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Tendido en la cama, Max vio a Kelly cepillarse el pelo antes de acostarse. Ella estaba vistiendo sólo su ropa interior, por lo que miraba sus curvas con aprecio. 

—Dulzura —dijo ella de repente—. Vi a Sergio esta tarde y lo invité de nuevo. 

Los ojos de Max volaron a su cara. —¿Qué? 

Kelly se removió, cambiando su peso de un pie al otro y dedicándole una mirada cuidadosa. —Bueno, me imaginé que no te importaría. El experimento salió bien, ¿verdad? Y él es un tipo agradable. 

Max tuvo que hacer un esfuerzo consciente para aflojar su mandíbula antes de que pudiera hablar. 

—Ese no era el trato, —dijo—. Pensé que acordamos que sería una cosa de una sola vez.

Kelly se sonrojó y miró a sus pies. —Lo siento. 

—¿Lo siento? Yo fui muy claro. No deberías haber hecho eso sin preguntarme a mí primero. 

Los ojos de Kelly se llenaron de lágrimas, y Max apretó los dientes, molesto con ella. Odiaba las lágrimas y odiaba las escenas. 

Él suspiró. —¿Cuándo va a venir? 

El timbre sonó. 

Kelly le dio una sonrisa tímida. —¿Ahora? 

Excelente. Simplemente fantástico. 

Max se apoyó en las almohadas mientras Kelly iba a abrir la puerta. Se echó un vistazo a sí mismo, él sólo llevaba sus boxers y consideró ponerse algo más, ¿pero cuál era el punto?

Cruzó los brazos detrás de la cabeza y se quedó mirando la puerta, sus músculos tensos y en alerta.

Finalmente, Kelly regresó al cuarto, con los labios pegados a los de Sergio mientras ella lo desnudaba. 

Algo desagradable ascendiendo en espiral desde la boca del estómago de Max mientras miraba a Kelly empujar los pantalones cortos de Sergio fuera de sus estrechas caderas, apretando su firme, redondeado culo. 

Todavía besando a Kelly, Sergio abrió los ojos y miró a Max. 

Max le devolvió la mirada. 

Sergio la maniobró hacia la cama. Kelly cayó sin gracia sobre el colchón, casi sin aliento, y Sergio se recostó al otro lado de ella. Se inclinó y lamió su tembloroso labio inferior, sin dejar de mirar a Max, como diciendo: ¿Ves cómo está temblando ella? 

Max observó la rosada lengua de Sergio golpeando en los labios de Kelly y sintió a la desagradable sensación en su estómago extenderse hasta su pecho. 

Mientras Sergio se inclinaba para besarla de nuevo, Max se movió rápidamente y cubrió los labios de Kelly con los suyos. 

Los húmedos labios de Sergio rozaron su mejilla. —Tú no dijiste hola, —él dijo, en apenas un susurro audible, sólo para sus oídos—. Eres tan grosero. 

Max dejó de besarla y miró a Sergio. La punta de la lengua de Sergio asomó mientras se humedeció los labios. Su rostro estaba a unas pocas pulgadas.

—Mi turno. —Sergio se inclinó y besó a Kelly de nuevo. No dispuesto a ser la tercera rueda, Max comenzó a besar el lado de su cara. Cerrando sus ojos, él aspiraba y mordisqueaba, moviéndose por la mejilla de ella, su barbilla, hacia su- 

Max chupó los labios gruesos y se adentró profundamente con su lengua. Hubo un gemido y entonces- 

Max abrió los ojos y se encontró a sí mismo besando a Sergio. 

Él se apartó. 

Se miraron el uno al otro, respirando con dificultad. 

—Oh, yo sé que fue un accidente, ¡pero eso fue tan caliente! —dijo Kelly. Se sentía como si su voz viniera de muy lejos—. Vamos, chicos, ¡háganlo de nuevo! ¿Para mí? 

—No me molestaría, cariño, pero creo que a tu novio sí, —Sergio dijo con una sonrisa socarrona. Sus ojos brillaban mientras sostenía la mirada de Max—. Yo creo que él está... 

Los labios de Sergio estaban llenos y brillantes. Max desvió la mirada. —No estoy asustado. Solamente no quiero. —Se limpió los labios con el dorso de la mano, tiró a Kelly más cerca y la besó. 

Sintió a Sergio inclinarse cerca de su oído y susurrar: —Mentiroso. 

La palabra lo sacudió y siguió insistiendo en la parte posterior de su mente mientras él masturbaba a Kelly. Todavía estaba en la mente de Max mientras él la follaba, cuidadosamente no mirando a Sergio mientras ella le daba al hombre una mamada. 

Para el momento en que Sergio se fue y Kelly estaba dormida, Max todavía estaba pensando en ello. Mentiroso. 

Mentiroso. 

Se levantó de la cama, se echó una manta sobre los hombros y salió al balcón. El viento frío de noviembre golpeó a su piel desnuda, picando en su desnuda cara y manos y enviando escalofríos por su espina dorsal. 

Mentiroso. 

Un recuerdo, viejo pero no olvidado. 

Mentiroso. La voz de su madre rota, histérica. Y entonces, las excusas de su padre y promesas de que sería la última vez, que nunca volvería a suceder. Su padre había mentido, por supuesto. Cada vez. 

Max había tenido cinco la primera vez que sucedió. Se despertó por el ruido de los gritos y sollozos procedentes de la habitación de sus padres. Confuso y asustado, se deslizó fuera de la cama, caminó por el pasillo oscuro y abrió la puerta una pulgada, lo más silenciosamente posible. 

—Lo siento, lo siento, —Jos Verstappen seguía diciendo—. ¡Solo sucedió! No sé por qué, yo estaba borracho y no sabía lo que estaba haciendo.

—¡Estabas lo suficientemente sobrio como para que se te pare y se la metieras por el culo! —Su madre gritó, su precioso rostro enrojecido y la voz ronca de tanto llorar—. ¡Puto! —Ella le arrojó un jarrón a su padre y falló. Se estrelló contra la pared, haciendo a Max estremecerse y clavar su mirada en las piezas rotas en el suelo—. ¡Puto! ¡Chupapollas! 

En ese momento, no había comprendido lo que significaban las palabras, pero como se volvió a repetir una y otra vez, y sus peleas se volvieron más ruidosas y feas, y más cosas se rompieron, él había aprendido el significado de esas palabras. 

Él había empezado a quedarse en casa de Logan, hasta que los padres de Logan finalmente lo aceptaron dentro, cuando tenía catorce años. A los padres de Max no les importaba: su padre estaba demasiado ocupado follándose a alguien en un rincón y diciéndole a Sophie lo mucho que la amaba, y su madre era una mujer rota, rota por las mentiras y por su propia incapacidad para soltar al hombre que no merecía su amor. 

Excepto que Max no pensaba que era amor. Amor, era el tranquilo afecto y apego que sentía por Kelly. Él no estaba obsesionado con Kelly. Ella no lo hizo volverse loco. Si Kelly lo engañaba, sería... bastante molesto, pero le diría que se fuera y no regresara jamás. Él lo superaría. Él nunca compartiría a su pareja, pero nunca sería como la pegajosa, histérica y patética madre. Sophie estaba obsesionada con el hombre, incapaz de dejarlo ir y ver a nadie más que a él. 

A veces no estaba seguro de a cuál de ellos despreciaba más. 

Mentiroso. La voz de Sergio hizo eco en su mente otra vez. 

Max cerró los ojos y aspiró el aire frío dentro de él.

S.U.P.O.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora