Las palabras de Logan todavía resonaban en sus oídos cuando Max dejó la casa de su primo y se metió en su auto.
Se dejó caer en el asiento del conductor, se pasó una mano por la cara.
A veces el amor no es bonito. No es ordenado, y no está perfectamente guionado. No hay ningún molde para el amor. A veces es sucio. A veces es un poco espeluznante. Y a veces duele.
Pensó en la postura abatida de Logan y su sonrisa forzada. Pensó en la forma en que Logan miraba a ese chico. Entonces pensó en Kelly, y sus otras ex novias. Todas ellas eran hermosas y agradables, pero si Max era honesto consigo mismo, no había sentido con ellas ni una pizca de lo que sintió con Sergio, y no se refería sólo al sexo. Él no había sentido la irresistible urgencia de tocar, de besar, de atraer más cerca, de estar con ellas. Nunca había tenido problemas para apartar la vista cuando sonreían. Él nunca se había sentido impaciente por verlas. Todas sus reacciones y emociones, habían sido controladas. Previsibles. Superficiales. Y a él le había gustado de esa manera. A él le había gustado.
Max se apartó de sus pensamientos cuando la puerta del pasajero repentinamente se abrió y alguien entró.
El chico australiano. Oscar. Ni siquiera llevaba una chaqueta y estaba cubierto de nieve. Él miraba fijamente a Max. —¿Qué diablos hiciste con él? Logan está bebiendo, y él nunca bebe. ¡Sea lo que sea que hiciste, vuelve atrás y arréglalo!
Observándolo, Max se dio cuenta de que el tipo no era tan joven como él había pensado. Podría tener la misma edad que Sergio. Había algo en las líneas de su boca que le daban un aspecto vulnerable e inocente.
Pero ahora que Max estaba viendo la expresión severa en el rostro del chico, era obvio lo equivocada que estuvo su primera impresión. Algo le decía que este tipo estaba lejos de ser inocente y vulnerable.
—¿Yo? —dijo Max—. Si alguien debería hacerlo, yo sería quien debería hacer esa pregunta. —Maldita sea. No debería haber dicho eso. Logan no quería que Oscar lo supiera.
Pero no había ni rastro de confusión en el rostro de Oscar. Oscar desvió su mirada.
Los ojos de Max se estrecharon. Él evaluó al tipo.
—¿Lo sabes?, —dijo, mientras la comprensión clavaba en él—. Lo sabes, ¿No es así?
Oscar asintió, todavía sin mirarlo.
—Si lo sabes, entonces déjalo ir.
—No es tan sencillo, —Oscar dijo llanamente.
—Es bastante sencillo. Él te ama, y tú lo sabes y aún así le haces verte con tu novia. ¿No das una mierda por él en absoluto?
—Tú no lo entiendes.
—No, no lo hago, —Max dijo, con voz dura—. Le diré a Logan que tú lo sabes.
Oscar lo agarró del brazo. —No te atrevas, —gruñó, sus ojos brillantes. Su expresión se transformó por completo, algo cruel y feo acechando en su mirada—. Si lo haces, me aseguraré de que nunca vuelva a hablarte de nuevo, ¿Entendido? Puedo hacer eso. Si tiene que elegir, él siempre me escogerá a mí, no a su primo. Él es mío.
Max lo miró. Las apariencias podían ser engañosas, sin duda. ¿Un chico lindo e inocente? Claro. —¿Él sabe que pedazo de egoísta de mierda eres?
Oscar se echó a reír, como si hubiera dicho algo gracioso. —Logan me conoce mejor que nadie. Él ha visto mi peor parte. —Algo como maravilla o tal vez vergüenza apareció en su rostro—. No soy una muy buena persona, pero él me ama de todos modos. Yo no voy a renunciar a él. Nunca.