・༓☾Capítulo 4:LOS SEGUNDOS HIJOS☽༓・

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(Advertencia: Este capítulo contiene una escena de violencia doméstica que, aunque breve, se recomienda proceder con cautela).


Habían pasado dos días desde el banquete y Hinata no podía olvidar el momento en que se presentó ante el príncipe heredero. Lo que él dijo la atravesó como la cuchilla más afilada, clavándose en su pecho.

Nunca se la ha considerado fuerte, su propio padre se lo recordaba a menudo. Era extremadamente tímida desde la muerte de su madre; prefería estar en su habitación leyendo, tartamudeaba y no era especialmente buena en nada, por lo que su padre la consideró buena solo para casarse con alguna casa poderosa y tuvo la suerte de recibir una propuesta del mismísimo Rey del País del Rayo, para casarse con su hijo.

Finalmente, después de 19 años de vida, su padre por fin le había regalado una sonrisa, que se borró de inmediato cuando ella expresó su negativa a casarse con el príncipe de una tierra tan diferente a la suya y con el que jamás había hablado. Su sonrisa se transformó en un golpe en su rostro, tan rápido que solo pudo registrar el dolor y el sabor de la sangre en su boca. "Te vas a casar y serás útil a la Casa de los Hyuga. Le darás herederos y lo harás de la misma manera que has vivido toda tu vida... en silencio y sin quejarte". Esas fueron las palabras que le dedicó su padre el día que recibió la noticia del compromiso... las palabras de felicitación por su boda. Ahora Hinata se encuentra en su habitación designada en el castillo real, observando al príncipe y a su caballero protector practicar con la espada a través de su ventana. Desde el banquete no había dirigido una palabra al príncipe y él tampoco había hecho el intento.

Hinata siempre supo que su vida terminaría como la muñeca de un hombre... después de todo, las mujeres nunca son tan valiosas como un hombre, excepto para calentar sus camas y dar a luz a sus herederos.

Hinata salió de sus pensamientos cuando escuchó que se abría la puerta y vio a su hermana pequeña, Hanabi, entrar con una sonrisa en el rostro. Siempre estaba sonriendo, siempre feliz. Hinata no pudo evitar envidiarla, porque al ser la más joven de las dos, disfrutaba de más libertad que ella y su padre favorecía su presencia.

-¿Por qué estás encerrada aquí? ¡Ven! ¡Vamos a caminar un rato y explorar tu futuro hogar! -comentó su hermana pequeña sonriendo, acercándose a ella y poniendo ambas manos sobre sus rodillas mientras se agachaba frente a ella.

-Prefiero quedarme aquí. Realmente no quiero andar por ahí.-comentó la señora Hyuga con una sonrisa triste.

-Vamos... no puedes quedarte encerrada aquí Hinata. Eres la futura princesa de este lugar, no su prisionera. -Hanabi, respondió un poco irritada. -Cuando te cases con el príncipe, ni siquiera tu padre podrá tocarte. Al menos eso debería darte alegría.

Hinata la miró profundamente y respondió: "A él no le importo, Hanabi. Ni siquiera le gusto".

-Al final eso no importa... ¡No importa que no le gustes! Pero usa el poder que te da este matrimonio... ¡y vive hermana! Ya no tienes que tener miedo. Hinata... tú... eres más fuerte de lo que crees. - Respondió Hanabi mirando a su hermana con orgullo. Los ojos de Hinata se llenaron de lágrimas y abrazó a su hermana pequeña y lloró hasta que no pudo más. Que los dioses le den la fuerza para encontrar finalmente la libertad.

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Sakura se ocupó de sus quehaceres en el castillo, tratando de ocupar su mente con cualquier cosa menos la inminente boda. El príncipe había querido acercarse a ella estos días, pero ella lo evitaba; era mejor acostumbrarse al hecho de que lo que sentían el uno por el otro no era más que un sueño... y los sueños se acabaron.

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