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- Te lo juro, Namjoon, era un chico tan irreal – contaba Taehyung, sentado en una de las sillas de la barra, con las manos ligeramente temblorosas.

-No lo sé... ¿seguro que no estabas soñando? Digo... dices que ya era muy tarde cuando encontraste a ese chico – contradijo Namjoon, limpiando unos vasos con gesto pensativo, como si las palabras de Taehyung no encajaran con la lógica.


-No... no creo... Bueno, lo sentí tan real, tan nítido – Taehyung dudó un momento, tocando el borde de su vaso como si fuera la última cosa que lo mantenía conectado con la realidad.

-Bueno, bueno – terminó Namjoon, negando con la cabeza como si todo fuera una broma – Si no fue un sueño, ¿cómo lograste salir del bosque?

-Yo... creo que le pedí ayuda al chico, él me guió y salí – explicó Taehyung, mirando al vacío, como si aún sintiera la presión de estar allí.

- ¿Y él? ¿Qué sucedió con el chico? – preguntó Namjoon, ahora totalmente centrado, como si la historia tomara un giro inesperado.

- No... no lo sé – Taehyung dudó por un momento, sus palabras llenas de incertidumbre. – Dijo que tenía que esperar a su madre o algo así...

-Vaya... qué líos los tuyos, chico Japonés – dijo Namjoon, esbozando una sonrisa, pero no lograba esconder el toque de preocupación en sus ojos.

Taehyung se quedó callado. La pregunta de Namjoon lo estaba haciendo dudar aún más. ¿Qué pasó con ese chico? ¿Por qué su madre lo dejaría solo en el bosque, al borde de la noche? No podía quitarse la imagen de Hoseok, de su rostro tan extraño y su sonrisa, su hermosa sonrisa.

- ¿Cómo dijiste que se llamaba? – preguntó Namjoon, insistente.

- Hoseok.

1964

Hoseok caminaba por las calles de la vieja Suwon, su cabello rojizo al viento, mientras el bullicio de la ciudad lo rodeaba. El sol tocaba su piel bronceada, y las sombras de la guerra parecían filtrarse entre las rendijas de las casas. Era un día común, pero la sensación en el aire, esa pesada carga, lo hacía todo parecer distante.

Chocaba con algunas personas, la mirada perdida, mientras algunos soldados y comerciantes se cruzaban con él. La guerra de Vietnam era un susurro constante, como un mal presagio en el viento. Cada paso era un recordatorio de la vida que estaba fuera de su control.

Cuando llegó a su casa, una pequeña y modesta vivienda, vio a su madre, que limpiaba sus manos en un delantal manchado.

- Hoseok? Cariño, ¿dónde estabas? – preguntó su madre con una sonrisa suave, ajena a lo que sucedía en su mente.

- No lo sé, mami – respondió Hoseok, acercándose y empezando a bailar por la casa como si tratara de escapar de algo que lo perseguía.

Ella solo negó con la cabeza, con una ligera sonrisa mientras ponía la mesa. El pequeño se acercó a ayudarla, pero no podía concentrarse.

- Ho, papá ya casi llega – avisó su madre mientras la puerta se abría. – Sabes que tienes que quitarte esos broches de tus cabellos, ¿verdad?

- Ya lo sé... pero, ¿por qué? Me veo bonito – respondió el pequeño Hoseok, jugando con los broches en su cabello.

- Eres un hombre, Hoseok. Quítate esas porquerías – su padre irrumpió en la habitación, su voz dura, como siempre.

- Papito, co-

No pudo terminar la frase. Un golpe seco, una fuerte cachetada en su mejilla. El sonido resonó en sus oídos, y su rostro se ruborizó de dolor.

- ¡Qué carajos te he dicho de saludarme así! – el hombre gritó con furia, su ira como un fuego incontrolable.

Hoseok no se movió. Estaba paralizado, con la esperanza de que algún día, tal vez, su padre cambiaría. Pero lo único que sentía era miedo y vergüenza.

- Tienes 9 años, Hoseok. En 6 años podrás unirte al servicio militar. Tal vez así dejes de ser un marica – el tono de su padre fue cruel, y sus palabras quedaron flotando en el aire.

- ¡Mi hijo no es ningún marica! – su madre gritó, pero la rabia del hombre la hizo callar.

El padre se sentó en la mesa, sin mirar a nadie. Hoseok y su madre permanecieron quietos, sumidos en el silencio.

Sollozando en la oscuridad de la casa.

- No... no soy... no soy ningún marica, papá – susurró Hoseok, con el corazón roto, mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro.



- ¿Ho-Hoseok?

- Namjoon? – Taehyung lo miró, desconcertado, mientras la imagen de Hoseok se desvanecía, como un eco en su mente.






Se que esta un poco corto pero no se que poner :p
Un poco de la vida de Hoseok cuando era peque.

Diario Y Pintura | VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora