuvieron la mirada del otro, el rugido de la música a su alrededor opacado en un segundo plano como un zumbido distante. Era como si, por agotadores segundos, solo existieran ellos dos frente a frente.
Y en el fondo de los ojos avellana de Easton, Nolan creyó captar un destello de algo más intenso y profundo de lo que podía nombrar...
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Fragmentos de Nosotros ©
RomanceNolan Owens tiene 18 años cuando regresa al último curso del instituto tras pasar meses en una clínica de rehabilitación por sus problemas de trastorno alimenticio y ataques de ansiedad. Luchando por reconstruir su vida, sólo anhela una cosa: ser am...